miércoles, 26 de noviembre de 2008

Consuelo Arriola, iniciadora de gran vuelo

Por: Freddy A. Contreras Oré

Consuelo Arriola Jorge es una destacada docente de la I.E. "Heroínas Toledo" de Concepción, nuestra ciudad azul cielo y corazón valiente; quien a publicado recientemente un libro de cuentos titulado "El vuelo de la paloma", presto a presentarse públicamente en los primeros días del mes de diciembre.

El quehacer literario de Consuelo Arriola no es reciente, data de largos años en los que ha venido enriqueciendo su estilo y engrandeciendo su propia vida para volcarlo en esta obra breve pero inusitada, por el contenido alegórico y el manejo inteligente de lo que quiere hacernos entender partiendo de hechos cotidianos y simples para conducirnos al desembalse del pensamiento a través de sus finales intempestivos.

Su primer cuento "El vuelo de la paloma" nos ubica en el espacio geográfico donde habitan, sufren y se desmaterializan sus personajes: En el mes de la patria, la sierra, se siente especial, por las noches las estrellas son flores relucientes en un manto azul... Y aunque no encontramos más referencias geográficas, aparte de la mención de Mito en el cuento "De visita"; por sus descripciones y los avatares de sus personajes deducimos que nos habla del entorno poético del valle del Mantaro con una visión y estilo realistas.

Como toda creación artística es hija de la sangre ardorosa de su creador, en esta colección de cuentos Consuelo Arriola evidencia su vena de educadora, de poetisa y de mujer comprometida con su tiempo. Sus relatos iluminan el entendimiento del lector y dejan encendidos los veneros para seguir hurgando en las extensas praderas de la inteligencia. No intenta imponer la verdad, invita a descubrirla.

Sus cuentos recorren tópicos variados: la frustración en la "Estatua de un héroe", se convierte también en grito de impotencia, en airado reclamo y en denuncia. La autora talla con arte de filigrana una ironía para "condecorar" a los políticos por sus promesas al vuelo y sus juegos deshonestos con las sentidas aspiraciones del pueblo. En "Cambio de piel" retoma el cuestionamiento de la política en una dimensión global y confirma su maestría irónica en "El descubrimiento".

No dejan de faltar las anécdotas que pueden parecer antiguas y repetitivas como "La bebida de los dioses", "La visita" y "El nacimiento de Mirjam"; sólo que en la pluma de Consuelo Arriola toman nueva vitalidad porque son narrados como sucesos de nuestro tiempo, con personajes que sienten y piensan como humanos reales y están despojados del hálito impersonal y mágico de los cuentos de nuestros abuelos.

La última obra narrativa importante que se publicó en nuestro medio y específicamente de autores relacionados al ámbito de Concepción, fecha más de cinco años atrás. Sin embargo, doña Nísida Villasante, creo yo, publicó en "Cuentos, tradiciones y leyendas de Concepción", la síntesis literaria de su época. Su trabajo es valioso, pero cierra un tiempo, una visión artística, una generación.

Espero fervorosamente que por inspiración de la obra de Consuelo Arriola y la Antología anunciada por Consuelo Oré Velásquez, los nuevos escritores de Concepción se animen a la aventura de seguir haciendo literatura bajo la sombra de los eucaliptos y al respiro de las brisas concepcioninas.

martes, 25 de noviembre de 2008

Montacanasta, apodo o sobrenombre

Por: Freddy A. Contreras Oré

A propósito de mi artículo sobre el gentilicio de Concepción, me preguntaban algunos ávidos lectores: ¿qué tipo de nominación es entonces la voz montacanasta? ¿Un sobrenombre? ¿Un apodo? ¿Es también un gentilicio?

Comienzo por aclarar que podemos hacer uso de nuestra lengua en diferentes niveles socioculturales. Hay una lengua culta, otra familiar y otra vulgar. La lengua culta corresponde al ámbito académico y es formal, propio de personas educadas, con un vocabulario amplio, preciso, elegante y correcto. La lengua coloquial o familiar pertenece al de la comunicación cotidiana, es espontánea y utiliza palabras sencillas. La lengua vulgar se desarrolla en la marginalidad social, es informal e imprecisa, no se interesa por la corrección. Mis artículos muestran preocupación por el nivel culto, donde los usos han de ser formales y regidos por la norma adecuada.

