lunes, 25 de marzo de 2013

"Memorias del corazón", Consuelo Arriola reinicia el vuelo



Cuando en noviembre de 2008, la maestra y  amiga Consuelo Arriola Jorge, a quien conocí hace bastante tiempo atrás en los trajines de esparcir luces y buenos ejemplos en las estudiantes de la I.E. “Heroínas Toledo”,  publicó su primer libro de cuentos El vuelo de la paloma, escribí un comentario previendo que era el inicio de un gran desempeño personal en el quehacer literario de Concepción y nuestra región. Hoy su breve obra lo hace merecedora de hallarse incluida en variadas antologías de la literatura regional y Memorias del corazón (2013), su segundo libro de cuentos, corrobora las sobresalientes virtudes de su autora y mis humildes augurios.

 Memorias del corazón nos presenta ocho cuentos asidos del trajín cotidiano de cualquier humano común, sencillo, vulgar que, mediante el hilván que despunta el ingenio de la autora, entrecogen, conmueven, sorprenden. Sus temas son los del diario acontecer y porfiadamente frecuentados: el amor, las ilusiones de juventud, la nostalgia por los años maravillosos, las frustraciones con que nos paga la realidad; pero nada de lo escrito por Consuelo puede ser barato. Su versatilidad en el manejo de los recursos expresivos y el entretejimiento acucioso de la trama vivifican su estilo; sus cuentos, entonces, toman aires nuevos, se intensifican, terminan arrastrándonos. Distante de la sensiblería, nos presenta una visión del amor que es compostura de la vida con su carga de sueños, de vigilias constantes, de contratiempos y despertares agobiantes. Despojada  de ideologías sociales restrictivas deja discurrir los conflictos con naturalidad, evita las interpretaciones maniqueas y cuando inflige sus intempestivos remates nos deja, inquietos, el deseo de hurgar el más allá de sus historias.

 En Un día después de la primavera los dos narradores se profesan secretamente una expectante devoción que en la adolescencia nació sin alas; ambos intentaron desplegar su trayecto por separado y fracasaron; ahora cada uno es consciente que la edad ya no es oportuna,“si sabes lo que es la juventud es porque ya pasó por tu puerta” se dice él; mientras,ella: “La vida es como un bosque solo puedes ingresar hasta la mitad, porque después ya estás saliendo”. El reencuentro ocurre. Él atina a entregarle un regalo. Ella siente que es el obsequio ideal. Después retoman sus propias sendas. Prosiguen  ansiosos, pero cómodos en su silente fervor. Y es así porque el amor es alimento que solo se comparte entre dos con mieles, hieles, cuidados y rasguños. Si individualmente fomentaron sus ilusiones fue tal vez para sentirse vitales, para creer cada uno que son dignos de felicidad y paliar el sabor de sus amarguras. Rondarán siempre lo mismo.

 Memorias del corazón, Tentación y Decisión final presentan perspectivas disímiles del amor y culminan inusitadamente por donde menos sombras proyectaba el ramaje: la confirmación de los recuerdos más apreciados de un amor largamente perdido, el descubrimiento de la verdadera identidad de un padre misterioso, el suicidio simbólico de un amante desesperado. Tampoco deja de lado el componente mágico de nuestras vidas: en Rita y Camino al cielo rescata viejas tradiciones de brujas y fantasmas; pero los presenta con rasgos de ironía social. Una mirada para Mariluna y Plan de fuga N° 2  toman nota hechos que pueden ser espejos de lo real: la conveniencia o la soledad de la dama rica, el engaño o la tenacidad del pobre; en ellos percibimos brisas y ráfagas.
Para satisfacción nuestra, los amantes de la literatura de gran difusión o la menos difundida, porque se circunscribe a nuestros ámbitos regional o local, Memorias del corazón, es una colección de cuentos breves, estéticamente bien planteados y de temática humana y social que fortalece el impulso que Consuelo Arriola tomara con El vuelo de la paloma, su libro primero.

martes, 19 de marzo de 2013

Apuntes sobre "La mujer concepcina...", nuevo libro de Jesús León Gonzales



Los libros son siempre gratos compañeros de los viajes solitarios, de las noches insomnes, de los días lluviosos y demás circunstancias en las que, en lugar de matar el tiempo, se quiere más bien iluminar el intelecto. Por consiguiente, me alegra leer una nueva publicación del profesor Jesús León Gonzales a quien considero un concepcionista entendido y agudo. Los muchos años que lleva dedicado a escribir sobre la tierra que nos cobija le confieren autoridad y prestigio; creo que sus aportes al conocimiento de nuestra historia local son su virtud, su pasión y su gran mérito.

