viernes, 8 de abril de 2022

El pleito del pucu pucu y el gallo

 Adaptación


El puku-puku es un ave pequeña, del tamaño de una paloma mensajera. Grita: ¡Pukuy, pukuy, pukuy! Y dicen que, antiguamente, daba las horas y despertaba a la gente; y, además, vivía cerca de las casas.

 

Una mañana se escuchó el canto de un ave de esta manera: - ¡Cocorocóoo! El puku-puku y los hombres de los Andes escucharon nomás, hasta que nuevamente: - ¡Cocorocóoo! - se volvió a escuchar.

 

El canto de este recién llegado se escuchó repetidas veces, día y noche. El puku-puku como único heredero y como único despertador de la gente, fue en busca de este intruso. Era el gallo.

 

Puku-puku le dijo: - ¡Oiga señor! ¿Quién es usted? Y ¿de dónde ha venido? Aquí yo soy el único llamado a cantar, a dar las horas y hacer despertar a la gente. Este derecho lo he adquirido desde los abuelos de mis abuelos. Así que haga usted el favor de irse y cante en sus tierras, cante en su casa.

 

El Gallo, al oír esto, se puso muy furioso e inmediatamente empezó a golpear al puku-puku. Respondió: - ¡Carajo!, ¡qué atrevido eres! Has de saber que en estas tierras mi amo es el que se ha impuesto y como tal, yo también tengo pleno derecho a cantar.

 

A la razón se impuso la brutalidad. Puku-puku se ve obligado a huir y a buscar la justicia ante la "autoridad" respectiva. Así es como se fue en busca del Señor Juez a un pueblo lejano.

 

Entonces, el Juez de ese pueblo, quien por desgracia también era un español, le dijo así: - Está bien señor puku-puku. Usted reclama bien sus derechos. Usted debe merecer justicia. Y para esto, notifique usted mismo a ese gallo intruso para que comparezca ante mi despacho.

 

Llegaron los dos ante el señor Juez. Él los escuchó a ambos. Después dio la respuesta siguiente: - ¡Señores, aquí no se puede hacer justicia de cualquier manera! Los dos piden lo mismo; entonces, para que la justicia sea equitativa y verdadera, deben presentar un escrito. Tienen que presentar un recurso y se les hará justicia.

 

En ese pueblo solamente había dos personas que sabían redactar recursos. Eran, justamente, el ratón y el zorro. Puku-puku recurrió ante el ratón y este le redactó su escrito. Luego, se fue al despacho del señor Juez a presentar su demanda.

 

El ratón se fue inmediatamente donde el gallo. Este estaba en su alojamiento un tanto preocupado comiendo su tostado de maíz con queso. Este le dijo al gallo: - Caballero, ¿cómo está usted? ¡Qué rico fiambre! Hay algo que debe saber. En este mismo instante el miserable de puku-puku está presentando una queja en contra de usted. Pide que su señoría se retire de estas tierras. Dice que solo él tiene derecho a cantar en estos lares y que usted es un intruso. Yo mismo he redactado el recurso y por eso lo sé. Pero, como la demanda es en contra de su digna persona, es para ayudarle que he venido a avisarle. A cambio le pidió maíz tostado y queso.

 

El ratón se ofreció también a redactarle el recurso al gallo y, una vez redactado, se fueron al despacho del señor Juez a entregarlo. Allá encontraron también a puku-puku.

 

El señor Juez, luego de recibirles los respectivos recursos, les dijo así: - ¡Bien, señores! Este caso es un tanto difícil de resolver. Voy a estudiar vuestros recursos durante toda la noche y ustedes no dejen de rezar y pedir a Dios para que me ilumine y puedan alcanzar una justicia cabal. No peleen, no hagan bulla durante la noche. Tendrá mayor opción a alcanzar justicia quien mañana me despierte bien temprano. Les ordenó a que se retiren.

 

Tanto el puku-puku como el gallo se retiraron a sus respectivos alojamientos; pero el ratón se fue por otro camino en busca del gallo. - Hermano! No te preocupes tanto, pues vamos a ganar este juicio; yo sé por qué te lo digo. Conmigo no vas a perder, lo único que tienes que hacer es darme bastante tostado y darme quesito. ¡De lo demás me encargo yo!

