martes, 12 de noviembre de 2013

El autor y el tema de Pedro Páramo



JUAN RULFO
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno. Escritor mexicano (Sayula, Jalisco, 1918- México 1986). Un volumen de cuentos El llano en llamas (1953) y una novela breve Pedro Páramo (1955), bastaron para convertirle en una figura esencial de la narrativa contemporánea latinoamericana. Ambos títulos se funden cerrados en un miserable mundo rural; el mundo cruel y vertiginoso de los cuentos coexiste con el caos inmutable de la novela. Realizó, asimismo, guiones cinematográficos (El gallo de oro, 1980). Fue un excelente fotógrafo que captó la realidad social y el paisaje mexicanos.

Rulfo cuando tiene la necesidad de situar geográficamente a sus personajes lo hace en un marco que engloba la región de Jalisco en la cual nació y pasó su infancia. Se basa en los recuerdos que tiene sobre esta zona a los que hay que considerar como una referencia de esas tierras y de sus habitantes cuyos problemas y actitudes nacen de una situación muy concreta. El autor ha aludido muchas veces al ambiente rural en el que surgen estas historias. Pero del mismo modo el autor ha querido dejar claro que sus obras tienen un carácter universalista al contrario de lo que hayan podido pensar los que le criticaron de regionalista.


TEMA CENTRAL
El tema podría ser una historia de esperanzas muertas, las ilusiones frustradas porque todos los personajes tienen una ilusión, un anhelo que en ninguno de los casos se llega a alcanzar. Por ejemplo en el caso de Pedro Páramo él quiere a Susana pero cuando la consigue está perturbada, no está como él la había conocido. Este personaje es vapuleado constantemente por la vida, lo cual le hace ser duro con los demás e ignorar sus sentimientos. En el caso de Dolores Preciado ocurre algo parecido, ella se ilusiona con la idea de su boda con Pedro Páramo pero éste no la quiere en realidad, pretende no saldar su deuda con ella y su hermana beneficiándose de la unión matrimonial. Ella se va con su hermana con la esperanza de que Pedro la eche en falta, a ella y a su hijo (quien narra la historia, Juan Preciado). Pero esto no ocurre porque Pedro no le importan demasiado ni ella ni el hijo de ambos.

Todos los personajes se sienten defraudados con la vida algunos incluso perdieron la esperanza de vivir y se “sentaron a esperar la muerte”. Además todos ellos están muertos, Comala es, en más amplio y literal sentido de la expresión, un pueblo fantasma. Los únicos habitantes de este pueblo son espectros ánimas en pena que vagan por un pueblo en el que no hay ningún ápice de vida

TEMAS SECUNDARIOS

Las relaciones vida-muerte. En la obra las diferencias entre la vida y la muerte no son muy claras en un principio. Se puede pensar que los personajes están vivos y que los sucesos extraños son producidos por alucinaciones o similares; pero a medida que se avanza te vas dando cuenta que los personajes son almas en pena, muertos que no han podido alcanzar el estado de gracia, que no han podido ir al “paraíso”. La muerte de Juan Preciado, que no queda muy claro si es anterior o posterior a su llegada a Comala (a mi parecer es posterior), sirve como nexo comunicante de la muerte hacia el lector y aclara muchas de los aspectos que hubiesen podido quedar poco claros. Uno de estos aspectos puede ser los fragmentos salteados de conversaciones y hechos que conciernen a la vida de los personajes y que explican posteriores comportamientos de dichos personajes.

El reflejo del alma mexicana. En México existe una marcada tradición por la muerte y las creencias populares en torno a la misma son numerosas. En la obra se puede apreciar muy marcadamente una de ellas como es la de las ánimas en pena. Según esta creencia a la tierra regresan las ánimas; que son las almas de los que murieron en pecado. En la obra se puede apreciar la gran importancia que todos los personajes le dan al pecado; el sentimiento de pecado es intensísimo en toda la obra. Todos los personajes están resignados a no obtener el perdón y a que, cuando mueran, vagarán como ánimas hasta purgar su pecado si  algún vivo reza por ellas.