Pero el profesor León nunca deja de ser polémico y a esos aspectos controversiales de su libro quiero dedicar estas líneas. Asumo el disentimiento como derecho y recurso de expresión libre porque tengo saber, experiencia e intelecto de los cuales me hago responsable y los expongo para que el intercambio sincero de ideas nos permita aprender y corregir, si fuera posible. Dejo claro que nunca he profesado ese tipo de crítica ácida que vierte saña condenatoria contra las personas por el solo hecho de ser diferentes o pensar con autonomía.

¿Concepcionino o Concepcino?

Los procedimientos derivativos para el gentilicio de Concepción nos permiten aceptar como gramaticalmente válidos concepcionino, concepcionense, concepcionero, concepcionista y; excepcionalmente concepcino, donde se omite los dos últimos fonemas del topónimo (Concepción) y se hace apócope con el sufijo gentilicio ino. El señor León no está equivocado al respecto. Pero para los usos de la lengua también existen criterios de corrección idiomática que fueron establecidos justamente para evitar que a cada quien se le ocurra, a su antojo, crear una nueva palabra y así convertir al idioma en un tumulto de voces incomprensibles. El criterio de autoridad establece que es correcto lo que está dictaminado por una entidad oficial de la lengua y, en este caso, el diccionario de la RAE tiene registrado el gentilicio concepcionino como propio de nuestra provincia. Otro criterio importante es el de la aceptación social y, en este caso, también, es concepcionino el gentilicio que nos atribuimos en predominante mayoría. Usar un neologismo porque parece exquisito o porque lo sugiere una persona docta pero desinformada de nuestro entorno socio cultural,  es un implante innecesario; desentona.

El señor León es amo de lo que afirma y escribe, tampoco se le puede poner una camisa de fuerza para que comparta nuestro parecer. Lo que aquí manifiesto es solo una aclaración; y por seguro, nosotros seguiremos siendo concepcioninos ahora y siempre, a través de los tiempos, hasta el último suspiro.

Los anacronismos

En el primer párrafo de su ensayo nos advierte no caer en anacronismos y se toma el trabajo de aclarar el sentido de la palabra. Buen inicio y propuesta inteligente, además. Pero, después de mucha tinta, el señor León cae en la misma postura errónea contra el cual nos había prevenido. Me permito sustentar, en oposición a su comentario, que: ni nuestras esforzadas rabonas eran tales por ser seguilonas o por ir a la cola, ni las valerosas cantineras eran vulgares copetineras. Sobre el tema,  escribí un artículo hace ya más de tres años que trascribo textualmente:

“En la acepción militar una cantina no es una taberna; sino un lugar donde pueden encontrar bebida, alimento y hasta menaje de enfermería. De México al resto de América, las ‘cantineras’ eran las mujeres de los soldados de tropa, la mayoría indígenas, que acompañaban a los ejércitos para servir la bebida y el rancho. Pronto sus servicios se hicieron urgentes porque asumieron la preparación y el aprovisionamiento de comida, el agenciarse del forraje para los caballos y las mulas, el traslado del bagaje de la guerra; así como la atención de los heridos y enfermos. Los oficiales pudieron percibir que la presencia de estas legendarias y bravas mujeres garantizaba también la disminución de la deserción y les permitió su presencia, en casos, con el acompañamiento de sus hijos menores. Cuando sus hombres morían en combate, podían tomar otro compañero y a veces coger las armas del caído para participar de la guerra. En ocasiones, no fueron sólo las esposas, sino también concubinas, hermanas y madres que marchaban tras la tropa al cuidado de sus seres queridos.

Las cantineras participaron de la lucha por la independencia en todos los países de América hispana; otros apodos que les endosaron fueron: ‘soldaderas’,  ‘vivanderas’, ‘adelitas’.

