La República, 05 de
marzo de 2017
En el Día de la Mujer, un homenaje desde Trujillo
de Extremadura a la primera mestiza peruana, doña Francisca
Pizarro,
hija del conquistador y de la coya inca Inés Huaylas Yupanqui, hermana de
Atahualpa y nieta de Huayna Cápac.
Doña Francisca Pizarro nació
cuando el Tawantinsuyo había dejado de existir, el Perú se llamaba Nueva
Castilla y Lima no había sido fundada como Ciudad de los Reyes.
Vino al mundo en
1534 en lo que fue la primera capital, Jauja, y era de doble noble cuna: del
lado de acá, fue nieta del inca Huayna Cápac, sobrina de Atahualpa y nieta de
la curaca Contarhuacho, ama y señora del Hanan y Hurín Huaylas (hoy Áncash).
Del lado de allá, era la primogénita del Marqués de la Conquista, Francisco
Pizarro.
Su madre, la
princesa Quispe Sisa –bautizada Inés Huaylas Yupanqui– fue un regalo
que Atahualpa le hizo a Pizarro cuando estaba de rehén del conquistador
extremeño.
“Fortunas y destinos
cambiantes. Para unas, la conquista significaría la pérdida del cobrizo amante
tiernamente amado y la caída en el torbellino de las pasiones pasajeras de los
nuevos amos del Tawantinsuyo; mujeres maltratadas, violadas, abandonadas. Otras
aceptarían complacientes a los extraños forasteros venidos de misteriosas y
lejanas tierras en singulares casas flotantes. ¿Les fascinaría el poder que
ejercían los barbados guerreros, su rápido triunfo sobre el hierático y temido
Hijo del Sol, Señor de los Cuatro Suyu? ¿Cuánta curiosidad concebirían las
mujeres andinas sobre las cualidades y capacidades de amar de los extranjeros?...”,
se pregunta la historiadora María Rostworowski en su célebre libro Doña
Francisca Pizarro, una ilustre mestiza 1534-1598.
Pizarro tenía casi
60 años. Quispe Sisa no había cumplido 18. Las
princesas indígenas eran muy solicitadas por su dote y su belleza. Las mujeres
de la nobleza indígena llevaban el cabello largo y suelto sobre los hombros y
se distinguían por su higiene y finos vestidos. “Eran muy hermosas”, escribió
Pedro Pizarro. Se movilizaban en hamacas o en andas seguidas por su numerosa
servidumbre.
“La escasez de
mujeres españolas en los primeros tiempos hizo
indispensable para los varones europeos la presencia de mujeres andinas. De
estas reuniones furtivas o estables nacieron los primeros mestizos del país. A
no dudarlo, la más destacada e insigne de aquellas mestizas de la primera
generación fue doña Francisca Pizarro...", sostiene Rostworowski.
Doña Francisca fue
bautizada en Jauja el mismo año de su nacimiento y los historiadores
aseguran que Pizarro tiró la casa por la ventana para celebrar a su hija
mestiza. Sus madrinas fueron Isabel Rodríguez, Francisca Pinelo y Beatriz “La
Morisca”, tres mujeres de armas tomar y de las primeras europeas que
acompañaron la conquista.
No había cumplido un
año de nacida cuando su padre tuvo que abandonar Jauja para fundar la Ciudad de
los Reyes. Dos años después las tropas del rebelde Manco Inca atacaron Lima
para expulsar a los españoles. Pizarro ofreció una desesperada resistencia y
logró rechazar a los rebeldes gracias al apoyo de miles de indígenas enviados
por su suegra, Contarhuacho.
A los siete años,
doña Francisca sobrevivió al asesinato de su padre gracias a la intervención de
Inés Muñoz, una extremeña vecina de Trujillo –la patria chica de los Pizarro–
que enfrentó a los almagristas y recuperó el cadáver del marqués. También logró
esconder a doña Francisca y su pequeño hermano en un convento limeño.
La historia de Inés
Muñoz también es digna de recordar ahora que se celebra el Día de la Mujer.
Llegó al Perú acompañando a su esposo Francisco Martín de Alcántara –medio
hermano de Pizarro– pero en el camino murieron sus dos hijos españoles. El
férreo carácter de Inés Muñoz quedó demostrado cuando cuestionó al propio
Francisco Pizarro y se opuso a la sentencia de muerte de Atahualpa. Años
después el propio Pizarro le
encargó la crianza de sus hijos mestizos. Muñoz y otras hispanas fueron las que
trajeron limones, trigo, olivos y algunas frutas. Un dato curioso: en Trujillo
de Extremadura existe un plato típico en base a las ancas de rana, un potaje
que perdura en el Valle del Mantaro, donde Pizarro fundó
la primera capital.