La búsqueda del padre. Juan Preciado llega a Comala con la intención de buscar a su padre Pedro Páramo. Este individuo es padre también de otros hijos en su pueblo, por ejemplo el hombre con el que se encuentra Juan, Abundio, dice ser hijo de Pedro como él. Juan, sin embargo, y pese a que le han dicho que no encontrará a su padre, puesto que éste está muerto, permanece en Comala hasta que ya no se puede marchar (ya que está muerto).

Argumento de Pedro Páramo



Con la historia de Juan Preciado se inicia la novela, él mismo cuenta que llega a Comala para cumplir una promesa que había hecho a su madre en su lecho de muerte, promesa que no pensaba cumplir. Su propósito no es sólo éste, ya que también pretende encontrar y conocer a su padre, un tal Pedro Páramo. A su llegada conoce a un arriero que le indica dónde está el pueblo, también se entera, gracias a éste, de que Pedro Páramo ya ha muerto y de que éste tiene muchos hijos ilegítimos repartidos por todo Comala; incluso el arriero, Abundio, es hijo de Pedro Páramo. En éste punto es interesante la descripción que Juan Preciado hace del paisaje, la cual contrasta totalmente con lo que le ha contado su madre.

Ya en Comala, Juan Preciado se va encontrando con una serie de personajes y situaciones que lo van poniendo en alerta, ya que todos parecen estar muertos. La primera con la que se encuentra es Eduviges, la posadera, quien parece estar esperándolo, sus diálogos con ésta nos proporcionan conocimientos acerca del pasado de Pedro Páramo. Después hay otro personaje que le dice "la pobre Eduviges debe andar penando" (Damiana Cisneros).

Con referencias de este tipo se va acrecentando la idea de que los personajes están introducidos en un plano ultra existencial. Es la forma en que Rulfo hace que Juan Preciado se de cuenta a la vez que el lector de que esas situaciones no son normales y de que esos personajes podrían estar muertos. De hecho, Juan Preciado se lo pregunta a Damiana Cisneros, pero ésta desaparece. Ante la alarma tanto del protagonista como del lector, los personajes actúan con total normalidad.

También se encuentra con una pareja que, según Rulfo, es una alucinación de Juan Preciado quien, ante la incertidumbre de su situación y del presentimiento de que su muerte está cerca, pierde la cabeza. Dicha pareja se encuentra en una casa semi-derrumbada, ellos son hermanos y no salen nunca a la calle por practicar incesto. Ante esto, Juan Preciado les dice que el pueblo está vacío, que no tienen de qué preocuparse, pero la mujer le contesta que el pueblo está lleno de ánimas que andan penando.

La prueba que el mismo Juan Rulfo puso para decir que esta parte de la historia es una alucinación de Juan Preciado es cuando éste cuenta que se tumba junto a la mujer y ésta se pudre. A continuación se produce la muerte de Juan Preciado.

 Su muerte marca un antes y un después en la narración de Juan Preciado, ya que su muerte se da en el fragmento 34 y en el 35 nos enteramos de que ésta narración no es "gratuita", es decir, todo lo que hasta ahora ha narrado forma parte de un diálogo con Dorotea, una mujer con la que comparte sepultura y que también aparece en la historia de Pedro Páramo. Es importante este fragmento porque Juan Preciado reconoce que lo mataron los murmullos.

Al inicio de la novela, el personaje tiene apariencia de héroe, pero en su autonarración se nos va desvelando un personaje ambiguo, cuyo relato es engañoso. Recibe paulatinas informaciones sobre el objeto de su búsqueda y no la comenta. Quiere regresar y no hace ningún movimiento para conseguirlo, se deja llevar. Tiembla y se retuerce de miedo; lo ahogan y lo matan los murmullos.

Ya en la tumba, Juan Preciado habla con Dorotea de las almas que penan. Juan Preciado le dice que los que lo mataron a él fueron los murmullos, ella le contesta que se estaba haciendo el vivo; él ya traía la muerte consigo. A partir de morirse o de darse cuenta de que está muerto, según la opinión de cada uno, es decir, de convertirse en murmullo, Juan Preciado abandona la narración y es un simple receptor de la historia de Dorotea, a su vez, informa a ésta de lo que cuentan otras ánimas. Por ejemplo, la de Susana San Juan, mujer de la que Pedro Páramo estaba enamorado, que cuenta cómo murió.