En el Perú eran conocidas como ‘rabonas’; motejo que el poeta de la independencia, Mariano Melgar, registra en sus crónicas haciendo referencia a que los  caballos sin cola eran conocidos como rabones y como, en un inicio, estas mujeres no eran aceptadas junto a la tropa y las castigaban cortándoles las trenzas, por analogía, ellas también eran rabonas; así las bautizaron y así  fueron inmortalizadas”.

Las lenguas evolucionan y muchos términos que hoy empleamos con un sentido determinado, no significaron lo mismo en épocas pasadas. Las opiniones presentes, emitidas con conceptos actuales, sobre hechos pasados acontecidos en un contexto social, histórico y cultural distinto configuran anacronismos que debemos evitar. El autor no los obvia a pesar de habernos anticipado sobre sus riesgos.

El parentesco dudoso

Todas las biografías que sobre el ilustre maestro José Antonio Encinas Franco tengo a mi alcance, registran que su esposa en segundas nupcias era la dama concepcionina Rita Edelmira del Pando Mendizábal. A fuerza de empecinamiento, logré obtener hace poco un libro con el título Mujeres Ilustres del Perú para la educación Nacional, de don Diego Camacho, ediciones Carpena, publicado en 1969; que contiene la, hasta ahora, biografía más extensa que he podido leer sobre la referida dama y destacada maestra de nuestra tierra. En él se menciona que los padres de Edelmira del Pando fueron Juan del Pando y R. Edelmira Mendizábal; nombres que no coinciden con los que el profesor León anota y luego los utiliza para arrogarse un vínculo familiar con su patronímico Gonzales. También en el libro Encinas, maestro del Perú, de Danilo Sánchez Lihon, editorial Derrama Magisterial, publicado en 1999, el autor registra el apellido Mendizábal como el materno de doña Rita Edelmira, con el adicionamiento de que la recopilación de su información está basada en entrevistas a doña Aurora Encinas de Zegarra, hermana del ilustre maestro José Antonio y a Gloria Aurora Zegarra Encinas, sobrina actualmente viva de nuestro personaje. Solo me queda invocar a que el profesor León muestre las evidencias que validan sus afirmaciones.

¿Acusador o acusica?

No lo dice textualmente pero su ambigüedad apunta a que entendamos que, en el caso del fallecimiento de la señora Doris Mendoza Paredes, hubo irresponsabilidad y aprovechamiento político de las dos últimas gestiones municipales al declararla heroína, título que no le corresponde.

Tuve el honor de ser el encargado de dar lectura pública, durante el entierro de la mencionada dama, de una Resolución de Alcaldía donde se le declaró “Mártir y defensora de la ecología de Concepción”. Mártir designa a una persona que muere o padece excepcionales sufrimientos por defender una causa o principio, y ese reconocimiento era merecido. Es en la gestión del actual alcalde cuando en 12 de noviembre de 2011 se emite una ordenanza declarando feriado laborable en la provincia, el día 16 del mismo mes “por los acontecimientos de Lastay donde falleció la señora Doris Mendoza Paredes, heroína de Concepción”.

“Lo justo es lo justo y lo necesario es lo necesario” repite con frecuencia un personaje de nuestra radiofonía local. El aprovechamiento político viene de quienes exceden la dimensión de lo justo y necesario y tratan de figurar utilizando la manipulación, la impostura y la tergiversación interesada. Mal oficio aquel de acusar liando vagas generalizaciones.

Su flaqueza

Escribir para difundir cultura es una maravillosa labor; pero tiene que ser trabajo responsable y de calidad. Escribir es expresar lo que pensamos haciendo uso de un código gráfico y ese código tiene reglas que deben respetarse. Un texto escrito tiene contenido y expresión, fondo y forma; no bastan las ideas, los argumentos, los conceptos; es necesario el equilibrio de los mismos con la precisión del lenguaje, la sintaxis correcta y la ortografía bien cultivada. Cuando un escritor descuida la forma, sus ideas pierden calidad y su obra se demerita. Para publicar un libro hay que saber realizar pacientes correcciones, confiar en el consejo de buenos colaboradores y esperar el fermento de las palabras después de muchas relecturas. No es la primera vez que objeto al señor León por esa dejadez, espero que algún día se tome en serio y haga verdaderos esfuerzos por superar sus limitaciones de estilo.

