viernes, 6 de diciembre de 2019

El árbol de tres ramas


Relato de creación colectiva - Segundo de secundaria


Cansados y pesarosos por no haber terminado la cosecha de papas, los hermanos regresaban a su casa temprano. El aguacero se precipitaba cada vez con más fuerza y a ellos les faltaba todavía un largo trecho por caminar. Los niños comenzaron a preocuparse.

Andrés era el mayor y tenía que cuidar a José. Decidieron cortar camino y se aproximaron al pequeño bosque de la quebrada. Se recordaron que su mamá siempre les había advertido que no se atrevieran a cruzar ese bosquecillo donde vivía una viejita muy mala a quien todos atribuían malignos poderes y decían que convertía en árboles a los perros que aullaban por la noche interrumpiendo su descanso. Quizá con las personas pudiera pasar lo mismo. Los pobladores llamaban al bosque “El cementerio de árboles”.

Los niños iniciaron su travesía sintiendo que el cuerpo se les escarapelaba. No quisieron volver al camino principal porque la lluvia se intensificó y no había donde guarecerse. Eran las cinco de la tarde.

Andrés llevaba a su hermano cogido de las manos. A medio oscurecer vieron un conejo vivaz y pequeño que se internaba con dirección al centro del bosque e inconscientemente se pusieron a seguirle por el caminito que quedó marcado en las hierbas ligeramente dobladas. Encontraron una choza recién construida donde se podía oler el aroma de las retamas florecientes y atrapar con los ojos el frescor de los tallos. Corrieron para protegerse de la lluvia; pero la visión se desvaneció y la tormenta caló en lo más profundo de sus almas desamparadas. Un remolino de truenos y otros retumbos desbordaron el espanto de los muchachos. Para encontrar una respuesta de lo que estaba pasando, observan los alrededores. El susto y la angustia de lo desconocido los hizo correr.

Repentinamente, la lluvia calmó dejándoles ver las estrellas del cielo y la tenue luz de la luna. A cierta distancia, una niña muy hermosa estaba sentada, como esperando, con una sonrisa. Parecía que era la misma luz de la luna convertida en cuerpo tierno, delicado y bello; con cabellos de color de la espiga y carita blanca. Dijo que estaba perdida. Los niños no le creyeron y trataron de alejarse. Retrocedían mirándola, vigilantes de sus movimientos. Como un sueño vaporoso, como una pesadilla que asfixia, la niña iba desapareciendo y de sus pies se esparcía abundante líquido que iba formando un riachuelo.

Quietos y sorprendidos no atinaban a actuar en ningún sentido, cuando del riachuelo sale una libélula luminosa que se posa en el pecho de José. La magia maldita de la noche sorprende a los muchachos, porque en el pecho del niño no estaba prendida ninguna libélula, sino un gavilán negro con el pico sanguinolento y las garras preparadas para arrancarle el corazón. Andrés intenta salvar a su hermano cogiendo una piedra para golpear al rapaz, pero mata a su propio hermano. El riachuelo se pinta de rojo.

Ahora el gavilán ha tomado la apariencia de una viejita y el cuerpo del hermano se convierte en piedra roja que Andrés recoge y escapa a la carrera. La viejita le avienta barro. La mujer maldita hace aparecer de sus dedos llamas de fuego que lanza al niño quien no se detiene y en loca carrera abandona el bosque.

En su casa nadie responde. Fuerza la puerta y encuentra en la cama de su madre otra piedra más grande y también roja. Su desesperación no le permite pensar, seguro que su madre ha muerto bajo el poder de la bruja. Coge un cuchillo y se lo clava en el corazón. Su agonía es lenta, como borrachera que va apoderándose de su cuerpo y lo arroja en el negro abismo. La casa se difumina y, en su lugar, se atiborran las sombras de un árbol con tres ramas junto a tres piedras rojas.

Así se encuentra todavía a la altura del viejo camal, en el riachuelo “La Yucha”. Ahora ya no hay bosque, pero el árbol allí está. Ya no hay bruja, pero cuando se pasa el puente hacia Huaychulo a veces te cruza un conejito blanco. En las noches de luna, se oye el borboteo de las aguas como si fuera una corriente abundante a pesar que durante los días “La Yucha” es tan sólo un riachuelo agonizante. Algo quedará de su pasado. Siempre vas a tener cuidado cuando camines por allí.


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