viernes, 10 de junio de 2011

Reflexiones sobre las elecciones presidenciales



Por: Freddy A. Contreras Oré

El resultado de las elecciones presidenciales del 5 de junio, en lugar de dar pie a irritadas lamentaciones o desaforadas celebraciones, debería sernos útil para reflexionar y aprender más acerca de las imbricadas callejuelas de la política peruana, e aquí algunas de mis conclusiones personales:

No hay que ser arrogantes ante el adversario chico, menos todavía si ese adversario ya viene con el antecedente de haber llegado a una segunda vuelta en elecciones anteriores. El error de todos los neoliberales peruanos estuvo en creer que el crecimiento económico, la estabilidad monetaria y el chorreo bastan para que las mayorías nacionales permanezcan contentas, o por lo menos adormecidas ante la gigantesca desigualdad y marginación que el sistema promueve. Por eso, mientras el nacionalismo y las izquierdas consideraban que la única manera de derrotar a la hegemonía ideológica y política de la derecha era construyendo un único y gran frente electoral; las candidaturas de la derecha, soberbias se multiplicaban, se atacaban entre ellas y se mostraban dueñas de los resultados de la contienda: total era su juego, eran sus reglas, eran sus electores y eran sus árbitros. Con Ollanta en la cola de las encuestas, la disputa era entre los capos y nadie más. Pagaron caro su falta de realismo.

La primera y la segunda vuelta electoral no son dos tiempos de la misma competencia, sino dos competencias diferentes. Cuando el triunfo de Ollanta en primera vuelta estuvo cantado, todos los candidatos de la derecha se conformaron en competir entre ellos para llegar segundos, aferrándose a la suposición de ser ganadores en segunda vuelta tal como aparecía en las encuestas. Aquel fue el momento oportuno para mostrar su nivel de pensamiento estratégico y actuar con desprendimiento y visión política; no lo hicieron y permitieron que llegara a segunda vuelta la candidata que generaba mayores dudas y arrastraba mayor falta de credibilidad. Pese a que en las encuestas de la primera vuelta Keiko le ganaba a Ollanta en la segunda; las estrategias tuvieron que replantearse y las movidas oportunas de Ollanta, su nueva red de alianzas, el rol de los colectivos contrarios a Keiko y los propios errores de la candidata permitieron el triunfo del comandante.

En política los gestos de los candidatos son más importantes que los anuncios de los profetas. Si bien Keiko es una identidad distinta a Alberto Fujimori y podemos aceptarle sus disculpas y quejas acerca de que no tiene por qué cargar con la pesada cruz que le heredó su padre, no pudo convencer a la mayoría de peruanos de una real ruptura política con don Alberto: cuenta con la colaboración militante de los otrora colaboradores de su padre, hace campaña cobijándose con la sombra protectora de su padre, lo proclama el mejor Presidente de la historia del Perú, utiliza las mismas tácticas políticas que usó su padre y recurre a los clásicos psicosociales de origen montesinista como aquel de apelar al pensamiento mágico del pueblo a través de supuestas profecías que le favorecen. Perdió su oportunidad y creo que no habrá otra, porque con objetividad Keiko no tiene un espacio político propio y a no ser que la derecha en versión más potable repita los mismos errores de ahora, la hija del dictador no volverá a pasar del 20 % de voto duro del fujimorismo en nuevas elecciones.

La derecha peruana no es consecuente con los principios de la democracia, la honestidad y defensa de las libertades humanas; sólo es consecuente con la defensa de sus intereses económicos. Los políticos de derecha y muchos medios de prensa escrita y audiovisual realizaron una dura campaña de demolición del candidato que no les agradaba y apoyaron a la candidata que les garantizaba la continuidad del modelo y sus gollerías. No les importó la ausencia de un serio plan de gobierno ni la situación ética de muchos oscuros personajes del fujimorismo. La derecha en el Perú es una derecha que no se moderniza. Repite de paporreta como verdades incuestionables los mismos argumentos ideológicos, políticos y económicos que la realidad se ha encargado en demostrar como ineficaces para generar el verdadero desarrollo con equidad e inclusión social. Cuando intenta refutar las ideas del adversario ideológico recurre a las manoseadas acusaciones en contra del estalinismo de hace más de medio siglo; pero que no tienen sentido ahora que los propios Partidos Comunistas del mundo sostienen planteamientos renovados sobre el desarrollo de las sociedades. Ollanta, por otra parte, si bien tiene en su equipo a varios otrora dirigentes de la izquierda marxista, él dista mucho de ser uno de ellos, ni siquiera un tibio socialista. La derecha no acepta, pese a que la realidad se lo advierte, lo que no le conviene; prefiere manipular la verdad porque quiere seguir manteniendo a ultranza sus privilegios.

Las celebraciones que se realizaron en todo el Perú una vez conocido el triunfo de Ollanta dicen mucho de la gran expectativa que su candidatura ha despertado. Yo no creo que ahora nuestro nuevo gobernante vaya a tener la varita mágica que nos lleve de la noche a la mañana a alcanzar el país justo que todos queremos; creo más bien que el compromiso adquirido es enorme y se debe comenzar por superar la polarización, conformar un gabinete de ancha base y, sobre todo, comenzar por demostrar en la práctica que los miedos de los derrotados no tenían asidero real. Estaremos vigilantes.