A los 16 años doña
Francisca era la soltera más codiciada del Virreynato del Perú. Heredó las
encomiendas de Yucay (Cusco), Huaylas y Conchucos (en Áncash), el cacicazgo de
Lima y el de Chuquitanta (en el actual Cono Norte limeño). La chismografía
limeña la vinculaba en amores con su tío Gonzalo Pizarro, conocido como
"el gran Gonzalo", muerto meses después cuando dirigió la rebelión de
los encomenderos.
Fue entonces cuando
el propio rey de España ordenó su inmediato traslado a la metrópoli. El 15 de
marzo de 1551 zarpó del Callao en un galeón especialmente acondicionado para
ella y su comitiva. Tenía 17 años. Viajó con dos de sus medios hermanos y con
su aya española Catalina Cueva. El viaje duraba meses y está relatado con lujo
de detalles en el libro de Rostworoski: Callao, Trujillo, Paita (donde
compraron 500 toyos secos –el potaje más solicitado de la época) y Panamá. El
istmo se atravesaba por tierra hasta el oceano Atlántico; luego hasta Cuba,
Islas Azores y el puerto de San Lúcar de Barrameda.
Cuando llegó a
Sevilla se fue de ‘shopping’: en paños y sedas gastó 73 mil maravedís. Compró
joyas de Toledo por 17,500 maravedís. También adquirió vajillas de plata y
candelabros. Lo que gastó era un monto astronómico para la gente común de
España.
Su fama rompió
esquemas en la metrópoli. Cuando llegó estaba fresco el recuerdo de los tesoros
del quinto real (entregados por los Pizarro) cuyo astronómico monto provocó la
primera inflación europea.
El rey le ofreció
apoyo para instalarse en la ciudad que ella eligiera, pero doña Francisca
decidió casarse con su tío Hernando (el último de los Pizarro aún con vida) que
permanecía preso en un castillo por la muerte de Diego de Almagro. Tuvo cinco
hijos y radicó en Trujillo de Extremadura, ciudad natal de los Pizarro. La
plaza principal tiene un singular parecido con el Cusco actual, con sus
arcos en el perímetro de la plaza, sus casas de piedra y un camino pétreo que
serpentea hasta el castillo construido por los moros, similar a la cuesta que
lleva a Sacsayhuaman. El paisaje local recuerda al del valle del Mantaro.
"El nombre Pizarro
es uno de los antiguos de la zona y de la ciudad, encontrándosele desde el
siglo XIII vinculado al linaje de los Añasco. Hay referencias documentales que
indican la presencia de los Pizarro en la región desde 1280...", sostiene
el historiador Rafael Varón Gabai en su libro La Ilusión del Poder...
Hoy en día Trujillo
de Extremadura ha sido declarado uno de los ‘pueblos más lindos’ de
España y es visitada por miles de turistas solo para escuchar la historia de
los Pizarro y, sobre todo, de doña Francisca. En la plaza mayor resalta la
estatua del conquistador y la imponente ‘Casona de la Conquista’ de los
Pizarro. Los turistas pasean por el castillo y visitan la casa-museo de los
Pizarro, donde se han recreado los ambientes de la época en que el joven Francisco
decidió hacer la América.
Doña Francisca
enviudó a los 47 años y se volvió a casar con Pedro Arias Portocarrero, marqués
de Puñonrostro y hermano de la esposa de su hijo Francisco Pizarro Pizarro. La
noticia fue comidilla en la alta sociedad hispana. Se mudaron a Madrid, donde
compró dos mansiones. La pareja llevó una vida de lujo en la corte hasta la
muerte de doña Francisca en 1598, a los 64 años. La heredó su nieto, Juan
Fernando Pizarro-Señor de la Villa de Zarza, alférez de la ciudad de Trujillo y
alcalde perpetuo de sus alcázares, caballero de la Orden de Calatrava y primer
marqués de la Conquista.
“La vida de doña
Francisca es una muestra del destino precario de las primeras mujeres peruleras
en aquel siglo inicial de convivencia entre invasores y naturales”, escribió
Rostworowski. "Peruleras" era el primer gentilicio de las primeras
mujeres nacidas en nuestro territorio.
Doña Francisca
Pizarro, Inés Huaylas Yupanqui, Contarhuacho, Catalina Cueva, Inés Muñóz... son
mujeres claves para entender los primeros años de la existencia del Perú como
escenario del choque de las dos más grandes civilizaciones de su época: el
Tawantinsuyo y el Imperio Español.
Pero ellas han sido
borradas de la historia oficial y solo figuran varones conquistadores y conquistados.
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