El otro hilo argumentativo se centra en el personaje de Pedro Páramo, aunque no de la misma forma que ocurría con Juan Preciado. En la historia anterior el propio Juan Preciado narraba sus andanzas por Comala, había una cierta continuidad no exenta de interpolaciones pertenecientes a otros personajes, como por ejemplo el eco de Doloritas, su madre. En resumen, la continuidad se refleja en el eje temporal, ya que la historia empezaba cuando Juan Preciado llegaba a Comala, vagaba, moría y se quedaba enterrado convirtiéndose en un murmullo. Sin embargo, dentro de este nivel encontramos sub-unidades, ya que no aparece Pedro Páramo narrando su vida, sino que, por medio de un sinfín de personajes se va destapando la verdadera personalidad de Pedro Páramo. En los primeros fragmentos que tratan sobre él nos aparece como un niño débil, escondido siempre detrás de las faldas de su madre; ensimismado y soñador. Siempre está presente el recuerdo de Susana, su compañera de la infancia, que se ha marchado de Comala.

Esta personalidad cambia con el asesinato de su padre, Lucas Páramo, quien iba a asistir a una boda como padrino y es asesinado. El recuerdo de la cara despedazada del padre se va borrando con las muertes sucesivas que él ocasiona hasta no dejar rostro que se la recuerde. Poco después del asesinato de Lucas Páramo muere su madre y él hereda "La media Luna", una hacienda que sólo tiene deudas. Tenemos, por tanto, a un joven de 20 años más o menos cubierto de deudas; el carácter de Pedro Páramo cambia radicalmente y se nos presenta como un ser sin escrúpulos que es capaz de pedir la mano de su acreedora más poderosa, Dolores Preciado, para evitar la deuda o de asesinar a otro de sus acreedores, Toribio Aldrete, que también aparece como ánima que pena en la historia de Juan Preciado. Mediante artimañas de este tipo se convierte en el hombre más poderoso de toda la región. Es ayudado por Fulgor Sedano, administrador de Lucas Páramo que al principio desconfiaba de Pedro, hasta que queda admirado por su capacidad para evitar acreedores.

Pedro Páramo es, en su madurez, un hombre atractivo que viola muchachas, de ahí que tenga muchos hijos ilegítimos. Su falta de escrúpulos se refleja en la forma en que reconoce y adopta a uno de sus hijos: Miguel Páramo. Éste hereda de su padre esa capacidad para cometer el mal; viola a la sobrina del padre Rentería y asesina al padre de ésta. Miguel Páramo muere.

Aquí nos aparece la figura del padre Rentería, el cura del pueblo, que no quiere dar la absolución a Miguel Páramo porque ha violado a su sobrina y ha asesinado a su hermano. Pedro Páramo lo soborna y la da dinero para que le de la absolución; éste se la da y sufre un conflicto moral, carga un sentimiento de culpa porque se da cuenta de que sólo presta sus servicios como sacerdote a los ricos, negándoselos a los pobres. Este sentimiento lo encontramos en expresiones como: "El Padre Rentería se revolcaba en su cama sin poder dormir", "oyó el canto de los gallos"...Podríamos decir que él tiene la culpa de que Comala sea un pueblo lleno de almas en pena, ya que no les ha dado la absolución. Él mismo tampoco recibe la absolución y el causante de esto, en definitiva, es Pedro Páramo, quien creció en maldad entre los feligreses del Padre Rentería, quien es causante de los pecados cometidos por gran parte de los feligreses, quien ha despedazado la iglesia sembrando el pecado...

