lunes, 21 de octubre de 2013

La paloma altanera y la abejita curiosa



Una blanca paloma y una abejita zumbadora eran muy buenas amigas e hicieron la promesa de estar siempre juntas como dos inseparables hermanas. Todas las tardes acostumbraban a salir de paseo para disfrutar de su leal amistad.

Un día de negros nubarrones tuvieron las amigas una torpe discusión. Iban volando juntas cuando la pequeña nectarina le preguntó a la paloma – ¿por qué no puedes zumbar? La aludida, como nunca había ocurrido antes, sintió que le estaban echando en cara un defecto y le retrucó – ¿por  qué eres tan picuda, insignificante y fea? Una larga mirada de sorpresa acompañó el repentino adiós. La paloma altanera hizo una mueca y se fue dejando sola y apenada a su compañera. Las lágrimas de la tarde comenzaban a derramarse como ruidosas cataratas.

El diluvio sorprendió a la pobre abejita tratando de cruzar el lago. Los truenos hacían temblar la tierra. Relumbraban los relámpagos rabiosos y enceguecían los ojos de la mielera abandonada. No pudo más y cayó al agua, quien, la samaqueó alborotada por la intensidad de la lluvia, hasta dejarla muerta.


La paloma, que alcanzó a guarecerse bajo la sombra de un eucalipto, esperó a que calmara la tormenta para volver arrepentida con su amiga de toda la vida. No la encontró para disculparse. Ahora ella piensa en todo momento que estarían juntas todavía si hubiera  sabido desoír el mal consejo de la ira. 

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