martes, 18 de abril de 2017

Francisca Pizarro, la primera perulera

La República, 05 de marzo de 2017

En el Día de la Mujer, un homenaje desde Trujillo de Extremadura a la primera mestiza peruana, doña Francisca Pizarro, hija del conquistador y de la coya inca Inés Huaylas Yupanqui, hermana de Atahualpa y nieta de Huayna Cápac.

Escribe: Roberto Ochoa

Doña Francisca Pizarro nació cuando el Tawantinsuyo había dejado de existir, el Perú se llamaba Nueva Castilla y Lima no había sido fundada como Ciudad de los Reyes.
Vino al mundo en 1534 en lo que fue la primera capital, Jauja, y era de doble noble cuna: del lado de acá, fue nieta del inca Huayna Cápac, sobrina de Atahualpa y nieta de la curaca Contarhuacho, ama y señora del Hanan y Hurín Huaylas (hoy Áncash). Del lado de allá, era la primogénita del Marqués de la Conquista, Francisco Pizarro.
Su madre, la princesa Quispe Sisa –bautizada Inés Huaylas Yupanqui– fue un regalo que Atahualpa le hizo a Pizarro cuando estaba de rehén del conquistador extremeño.
“Fortunas y destinos cambiantes. Para unas, la conquista significaría la pérdida del cobrizo amante tiernamente amado y la caída en el torbellino de las pasiones pasajeras de los nuevos amos del Tawantinsuyo; mujeres maltratadas, violadas, abandonadas. Otras aceptarían complacientes a los extraños forasteros venidos de misteriosas y lejanas tierras en singulares casas flotantes. ¿Les fascinaría el poder que ejercían los barbados guerreros, su rápido triunfo sobre el hierático y temido Hijo del Sol, Señor de los Cuatro Suyu? ¿Cuánta curiosidad concebirían las mujeres andinas sobre las cualidades y capacidades de amar de los extranjeros?...”, se pregunta la historiadora María Rostworowski en su célebre libro Doña Francisca Pizarro, una ilustre mestiza 1534-1598.
Pizarro tenía casi 60 años. Quispe Sisa no había cumplido 18. Las princesas indígenas eran muy solicitadas por su dote y su belleza. Las mujeres de la nobleza indígena llevaban el cabello largo y suelto sobre los hombros y se distinguían por su higiene y finos vestidos. “Eran muy hermosas”, escribió Pedro Pizarro. Se movilizaban en hamacas o en andas seguidas por su numerosa servidumbre.
“La escasez de mujeres españolas en los primeros tiempos hizo indispensable para los varones europeos la presencia de mujeres andinas. De estas reuniones furtivas o estables nacieron los primeros mestizos del país. A no dudarlo, la más destacada e insigne de aquellas mestizas de la primera generación fue doña Francisca Pizarro...", sostiene Rostworowski.
Doña Francisca fue bautizada en Jauja el mismo año de su nacimiento y los historiadores aseguran que Pizarro tiró la casa por la ventana para celebrar a su hija mestiza. Sus madrinas fueron Isabel Rodríguez, Francisca Pinelo y Beatriz “La Morisca”, tres mujeres de armas tomar y de las primeras europeas que acompañaron la conquista.
No había cumplido un año de nacida cuando su padre tuvo que abandonar Jauja para fundar la Ciudad de los Reyes. Dos años después las tropas del rebelde Manco Inca atacaron Lima para expulsar a los españoles. Pizarro ofreció una desesperada resistencia y logró rechazar a los rebeldes gracias al apoyo de miles de indígenas enviados por su suegra, Contarhuacho.
A los siete años, doña Francisca sobrevivió al asesinato de su padre gracias a la intervención de Inés Muñoz, una extremeña vecina de Trujillo –la patria chica de los Pizarro– que enfrentó a los almagristas y recuperó el cadáver del marqués. También logró esconder a doña Francisca y su pequeño hermano en un convento limeño.
La historia de Inés Muñoz también es digna de recordar ahora que se celebra el Día de la Mujer. Llegó al Perú acompañando a su esposo Francisco Martín de Alcántara –medio hermano de Pizarro– pero en el camino murieron sus dos hijos españoles. El férreo carácter de Inés Muñoz quedó demostrado cuando cuestionó al propio Francisco Pizarro y se opuso a la sentencia de muerte de Atahualpa. Años después el propio Pizarro le encargó la crianza de sus hijos mestizos. Muñoz y otras hispanas fueron las que trajeron limones, trigo, olivos y algunas frutas. Un dato curioso: en Trujillo de Extremadura existe un plato típico en base a las ancas de rana, un potaje que perdura en el Valle del Mantaro, donde Pizarro fundó la primera capital.