Otra unidad argumentativa es la que hace referencia a Susana San Juan, última esposa de Pedro Páramo y de quien él está enamorado toda la vida. Todo lo referente a ella es narrado en forma de monólogo interior tanto en boca de ella como de Pedro Páramo. Lo que ocurre con ella es lo siguiente: su padre, Bartolomé San Juan, se la lleva de Comala cuando ella es una niña, pero Pedro Páramo la busca incansablemente hasta que da con ella. Consigue casarse con ella y que su padre se quede trabajando en las minas, lejos de la Media Luna; se deshace de Bartolomé San Juan. No consigue ser feliz con Susana, ya que ella está loca y se pasa el día soñando en su vida de casada, vida que no ha tenido; en numerosas ocasiones hace referencia a Florencio, su supuesto marido y cuenta sus encuentros con él.

Paralelamente a la historia de Susana, se hace referencia a la revolución mexicana, ya que los revolucionarios van a pedir cuentas a Pedro Páramo; éste no se amilana y maquina un contragolpe para contrarrestar la acción de la revolución. Éste consiste en hacer falsas promesas a los revolucionarios e introducir en el grupo de éstos al hombre más temerario de Comala con 300 hombres para introducir la contrarrevolución. Es decir, lo que hace es comprar la contrarrevolución para mantener él las riendas de la revolución en sus tierras.

Finalmente, Susana muere y las campanas tocan sin cesar durante días; la gente, que no sabe lo que ha pasado, celebra fiestas mientras las campanas tocan a muerto por Susana. Pedro Páramo promete vengarse: dice: "Me cruzaré de brazos y Comala morirá de hambre". Así ocurre, Comala se va quedando sin gente y Pedro Páramo, se interesa cada vez menos por las cuestiones del exterior.


Un día Abundio, hijo ilegítimo de Pedro Páramo, va a "La media Luna" a pedirle dinero para enterrar a su esposa y hiere se muerte a Pedro Páramo quien "dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras".

Personajes de Pedro Páramo



Pedro Páramo:
Eje de la novela, lo observamos crecer rodeado de muerte, en secuencias traumáticas y poco cuerdas de su vida. Después de la muerte de su padre, se endurece y agiganta como cacique local al frente del rancho “La Media Luna”, al cual beneficia sin detenerse ante nada ni nadie, ni el crimen. Representa el poder más brutal, la violencia que reconoce su culpa (Pedro Páramo dice “estoy empezando a pagar” al conocer la muerte de su hijo Miguel Páramo).
Lo único bello en su interior es su cariño extremo por Susana San Juan, amor de su juventud. Para conseguir la felicidad a su lado, no duda en matar al padre de ésta. Pero esta ilusión se ve frustrada porque Susana está desequilibrada, y la falta de descanso de su alma la aparta definitivamente de Pedro Páramo. Pedro Páramo era un hombre guapo.

Juan Preciado:
Hijo de Pedro Páramo y Dolores Preciado, se encamina a Comala, para cumplir la última voluntad de su madre de acudir al pueblo natal de ésta a exigir cuentas a su padre. En esta voluntad encuentra Juan Preciado una ilusión, por ver a su padre, por encontrar el lugar al que pertenece, pero esta ilusión se ve frustrada porque su padre hace tiempo que ha muerto, y Comala es ahora un pueblo desierto, fantasma.
Juan Preciado es el otro eje de la novela. Representa la criatura abandonada en busca del padre, de lo que es suyo; el fracaso de toda ilusión; la tragedia del vivir humano.

Susana San Juan:
Es el único personaje de la novela sobre el que Pedro Páramo no tiene poder. Encarna el Ideal, la belleza en un marco en el que todo es horror, por eso en sus monólogos podemos encontrar rasgos de un lirismo poético bellísimo, muy intimista. Aún encarnando la pureza y la bondad, es un personaje vuelto a la locura. Está desequilibrada, y la causa de ello, pese a ser muy ambigua como todo en esta novela, puede deducirse de la lectura: su padre probablemente abusó de ella moral y físicamente, y ello la priva de una vida normal con amor y felicidad. Puede ser esto un símbolo de, que en la sociedad de la época y quizá en ésta actual, lo bueno ha sido ultrajado y deshonrado, por lo que ya es difícil encontrar una esperanza de salvación.