Termino mi comentario: tampoco se trata de que tengamos una mirada pesimista y pensemos que después de tan extensa recriminación ya nada rescatable vamos a encontrar. El libro tiene novedosos aportes e interesantes revelaciones, por tanto hay que leerlo reflexivamente y con una buena dosis de independencia intelectual.

lunes, 18 de marzo de 2013

Asamblea de gatos





Por: Antonio Ureta Espinoza

Un viejito se había hecho tarde para llegar a su casa. Estaba en medio del monte y no había dónde alojarse. Así, entonces camina y camina y encuentra una cueva. Se mete en la cueva y bonito tendiendo su poncho se pone a chakchar sacando las hojas de coca de su wallki,  mordisqueando la llipta para endulzar las hojas de coca que estaban algo amargas. Afuera estaba lloviendo. Entonces a media noche se apareció un gato negro con abrigo, entró en la cueva grande y sacó una mesa. Con sus lentes, con su sombrero, el gato parecía gente. Otros gatos de distintos colores también empezaron a llegar donde el tipo de abrigo. Entonces este, de pronto, golpeó la mesa.
-¿Ya están completos? –dijo.
-No –dijeron los otros-, falta de tal parte, de tal comunidad.
(¿Para qué habrá llamado a sesión?) –comentaba la mayoría.
Después:
-Ya estamos completos.
-Bien. Ahora todos me van a dar su informe, qué trabajo ha tenido cada uno. Qué cosas ha hecho –dice el jefe y, señalando a uno, le ordena:
-¡A ver, tú, confiésate!
-Yo -dice ese gato con algo de miedo-, vivo bien estimado dentro de la casa de mis amos.  Hago la limpieza, esa profesión hago, no tengo otro trabajo -dice.
Otros gatos informan casi lo mismo. Entonces el jefe, molesto se levanta:
-¡Esta gente no ha hecho ni una obra! Estaban sirviendo a su amo ¿no? Ya: ¡Bofetazos a todos! Tenía unos gatos que daban lapos, golpes, a los demás.
-¡Que pasen los otros! Usted ¿qué obra tiene?
-Señor, mi ama cocinaba un día patachi y en el momento que salió a comprar sal destapando su olla yo le he echado sapo, lagartija. Ella siguió cocinando y a la hora de comer, en el plato de su esposo salió el sapo y se pusieron a pelear: “¡Qué cosa has cocinado! ¡Qué es esto!”. No comieron, se aventaron los platos, se trenzaron a golpes hasta ensangrentar. Siempre le echo pelo, charamuska, a veces araña, guano, cualquier inmundicia le echo. Para que peleen.
-¡Eso se llama obra! ¡Este hombre ha trabajado muy, pero muy bien: aplausos! -todos los gatos aplaudieron-.
Te felicito. ¡Denle el asiento de oro!
A otro:
-¿Cómo es, usted cómo vive en la casa de su amo?
-Señor, yo vivo bien en mi casa, al hombre lo hice acercar con una mujer casada, a la mujer también lo hice juntar con otro hombre; se han peleado. Ahora todos les critican y les votan del pueblo. No viven bien porque el hombre casado con otra casada vive, perdió su hogar, no viven juntos.
-¡Viva! ¡Aplausos!
Otro más:
-Señor, yo en mi casa vivo tranquilo -dice-, me da que comer bien mi amo, no puedo quejarme. Ayudo, cojo las ratas, colaboro cazando los pericotes; yo me encargo de eso, no permito ningún bicho ni animal en la casa de mi amo -dice.
-¡Diablo! ¡Córtenle el rabo, denle chicotazos! –le cortan el rabo, le llueve chicotazos.
Así, todo esto pasaba en la sesión.
El hombre que estaba descansando en la cueva dice:
-Cómo es esto. Me asusto o no me asusto. Es un espanto esto. -Con tanta voluntad se sobrepone.
“¡Valiente! ¡Valiente!” –dice. Y como llevaba un barreno de la mina, lo avienta a la mesa. ¡Shan lan! Entonces todo se perdió. Recién pudo dormir tranquilo.