El presente trabajo tiene por objeto caracterizar a los
narradores de Pedro Páramo.
La acción de la novela se inicia con el motivo de la búsqueda, hecho mito en la narrativa mexicana: el hijo natural que parte a
encontrarse con su padre.
"Vine
a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi
madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.
Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo
en un plano de prometerlo todo".
Juan
Preciado
El relato personal del narrador personaje, Juan Preciado, le confiere a la
narración esa sorprendente objetividad que ella presenta; objetividad lograda,
esencialmente, a través de dos técnicas narrativas: el monólogo interior directo y el diálogo. Al igual que todos los personajes de Rulfo, la figura de
este narrador aparece desposeída de toda descripción física que permita al lector identificarlo en determinado momento
de la narración. El grado de conocimiento que ostenta este narrador en relación al mundo narrado
queda reducido a los recuerdos de su madre reproducidos en su conciencia. Recuerdos que se identifican, por un lado, con el carácter
edénico de Comala:
"Hay
allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura
verde, algo amarilla por el maíz
maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra,
iluminándola durante la noche·".
Y más adelante:
"… Llanuras
verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el
rizar de la tarde con la lluvia de triples rizos. El color de
la tierra,
el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel recién
derramada…"
Es el pasado que emerge en su condición paradisíaca en
la conciencia de este narrador a través de los recuerdos de Dolores, su
madre. Es la Comala de "ayer". Pero, frente al pueblo vívido en la
frágil consistencia de un recuerdo, el narrador nos presenta su experiencia
real y concreta; su contacto directo con la realidad de Comala. Es el
"hoy":
"Ahora
estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras
redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo
su sonido en
el eco de las paredes teñidas por el sol
del atardecer".
Es el "presente" hecho de ecos. Un pueblo situado
"sobre las brasas de la
tierra, en la mera boca del
infierno".
Por otra parte, los recuerdos de Dolores se vinculan con la
figura de Pedro Páramo, elemento más etéreo aún para la conciencia de este
narrador que la propia imagen de Comala. De su padre solo conoce su nombre, el lugar
donde encontrarlo y ese constante "el
olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro". Pero el narrador,
compartiendo absolutamente nuestra perspectiva, conoce la historia misma del cacique de Comala al mismo tiempo que nosotros. Y no podría ser de otra manera; él, Juan
Preciado-narrador, está rehaciendo junto con nosotros la historia de su padre y su cacicazgo; intenta, como nosotros,
aprehender la historia, tener una conciencia reflexiva sobre ella pero, al
igual que nosotros, no la tiene. Carece de una conciencia reflexiva porque está
"metido" en la acción; su papel detectivesco –que es el mismo nuestro- va a concluir solo
cuando los hilos de la fábula, esparcidos desordenadamente por los distintos
rincones del mundo de la novela, puedan ser comprendidos y percibidos en su
propia coherencia interna.
Al comenzar la narración, el narrador nos sumerge de
inmediato en la misteriosidad del mundo al abrir el relato con la
"variante del mito mexicano del hijo ilegitimo". La posición del narrador
frente al motivo de la búsqueda nos enfrenta derechamente con el problema del
tiempo en la novela. Da la impresión, que al comenzar su relato, el narrador
parte de una realidad temporal. Sin embargo, el tiempo de Pedro Páramo es un
tiempo mítico, alejado para siempre del fluir temporal: es el tiempo que
estuvo, está y estará. Es, para decirlo de una vez, el tiempo que ES.
El
narrador básico
La narración de este hablante básico se entrecruza en
algunos momentos con el relato personal de Juan Preciado. Narra alternadamente usando las formas
perfectivas e imperfectivas, y su participación en la historia en este primer
momento, hasta la muerte del narrador Juan Preciado, se vincula, principalmente, con
la mostración de algunos pasajes, recuerdos de infancia, de Pedro Páramo:
"El agua
que goteaba de las tejas hacía un agujero en la arena del patio. Sonaba: plas
plas y luego otra vez plas, en mitad de una hoja de laureles que daba vueltas y
rebotes metida en la hendidura de los ladrillos. Ya se había ido la tormenta.
‘Pensaba
en ti, Susana. En las lomas verdes. Cuando volábamos papalotes en la época del aire.
Oíamos allá abajo el rumor viviente del pueblo mientras estábamos encima de él,
arriba de la loma, en tanto se nos iba el hilo de cáñamo arrastrado por el
viento. ‘Ayúdame, Susana’. Y unas manos suaves se apretaban a nuestras manos.