Otras mujeres de Comala:
Entre ellas, podemos encontrar a Eduviges Dyada, Damiana Cisneros y Dorotea la Cuarraca. Dolores Preciado, esposa de Pedro Páramo, es un personaje relevante a la historia por ser madre de Juan Preciado. Representa la ilusión e ingenuidad con su amor por Pedro Páramo, pero también el desengaño y la amargura, pues se da cuenta de que a Pedro Páramo sólo le interesan sus tierras y liquidar la deuda que para con ella había adquirido su padre. Su rencor hacia Pedro Páramo es el que causa que su hijo vaya a Comala a exigirle a éste una compensación por los años de abandono financiero y moral (“El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”).

Otros hijos de Pedro Páramo:
Miguel Páramo, hijo ilegítimo reconocido por el tirano, representa todo el mal en el interior de éste y la impunidad con que comete todo tipo de maldad.
Abundio Martínez, no reconocido por Pedro Páramo, es una figura clave en la obra. Se aparece a Juan Preciado en su viaje a Comala, notificándole que su padre está muerto y recomendándole la casa de Eduviges Dyada para hospedarse. En la secuencia 69 vemos como, desolado por la muerte de su compañera, se emborracha en la taberna del Gamaliel y se dirige a la Media Luna con la intención de pedir a Pedro Páramo alguna limosna para el entierro de su amada. Al llegar hasta el cacique, le apuñala, causando su muerte.

Padre Rentería:
Sacerdote local, encarna la corrupción que sufría y sufre la Iglesia mejicana, por no referirnos a la mayoría de sus instituciones. Vive torturado porque es consciente de que no está siendo justo ni con los pobres, a quienes ignora, ni con los ricos (como Pedro Páramo), a quienes perdona todo tipo de pecados e incluso crímenes. Al unirse a la Revolución de los Cristeros, nos demuestra que la corrupción en su interior no va a subsanarse, sino que empeora.

Existen también figuras secundarias que contribuyen a dar a Comala ese ambiente tan desolador y escalofriante.