 

- ¡Fíjate hermano! Ya sé cómo vamos a hacer. Primero consíguete un carnero muerto. De noche se lo llevaremos al señor Juez, y él de hecho resolverá el caso a nuestro favor. Además, nos prestaremos su reloj para saber la hora y poder despertarlo temprano, como él quiere. ¡Yo sé lo que te digo! Confía en mí, hagamos esto y ganaremos el juicio. Pero...tienes que darme tostadito y quesito. Además, yo puedo y he entrado muchas veces al despacho del señor Juez y he hecho desaparecer muchos recursos. Así es que no te preocupes.

 

Como resultado, efectivamente, recibió más queso y más tostado. El gallo consiguió el carnero y junto con el ratón fue a la casa del señor Juez. Le entregaron el carnero rogándole que fallara a su favor; además, le pidieron su reloj prestado.

 

Luego, conforme a los acuerdos, el ratón entró al despacho del señor Juez por uno de los tantos agujeros que había allí, se subió a la mesa y sustrajo el recurso presentado por puku-puku y lo hizo desaparecer. Luego celebraron su acción, tomándose unos tragos.

 

Por otro lado, puku-puku se encontraba solitario en su alojamiento, mascando su coquita, sumamente preocupado. Y, por este mismo hecho, cantaba de rato en rato sin qué ni por qué. Él se dijo: - Estaré despierto toda la noche. Esta preocupación no me deja dormir. Efectivamente, no se durmió hasta pasada la media noche cuando agarró el sueño y se quedó profundamente dormido hasta el día siguiente.

 

Mientras, en el otro alojamiento, el ratón se despertaba a cada instante y miraba la hora. El reloj marcaba las 4 de la mañana; entonces, muy apresurado, le dijo al gallo: - ¡Señor! ¡Señor! ¡Despierta! ¡Es hora de que cantes! ¡Hagamos despertar al señor Juez! El Gallo sacudió las alas y empezó a cantar a todo pulmón.

 

Al canto del gallo, el señor Juez se despertó; pero también despertó a puku-puku y a toda la población. Puku-puku notoriamente sobresaltado y todavía con los ojos medio cerrados, empezó a cantar: - ¡Pukuy pukuy! ¡Pukuy pukuy! ¡Pukuy pukuy!

 

Pero, era el Gallo el que había cantado primero y había despertado al señor Juez. Los dos litigantes se encontraban en presencia del ratón y de otros vecinos. El señor Juez, muy serio y notoriamente enfadado, se dirigió a puku-puku y lo increpó, diciéndole: - ¡So indio, carajo! ¡Seguro que te emborrachaste toda la noche, por eso no me dejaste ni dormir! Hiciste bulla, has peleado, perturbaste toda la noche la tranquilidad del vecindario. ¡Ustedes siempre son así! ¡No saben comportarse! Hizo agachar la cabeza a puku-puku; no lo dejaba ni hablar. Luego agregó: - ¡A ver, indio! ¿Dónde está tu escrito? Ante el maltrato, puku-puku un tanto humillado contestó: - ¡Papá! Mi recurso te lo presenté ayer y lo pusiste en la mesa.

 

El señor Juez lo buscó sobre su mesa en vano. Luego de desempolvar sus papeles por un buen rato, el señor Juez le preguntó al gallo: - ¡A ver usted, caballero, su recurso!

 

- ¡Señor Juez! Ayer yo le presenté mi recurso y usted, luego de leerlo, lo puso sobre la mesa. El juez encontró rápidamente el escrito presentado por el gallo. Le dio lectura muy rápidamente y luego de una pausa concluyó el juicio, dando su sentencia:

 

- ¡Bien, señores! El fallo es el siguiente: El señor gallo tiene toda la razón. El pide lo justo, efectivamente su amo tiene el poder en estas tierras: es el vencedor, el conquistador. Por tanto, el señor Gallo también tiene todo el derecho a cantar y a despertar a la población bien temprano. Por otro lado, la población tiene el deber de mantener, de alimentar al gallo. El gallo además vivirá en la casa de la gente. Ha dicho toda la verdad y nada más que la verdad y, por tanto, su petición es justa.

 

Luego dirigiéndose a puku-puku, dijo: - En cambio, este indio puku-puku es un mentiroso, un farsante, ha dicho cosas falaces y ha calumniado. En castigo, vivirá muy alejado de la población y en los parajes más solitarios; allí gritará desordenadamente. Y, gracias a mi benevolencia, tiene derecho a comer y alimentarse de algunos frutos silvestres.

 

Con esto terminó el sonado juicio entre el gallo y el puku-puku. Y dicen, pues, que desde aquel día el puku-puku canta desordenadamente y no como antes lo hacía para despertar temprano a la gente. Desde aquella vez, dicen, que puku-puku vive alejado de la gente, escondido y camuflado entre las rocas.