A los 16 años doña Francisca era la soltera más codiciada del Virreynato del Perú. Heredó las encomiendas de Yucay (Cusco), Huaylas y Conchucos (en Áncash), el cacicazgo de Lima y el de Chuquitanta (en el actual Cono Norte limeño). La chismografía limeña la vinculaba en amores con su tío Gonzalo Pizarro, conocido como "el gran Gonzalo", muerto meses después cuando dirigió la rebelión de los encomenderos.
Fue entonces cuando el propio rey de España ordenó su inmediato traslado a la metrópoli. El 15 de marzo de 1551 zarpó del Callao en un galeón especialmente acondicionado para ella y su comitiva. Tenía 17 años. Viajó con dos de sus medios hermanos y con su aya española Catalina Cueva. El viaje duraba meses y está relatado con lujo de detalles en el libro de Rostworoski: Callao, Trujillo, Paita (donde compraron 500 toyos secos –el potaje más solicitado de la época) y Panamá. El istmo se atravesaba por tierra hasta el oceano Atlántico; luego hasta Cuba, Islas Azores y el puerto de San Lúcar de Barrameda.
Cuando llegó a Sevilla se fue de ‘shopping’: en paños y sedas gastó 73 mil maravedís. Compró joyas de Toledo por 17,500 maravedís. También adquirió vajillas de plata y candelabros. Lo que gastó era un monto astronómico para la gente común de España.
Su fama rompió esquemas en la metrópoli. Cuando llegó estaba fresco el recuerdo de los tesoros del quinto real (entregados por los Pizarro) cuyo astronómico monto provocó la primera inflación europea.
El rey le ofreció apoyo para instalarse en la ciudad que ella eligiera, pero doña Francisca decidió casarse con su tío Hernando (el último de los Pizarro aún con vida) que permanecía preso en un castillo por la muerte de Diego de Almagro. Tuvo cinco hijos y radicó en Trujillo de Extremadura, ciudad natal de los Pizarro. La plaza principal tiene un singular parecido con el Cusco actual, con sus arcos en el perímetro de la plaza, sus casas de piedra y un camino pétreo que serpentea hasta el castillo construido por los moros, similar a la cuesta que lleva a Sacsayhuaman. El paisaje local recuerda al del valle del Mantaro.
"El nombre Pizarro es uno de los antiguos de la zona y de la ciudad, encontrándosele desde el siglo XIII vinculado al linaje de los Añasco. Hay referencias documentales que indican la presencia de los Pizarro en la región desde 1280...", sostiene el historiador Rafael Varón Gabai en su libro La Ilusión del Poder...
Hoy en día Trujillo de Extremadura ha sido declarado uno de los ‘pueblos más lindos’ de España y es visitada por miles de turistas solo para escuchar la historia de los Pizarro y, sobre todo, de doña Francisca. En la plaza mayor resalta la estatua del conquistador y la imponente ‘Casona de la Conquista’ de los Pizarro. Los turistas pasean por el castillo y visitan la casa-museo de los Pizarro, donde se han recreado los ambientes de la época en que el joven Francisco decidió hacer la América.
Doña Francisca enviudó a los 47 años y se volvió a casar con Pedro Arias Portocarrero, marqués de Puñonrostro y hermano de la esposa de su hijo Francisco Pizarro Pizarro. La noticia fue comidilla en la alta sociedad hispana. Se mudaron a Madrid, donde compró dos mansiones. La pareja llevó una vida de lujo en la corte hasta la muerte de doña Francisca en 1598, a los 64 años. La heredó su nieto, Juan Fernando Pizarro-Señor de la Villa de Zarza, alférez de la ciudad de Trujillo y alcalde perpetuo de sus alcázares, caballero de la Orden de Calatrava y primer marqués de la Conquista.
“La vida de doña Francisca es una muestra del destino precario de las primeras mujeres peruleras en aquel siglo inicial de convivencia entre invasores y naturales”, escribió Rostworowski. "Peruleras" era el primer gentilicio de las primeras mujeres nacidas en nuestro territorio.
Doña Francisca Pizarro, Inés Huaylas Yupanqui, Contarhuacho, Catalina Cueva, Inés Muñóz... son mujeres claves para entender los primeros años de la existencia del Perú como escenario del choque de las dos más grandes civilizaciones de su época: el Tawantinsuyo y el Imperio Español.

Pero ellas han sido borradas de la historia oficial y solo figuran varones conquistadores y conquistados.