Los narradores de Pedro Páramo

  
El presente trabajo tiene por objeto caracterizar a los narradores de Pedro Páramo.
La acción de la novela se inicia con el motivo de la búsqueda, hecho mito en la narrativa mexicana: el hijo natural que parte a encontrarse con su padre.
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en un plano de prometerlo todo".
Juan Preciado
El relato personal del narrador personaje, Juan Preciado, le confiere a la narración esa sorprendente objetividad que ella presenta; objetividad lograda, esencialmente, a través de dos técnicas narrativas: el monólogo interior directo y el diálogo. Al igual que todos los personajes de Rulfo, la figura de este narrador aparece desposeída de toda descripción física que permita al lector identificarlo en determinado momento de la narración. El grado de conocimiento que ostenta este narrador en relación al mundo narrado queda reducido a los recuerdos de su madre reproducidos en su conciencia. Recuerdos que se identifican, por un lado, con el carácter edénico de Comala:
 "Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche·".
 Y más adelante:
 "… Llanuras verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la tarde con la lluvia de triples rizos. El color de la tierra, el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel recién derramada…"
 Es el pasado que emerge en su condición paradisíaca en la conciencia de este narrador a través de los recuerdos de Dolores, su madre. Es la Comala de "ayer". Pero, frente al pueblo vívido en la frágil consistencia de un recuerdo, el narrador nos presenta su experiencia real y concreta; su contacto directo con la realidad de Comala. Es el "hoy":
"Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer".
Es el "presente" hecho de ecos. Un pueblo situado "sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno".
Por otra parte, los recuerdos de Dolores se vinculan con la figura de Pedro Páramo, elemento más etéreo aún para la conciencia de este narrador que la propia imagen de Comala. De su padre solo conoce su nombre, el lugar donde encontrarlo y ese constante "el olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro". Pero el narrador, compartiendo absolutamente nuestra perspectiva, conoce la historia misma del cacique de Comala al mismo tiempo que nosotros. Y no podría ser de otra manera; él, Juan Preciado-narrador, está rehaciendo junto con nosotros la historia de su padre y su cacicazgo; intenta, como nosotros, aprehender la historia, tener una conciencia reflexiva sobre ella pero, al igual que nosotros, no la tiene. Carece de una conciencia reflexiva porque está "metido" en la acción; su papel detectivesco –que es el mismo nuestro- va a concluir solo cuando los hilos de la fábula, esparcidos desordenadamente por los distintos rincones del mundo de la novela, puedan ser comprendidos y percibidos en su propia coherencia interna.
Al comenzar la narración, el narrador nos sumerge de inmediato en la misteriosidad del mundo al abrir el relato con la "variante del mito mexicano del hijo ilegitimo". La posición del narrador frente al motivo de la búsqueda nos enfrenta derechamente con el problema del tiempo en la novela. Da la impresión, que al comenzar su relato, el narrador parte de una realidad temporal. Sin embargo, el tiempo de Pedro Páramo es un tiempo mítico, alejado para siempre del fluir temporal: es el tiempo que estuvo, está y estará. Es, para decirlo de una vez, el tiempo que ES.
El narrador básico
La narración de este hablante básico se entrecruza en algunos momentos con el relato personal de Juan Preciado. Narra alternadamente usando las formas perfectivas e imperfectivas, y su participación en la historia en este primer momento, hasta la muerte del narrador Juan Preciado, se vincula, principalmente, con la mostración de algunos pasajes, recuerdos de infancia, de Pedro Páramo:
"El agua que goteaba de las tejas hacía un agujero en la arena del patio. Sonaba: plas plas y luego otra vez plas, en mitad de una hoja de laureles que daba vueltas y rebotes metida en la hendidura de los ladrillos. Ya se había ido la tormenta.
‘Pensaba en ti, Susana. En las lomas verdes. Cuando volábamos papalotes en la época del aire. Oíamos allá abajo el rumor viviente del pueblo mientras estábamos encima de él, arriba de la loma, en tanto se nos iba el hilo de cáñamo arrastrado por el viento. ‘Ayúdame, Susana’. Y unas manos suaves se apretaban a nuestras manos. Suelta más el hilo".
 Los recuerdos infantiles de Pedro Páramo estarán siempre unidos a la imagen de Susana, el amor inalcanzado del cacique, que vive atormentada en la sima de su locura. De este modo el narrador básico, que estructura la narración adoptando el punto de vista de la omnisciencia, nos va configurando el mundo narrativo con la entrega de hechos que completan la visión de mundo del primer narrador estudiado:
“Pedro Páramo volvió a encerrarse en su despacho. Se sentía viejo y abrumado. No le preocupaba Fulgor, que al fin y al cabo ya estaba ‘más para la otra que para esta’. Había dado de sí todo lo que tenía que dar; aunque fue muy servicial, lo que sea de cada quien. De todos modos los ‘tilcuatazos’ que se van a llevar esos locos, pensó”.
Esta forma de narrar, en tercera persona, nos coloca al narrador en la misma postura adoptada por el narrador de la novela tradicional. En este sentido el narrador está presente "situado al flanco de su obra, como el conferenciante cuya disertación acompaña a las diapositivas o a la película documental"; pero se aleja de la postura tradicional en la medida que entrega su relato sin agregar ningún tipo de comentario. El papel del narrador se reduce al de ser un intermediario cuya participación deja ver el mundo, porque ella es transparente: en relación a la experiencia de cada personaje, el narrador la deja manifestarse libremente, sin mediatizar para nada (personalmente) en la narración.
Al igual que el narrador Juan Preciado, este narrador utiliza dos métodos narrativos de presentación: el diálogo y el monólogo. De este modo, la narración aparece mucho más "mostrando" que "diciendo" puesto que, los personajes aparecen actuando directamente frente a nosotros:
 "… Sí, muchas veces dije: ‘El hijo de Dolores debió haber sido mi hijo’. Después te diré por qué".
 El diálogo anotado nos remite a la conversación sostenida por Eduviges Dyada con Juan Preciado; sería mejor decir a una parte de esa conversación, puesto que ella es interrumpida por los recuerdos de Pedro Páramo-niño, para ser continuada varias páginas más adelante:
 "-Pues sí, yo estuve a punto de ser tu madre. ¿Nunca te platicó ella nada de esto?”
Por medio del monólogo y empleando la misma técnica cinematográfica, el narrador, cuya presencia a veces es difícil de captar, nos va entregando el fluir de la conciencia del personaje:
"El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo".
El fragmento del monólogo nos presenta el recuerdo incesante de Susana en la conciencia de Pedro Páramo. Como en el ejemplo anterior, el monólogo se desarrolla con constantes y repentinas interrupciones desde el momento en que él se inicia, varias páginas atrás.
Otros narradores
Los dos últimos narradores que reconocemos en la novela terminarán por reconstruir la historia de Pedro Páramo. Estos narradores son Dorotea y Susana San Juan; ambos habitan las tumbas-narradoras contiguas a la de Juan Preciado. La participación de Dorotea como figura-narrador se limita a tres momentos claramente definidos: 1) su vida incestuosa que la condena definitivamente a perder el cielo, encontrándose su alma en un constante vagar por la tierra "buscando vivos que recen por ella"; 2) sus sueños: el "maldito" y el "bendito"; 3) historia que relata parte de la vida de Susana San Juan, su carácter de última esposa de Pedro Páramo y el gran amor que este le profesa; al mismo tiempo relata la desilusión sufrida por él hasta el extremo de desalojar sus tierras y quemar los enseres, comenzando así la ruina del pueblo.
La narración de Susana San Juan se nos aparece como un puente que une el relato de Juan Preciado con la narración del hablante básico. Su relato, todo directo, a través de diálogos y monólogos, comienza por mostrarnos su pasado infantil y la muerte de su madre, la soledad y abandono en que quedaron ella y Justina, el macabro episodio de su encuentro con la calavera, obligada por un padre obsesionado por el dinero, y su propia vida de locura al lado de Pedro Páramo, recordando a su esposo muerto, a Florencio.


