martes, 12 de noviembre de 2013

El estilo de Pedro Páramo

Reconocemos en la novela dos estilos diferentes que se traducen en igual cantidad de lenguajes también diversos.
Estilo poético
En estilo que se caracteriza por ser altamente connotativo, y que utiliza un lenguaje eminentemente metafórico donde las imágenes de la luz y el color; el gusto y el sonido, le confieren al relato la poeticidad que él posee y que se proyecta hasta nuestra propia sensibilidad, traspasándola, para situarla en la profundidad de nuestro espíritu. En tres de los narradores estudiados reconocemos este rasgo poético del estilo: Juan Preciado, el narrador básico y Susana San Juan. Ejemplificaremos el estilo de estos narradores en el mismo orden en que ellos aparecen mencionados:
 "… No sentir otro sabor sino el del azahar de los naranjos en la tibieza del tiempo".
 "El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo".
 "…Era temprano. El mar corría y bajaba en olas. Se desprendía de su espuma y se iba, limpio, con su agua verde, en ondas calladas.
“El mar moja mis tobillos y se va; moja mis rodillas, mis muslos; rodea mi cintura con su brazo suave, da vueltas sobre mis senos; se abraza de mi cuello; aprieta mis hombros. Entonces me hundo en él, entera. Me entrego a él en su fuerte batir, en su suave poseer, sin dejar pedazo".

Los tres narradores presentan una constante en la elaboración de este tipo de lenguaje: la evocación. Efectivamente, son los recuerdos de otros seres vinculados directamente con el "sentir" de cada uno de estos narradores, los que en definitiva motivan la sensibilidad del relato que trasciende la palabra misma para alcanzar, a través de lúcidas y policromáticas imágenes, el cristalino virtuosismo del lenguaje poético. En Juan Preciado son los recuerdos de su madre que emergen edénicamente en su conciencia; en el narrador básico, la imagen de Susana en la conciencia de Pedro Páramo; en Susana San Juan, los recuerdos de Florencio, su primer esposo, son los que construyen la sensualidad de su narración.
Estilo directo
Otro estilo, al que convencionalmente llamaremos "directo", en donde el lenguaje no presenta mayores ostentaciones de empinarse más allá de la palabra hablada, simple y coloquial. Este lenguaje, que refleja la conciencia mítico-popular del pueblo mexicano, estructurará los relatos de los cuatro narradores por medio de los llamados "géneros del decir hablado", como la "charla", la "conversación" y otros reconocidos por Eleazar Huerta. Claro está, como vimos anteriormente, que los narradores-poetas solo usarán este estilo, cuando sus relatos se mantengan siempre alejados de los "seres-estímulos". Cuando ello ocurre, la cotidianidad del lenguaje se apodera, entonces, del relato que, generalmente por medio del diálogo, en primera instancia, y del monólogo después, estructura una narración simple y directa: habitual. Ejemplificaremos este estilo de los narradores en el mismo orden en que ellos han sido estudiados:
 "Volvió a darme las buenas noches. Y aunque no había niños jugando, ni palomas, ni tejados azules, sentí que el pueblo vivía".
 "-No puedo, don Pedro, tengo que estar temprano en la iglesia porque me espera un montón de mujeres junto al confesionario. Otra vez será".
 "Y todo por las ideas de don Pedro, por sus pleitos de alma. Nada más porque se le murió su mujer, la tal Susanita. Ya te has de imaginar si la quería".
 "Estoy acostada en la misma cama donde murió mi madre hace ya muchos años; sobre el mismo colchón; bajo la misma cobija de lana negra con la cual nos envolvíamos las dos para dormir".
En los trozos citados de Juan Preciado, el narrador básico, Dorotea y Susana San Juan respectivamente, se advierten los rasgos de estilo que antes mencionábamos. Ellos sobresalen más nítidamente si los comparamos con las cualidades poéticas desarrolladas por los narradores-vates.
Dos estilos: poético uno, directo el otro; dos lenguajes: metafórico el primero, coloquial el segundo, para un cosmos cuya comprensión y aprehensión solo pueden surgir a partir de la coherencia interna de sus partes, donde el estilo y el lenguaje de los narradores juegan un papel preponderante.

Podemos concluir diciendo que los narradores estudiados no se esfuerzan en lo mínimo por representar un mundo coherente; que la imagen caótica y desintegrada del mundo narrado obliga, por lo tanto al lector, a establecer, como el narrador de la novela moderna, sólidos supuestos básicos en el mundo de la novela, para que este pueda ser totalmente comprendido y aprehendido. Es en este sentido que se ha hablado aquí de lector-investigador.

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