A propósito de mi artículo sobre el gentilicio de Concepción, me preguntaban algunos ávidos lectores: ¿qué tipo de nominación es entonces la voz montacanasta? ¿Un sobrenombre? ¿Un apodo? ¿Es también un gentilicio?
Comienzo por aclarar que podemos hacer uso de nuestra lengua en diferentes niveles socioculturales. Hay una lengua culta, otra familiar y otra vulgar. La lengua culta corresponde al ámbito académico y es formal, propio de personas educadas, con un vocabulario amplio, preciso, elegante y correcto. La lengua coloquial o familiar pertenece al de la comunicación cotidiana, es espontánea y utiliza palabras sencillas. La lengua vulgar se desarrolla en la marginalidad social, es informal e imprecisa, no se interesa por la corrección. Mis artículos muestran preocupación por el nivel culto, donde los usos han de ser formales y regidos por la norma adecuada.
En le nivel coloquial debemos guardar flexibilidad porque allí se genera una gama de posibilidades que permiten la evolución de la lengua; este nivel es rico en aportes y creación permanente de nuevas voces, giros y expresiones. Sin él nuestra lengua se condenaría al anquilosamiento.
El nivel culto es modelo del buen decir. Es el nivel que debemos imitar quienes pretendemos ser reconocidos como difusores de cultura y utilizamos la palabra escrita en artículos, libros y diferentes medios de prensa.
Volvamos a nuestro tema. Un sobrenombre o mote es específico para las personas y se utiliza para enaltecerlos o diferenciarlos de otros: Juana La loca, Iván El terrible, Rosa La rumorosa, Ricardo Corazón de león, el Papa peregrino, el poeta de América son ejemplos de sobrenombres. En nuestro medio es común confundir el sobrenombre con el apodo, pero no son lo mismo.
Un apodo o motejo es una nominación que se basa en un defecto corporal o comparación graciosa: "el ciego", "enano", "tren de sierra", "llanta baja", "mueble fino", "charapa" son ejemplos de apodos y en este grupo encaja el término "montacanasta" ya que se sustenta en una comparación deformada y graciosa del repartidor de panes que monta su jumento cargado con dos canastas grandes o balais.
Finalmente, ¿es un barbarismo utilizar el término concepcino? ¿Debemos condenar a quienes lo usan? No; esta voz apocopada es definida en terminología lingüística como un hipocorístico; es decir, una nominación abreviada, diminutiva, cariñosa para designar a alguien o algo: Lucho, Perico, Dani, Manu, señito son ejemplos de hipocorísticos y el neologismo en referencia bien ingresa a este grupo nominal. Sin perjuicio de quienes lo usen, definitivamente no es un gentilicio; pero sí un hipocorístico simpático.
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