Suelta más el hilo".
Los recuerdos infantiles de Pedro Páramo estarán
siempre unidos a la imagen de Susana, el
amor inalcanzado del cacique, que vive
atormentada en la sima de su locura. De este modo el narrador básico, que estructura la narración adoptando el punto de vista de la
omnisciencia, nos va configurando el mundo narrativo con la entrega de hechos
que completan la visión de mundo del primer narrador estudiado:
“Pedro
Páramo volvió a encerrarse en su despacho. Se sentía viejo y abrumado. No le
preocupaba Fulgor, que al fin y al cabo ya estaba ‘más para la otra que para
esta’. Había dado de sí todo lo que tenía que dar; aunque fue muy servicial, lo
que sea de cada quien. De todos modos los ‘tilcuatazos’ que se van a llevar
esos locos, pensó”.
Esta forma de narrar, en tercera persona, nos coloca al narrador en la misma postura adoptada por el
narrador de la novela tradicional. En este sentido el narrador está presente
"situado al flanco de su obra, como el conferenciante cuya disertación
acompaña a las diapositivas o a la película documental"; pero se aleja de
la postura tradicional en la medida que entrega su relato sin agregar ningún
tipo de comentario. El papel del narrador se reduce al de ser un intermediario cuya
participación deja ver el mundo, porque ella es transparente: en relación a la
experiencia de cada personaje, el narrador la deja manifestarse libremente, sin
mediatizar para nada (personalmente) en la narración.
Al igual que el narrador Juan Preciado, este narrador
utiliza dos métodos narrativos de presentación: el diálogo y el monólogo. De este modo, la narración aparece mucho más
"mostrando" que "diciendo" puesto que, los personajes
aparecen actuando directamente frente a nosotros:
"… Sí,
muchas veces dije: ‘El hijo de Dolores debió haber sido mi hijo’. Después te
diré por qué".
El diálogo anotado nos remite a la conversación sostenida
por Eduviges Dyada con Juan Preciado; sería mejor decir a una parte de esa
conversación, puesto que ella es interrumpida por los recuerdos de Pedro
Páramo-niño, para ser continuada varias páginas más adelante:
"-Pues
sí, yo estuve a punto de ser tu madre. ¿Nunca te platicó ella nada de esto?”
Por medio del monólogo y empleando la misma técnica
cinematográfica, el narrador, cuya presencia a veces es difícil de captar, nos
va entregando el fluir de la conciencia del personaje:
"El
día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de
la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo".
El fragmento del monólogo nos presenta el recuerdo incesante
de Susana en la conciencia de Pedro Páramo. Como en el ejemplo anterior, el
monólogo se desarrolla con constantes y repentinas interrupciones desde el
momento en que él se inicia, varias páginas atrás.
Otros
narradores
Los dos últimos narradores que reconocemos en la novela
terminarán por reconstruir la historia de Pedro Páramo. Estos narradores son Dorotea
y Susana San Juan; ambos habitan las tumbas-narradoras contiguas a la
de Juan Preciado. La participación de Dorotea como figura-narrador se limita a
tres momentos claramente definidos: 1) su
vida incestuosa que la condena definitivamente a perder el cielo, encontrándose
su alma en un constante vagar por la tierra
"buscando vivos que recen por ella"; 2) sus sueños: el
"maldito" y el "bendito"; 3) historia que relata parte de
la vida de Susana San Juan, su carácter de última esposa de Pedro Páramo y el
gran amor
que este le profesa; al mismo tiempo relata la desilusión sufrida por él hasta
el extremo de desalojar sus tierras y quemar los enseres, comenzando así la
ruina del pueblo.
La
narración de Susana San Juan se nos aparece como un puente que une el relato de
Juan Preciado con la narración del hablante básico. Su relato, todo directo, a
través de diálogos y monólogos, comienza por mostrarnos su pasado infantil y la
muerte de su madre, la soledad y abandono
en que quedaron ella y Justina, el macabro episodio de su encuentro con la
calavera, obligada por un padre obsesionado por el
dinero, y su propia vida de locura al lado
de Pedro Páramo, recordando a su esposo muerto, a Florencio.
1 comentario:
Muy interesante, con mucha información y puntos de relevancia.
Ser profesor va mas allá de enseñar a un salón de clase, sino enseñar incondicionalmente con esta nueva tecnología. Felicitaciones
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