El estilo de Pedro Páramo

Reconocemos en la novela dos estilos diferentes que se traducen en igual cantidad de lenguajes también diversos.
Estilo poético
En estilo que se caracteriza por ser altamente connotativo, y que utiliza un lenguaje eminentemente metafórico donde las imágenes de la luz y el color; el gusto y el sonido, le confieren al relato la poeticidad que él posee y que se proyecta hasta nuestra propia sensibilidad, traspasándola, para situarla en la profundidad de nuestro espíritu. En tres de los narradores estudiados reconocemos este rasgo poético del estilo: Juan Preciado, el narrador básico y Susana San Juan. Ejemplificaremos el estilo de estos narradores en el mismo orden en que ellos aparecen mencionados:
 "… No sentir otro sabor sino el del azahar de los naranjos en la tibieza del tiempo".
 "El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo".
 "…Era temprano. El mar corría y bajaba en olas. Se desprendía de su espuma y se iba, limpio, con su agua verde, en ondas calladas.
“El mar moja mis tobillos y se va; moja mis rodillas, mis muslos; rodea mi cintura con su brazo suave, da vueltas sobre mis senos; se abraza de mi cuello; aprieta mis hombros. Entonces me hundo en él, entera. Me entrego a él en su fuerte batir, en su suave poseer, sin dejar pedazo".

