Es ésta una de las muchas
palabras sin correspondiente en castellano. Literalmente se le puede traducir
por varoncillo, pero aun así no
corresponde al significado de la palabra indígena.
Afirman los oriundos de
las regiones del antiguo Wanuku, donde se habla el dialecto Chinchay Suyu,
Wanaku o Xal’qa, que en los ríos, fuentes, riachuelos y lagunas, existe un ser
de figura humana, de más o menos del tamaño de un niño de seis meses, cuyo
cuerpo, en la parte posterior hasta los talones, se halla totalmente cubierto
de largos y espesos pelos. Sostienen que este raro ser, caminando durante las
noches sobre las aguas, gruñe reciamente con una voz semejante al de los
lechones y que en días de garúa (chirapa)
arroja por el ombligo el arco iris (turumanya).
Afirman también que las
personas afortunadas pueden coger a aquel raro ser laceándolo con una soga de
cerda torcida con la mano izquierda porque de lo contrario, con la enorme
fuerza que tiene, vence al hombre. Una vez preso así, sostienen, que hasta
habla en lenguaje humano y paga por su libertad crecido rescate en oro, plata o
piedras preciosas. Cuentan por fin, que a quien le coge, en cambio de una
fuerte recompensa metálica, le pide la guía del ombligo de un niño (varón), el cual, dice, en sus luchas con
sus enemigos le sirve de poderosa arma de triunfo.
A la acción del ichik ol’qo atribuyen la descompostura
de los molinos, el enturbiamiento de las aguas y el susto de los transeúntes
nocturnos a causa de los gruñidos estridentes que emite aquel raro ser.
El comarcano tiene tan
plena fe en la existencia real de este ser fabuloso que, cuando se camina en su
compañía por la orilla de los ríos, al ver el agua coloreada por cualquier
causa en los huecos que olas forman en las piedras o rocas salientes, dice al
momento: “ichik ol’qupa ishpayninta
rikay” (fíjate en la orina del ichik
ol’qo).
Quien conoce siquiera las
nociones más elementales de la meteorología, sabe cuál es el origen del arco
iris (turumanya). Sin embargo los
autóctonos de la comarca que nos ocupa, creen que el arco iris sale, en los
instantes de garúa (chirapa), del
ombligo de un ichik ol’qo, y afirman
que habita en un manantial, y que formando espirales va a dar en el ombligo de
otro ichik ol’qo, que reside en otro
manantial. Muchos agregan que, adherido al extremo saliente del espiral, va un
gato rojo el que supone sea el demonio (supay).
Atribuyen al arco iris
efectos maléficos. Cuando una mujer da a luz un monstruo o se enferma de
hidropesía, o de cualquier otro mal que aumenta el volumen del vientre, sin
admitir discusión, afirma que la mujer está puksyush’qa,
esto es, que el arco iris se ha introducido en el vientre, o mejor, que el ichik ol’qo la ha poseído mediante el
arco iris.
Se va más lejos en esta
creencia: se sostiene que aún el hombre y los animales de todo sexo pueden ser
poseídos por el turumanya. De tal manera está arraigada esta creencia en el
espíritu popular que toda mujer que se halla ocupada en alguna faena cerca de
una fuente, laguna o río, o simplemente está cerca de las aguas, en cuanto
comienza a caer la garúa, antes que aparezca el arco iris, abandona su tarea y
huye precipitadamente lejos de las aguas.
Es curioso observar la
diferencia que establece sobre la forma cómo la mujer y el hombre, se dice, son
poseídos por el turumanya: el hombre lo es por la coronilla de la cabeza y la
mujer por el ombligo.
Wira Kocha N° 1. Enero, 1931. Vol. I - Recogido por Saturnino Vara Cadillo
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