En le nivel coloquial debemos guardar flexibilidad porque allí se genera una gama de posibilidades que permiten la evolución de la lengua; este nivel es rico en aportes y creación permanente de nuevas voces, giros y expresiones. Sin él nuestra lengua se condenaría al anquilosamiento.

El nivel culto es modelo del buen decir. Es el nivel que debemos imitar quienes pretendemos ser reconocidos como difusores de cultura y utilizamos la palabra escrita en artículos, libros y diferentes medios de prensa.

Volvamos a nuestro tema. Un sobrenombre o mote es específico para las personas y se utiliza para enaltecerlos o diferenciarlos de otros: Juana La loca, Iván El terrible, Rosa La rumorosa, Ricardo Corazón de león, el Papa peregrino, el poeta de América son ejemplos de sobrenombres. En nuestro medio es común confundir el sobrenombre con el apodo, pero no son lo mismo.

Un apodo o motejo es una nominación que se basa en un defecto corporal o comparación graciosa: "el ciego", "enano", "tren de sierra", "llanta baja", "mueble fino", "charapa" son ejemplos de apodos y en este grupo encaja el término "montacanasta" ya que se sustenta en una comparación deformada y graciosa del repartidor de panes que monta su jumento cargado con dos canastas grandes o balais.

Finalmente, ¿es un barbarismo utilizar el término concepcino? ¿Debemos condenar a quienes lo usan? No; esta voz apocopada es definida en terminología lingüística como un hipocorístico; es decir, una nominación abreviada, diminutiva, cariñosa para designar a alguien o algo: Lucho, Perico, Dani, Manu, señito son ejemplos de hipocorísticos y el neologismo en referencia bien ingresa a este grupo nominal. Sin perjuicio de quienes lo usen, definitivamente no es un gentilicio; pero sí un hipocorístico simpático.

sábado, 22 de noviembre de 2008

El gentilicio de Concepción


Por: Freddy A. Contreras Oré

Desde algunos años atrás nuestro amigo y apasionado concepcionista Jesús León Gonzales viene difundiendo en el ¨Montacanasta¨, revista de su dirección, y en los artículos y comentarios que publica, el neologismo concepcino como gentilicio de nuestra provincia. Asegura nuestro amigo difusor de la historia, tradición e identidad de Concepción ¨Pueblo heroico¨, que el mencionado giro linguístico es una sugerencia de la doctora Martha Hildebrant, prestigiosa linguista peruana.

Si nos atenemos al criterio de autoridad para los usos idiomáticos; sostener que una especialista de prestigio propuso aquella expresión es dato importante y merece tomarse en cuenta. Pero la corrección y propiedad idiomáticas no se basan exclusivamente en la autoridad de los especialistas y, menos todavía, si los usos locales y el criterio democrático ya tienen una expresión usada regularmente para referirse a aquello que la autoridad quiere imponer como prótesis construida al vuelo y sin las pruebas ni ajustes para un implante adecuado.

Incluso, los académicos de la lengua, cuando oficializan en el diccionario una palabra, no lo inventan; simplemente aceptan como oficial un término mayoritariamente empleado en la comunidad lingüística y éste reúne las características de propiedad que la lengua y sus códigos virtuales establecen. En el diccionario oficial de la lengua no existe nada correcto que ya no lo sea también en los usos de la mayoría.

Por otro lado, para la construcción de gentilicios existe una variedad de posibilidades como lo demuestra el hecho que en otras tierras, más allá de nuestras fronteras, se emplean como gentilicios de Concepción las voces: concepcionero, concepcionense, concepcionista; pero ninguna voz que se asemeja a la propuesta derivativa por reducción de un falso sufijo de la doctora Martha Hildebrant.

Finalmente, no podemos arrogarnos como cultos porque usamos expresiones postizas. La cultura es una herencia social y se asimila en la medida en que nos integramos a una sociedad concreta con sus valores, costumbres, historia y tradiciones, incluyendo su norma linguística. A través de ello nos realizamos como personas y cuando cambiamos, tenemos que hacerlo junto con nuestra sociedad sobre los cimientos de su pasado, nunca arrasando sus creaciones ancestrales.

Somos concepcioninos y para satisfacción nuestra el diccionario de la RAE, en su edición de 2006, registra la palabra concepcionino con las acepciones: 1. natural de Concepción; 2. Perteneciente o relativo a esta provincia del departamento de Junín, en el Perú. Si lo que se deseaba era un gentilicio singular, ya lo tenemos.