Los tres narradores presentan una constante en la elaboración de este tipo de lenguaje: la evocación. Efectivamente, son los recuerdos de otros seres vinculados directamente con el "sentir" de cada uno de estos narradores, los que en definitiva motivan la sensibilidad del relato que trasciende la palabra misma para alcanzar, a través de lúcidas y policromáticas imágenes, el cristalino virtuosismo del lenguaje poético. En Juan Preciado son los recuerdos de su madre que emergen edénicamente en su conciencia; en el narrador básico, la imagen de Susana en la conciencia de Pedro Páramo; en Susana San Juan, los recuerdos de Florencio, su primer esposo, son los que construyen la sensualidad de su narración.
Estilo directo
Otro estilo, al que convencionalmente llamaremos "directo", en donde el lenguaje no presenta mayores ostentaciones de empinarse más allá de la palabra hablada, simple y coloquial. Este lenguaje, que refleja la conciencia mítico-popular del pueblo mexicano, estructurará los relatos de los cuatro narradores por medio de los llamados "géneros del decir hablado", como la "charla", la "conversación" y otros reconocidos por Eleazar Huerta. Claro está, como vimos anteriormente, que los narradores-poetas solo usarán este estilo, cuando sus relatos se mantengan siempre alejados de los "seres-estímulos". Cuando ello ocurre, la cotidianidad del lenguaje se apodera, entonces, del relato que, generalmente por medio del diálogo, en primera instancia, y del monólogo después, estructura una narración simple y directa: habitual. Ejemplificaremos este estilo de los narradores en el mismo orden en que ellos han sido estudiados:
 "Volvió a darme las buenas noches. Y aunque no había niños jugando, ni palomas, ni tejados azules, sentí que el pueblo vivía".
 "-No puedo, don Pedro, tengo que estar temprano en la iglesia porque me espera un montón de mujeres junto al confesionario. Otra vez será".
 "Y todo por las ideas de don Pedro, por sus pleitos de alma. Nada más porque se le murió su mujer, la tal Susanita. Ya te has de imaginar si la quería".
 "Estoy acostada en la misma cama donde murió mi madre hace ya muchos años; sobre el mismo colchón; bajo la misma cobija de lana negra con la cual nos envolvíamos las dos para dormir".
En los trozos citados de Juan Preciado, el narrador básico, Dorotea y Susana San Juan respectivamente, se advierten los rasgos de estilo que antes mencionábamos. Ellos sobresalen más nítidamente si los comparamos con las cualidades poéticas desarrolladas por los narradores-vates.
Dos estilos: poético uno, directo el otro; dos lenguajes: metafórico el primero, coloquial el segundo, para un cosmos cuya comprensión y aprehensión solo pueden surgir a partir de la coherencia interna de sus partes, donde el estilo y el lenguaje de los narradores juegan un papel preponderante.

Podemos concluir diciendo que los narradores estudiados no se esfuerzan en lo mínimo por representar un mundo coherente; que la imagen caótica y desintegrada del mundo narrado obliga, por lo tanto al lector, a establecer, como el narrador de la novela moderna, sólidos supuestos básicos en el mundo de la novela, para que este pueda ser totalmente comprendido y aprehendido. Es en este sentido que se ha hablado aquí de lector-investigador.

lunes, 21 de octubre de 2013

La paloma altanera y la abejita curiosa



Una blanca paloma y una abejita zumbadora eran muy buenas amigas e hicieron la promesa de estar siempre juntas como dos inseparables hermanas. Todas las tardes acostumbraban a salir de paseo para disfrutar de su leal amistad.

Un día de negros nubarrones tuvieron las amigas una torpe discusión. Iban volando juntas cuando la pequeña nectarina le preguntó a la paloma – ¿por qué no puedes zumbar? La aludida, como nunca había ocurrido antes, sintió que le estaban echando en cara un defecto y le retrucó – ¿por  qué eres tan picuda, insignificante y fea? Una larga mirada de sorpresa acompañó el repentino adiós. La paloma altanera hizo una mueca y se fue dejando sola y apenada a su compañera. Las lágrimas de la tarde comenzaban a derramarse como ruidosas cataratas.

El diluvio sorprendió a la pobre abejita tratando de cruzar el lago. Los truenos hacían temblar la tierra. Relumbraban los relámpagos rabiosos y enceguecían los ojos de la mielera abandonada. No pudo más y cayó al agua, quien, la samaqueó alborotada por la intensidad de la lluvia, hasta dejarla muerta.


La paloma, que alcanzó a guarecerse bajo la sombra de un eucalipto, esperó a que calmara la tormenta para volver arrepentida con su amiga de toda la vida. No la encontró para disculparse. Ahora ella piensa en todo momento que estarían juntas todavía si hubiera  sabido desoír el mal consejo de la ira.