martes, 3 de septiembre de 2013

La hormiga que quería ser escritora


Por: Cronwell Jara Jiménez

Era una hormiga muy pequeña, insignificante si se la comparaba con los demás animales de la tierra. Pero era muy voluntariosa.
Quería ser escritora, pero sus demás amigos que habían tenido también sus mismos deseos, arrepentidos ahora, mucho la habían tratado de desanimar. La hormiga los escuchó con paciencia, pero no les hizo caso. Ella, obstinada, quería ser escritora.
-      Pues, si quieres serlo, mira esa pesada roca -le aconsejó una anciana hormiga de mucha experiencia, señalándole una enorme peña en la orilla del camino.
-      ¡Guau! -exclamó la hormiga que quería ser escritora - ¡A mi lado es del tamaño de una montaña!
-      Si quieres ser escritora tendrás que levantarla para que llegues a descubrir la cueva que ella oculta. Si lo logras, se te abrirán ante los ojos las cosas más maravillosas que jamás has imaginado. ¡Allí se guardan las experiencias, las sabidurías y los sueños de los más grandes escritores! -explicó emocionada la vieja hormiga, acariciándose la blanca barba.
-      ¡Claro que sí moveré esa montaña! -sin dudar, dijo la pequeña hormiga.
-      ¿Estás segura? ¿Estás muy segura que lo harás?
-      ¡Espera y verás! -le dijo impaciente la hormiga que quería ser escritora.
-      Calma, entonces -la serenó la vieja hormiga-. Permíteme ayudarte. Toma, recibe estas cuatro bolsitas.
-      ¿Qué son? ¿Qué contienen?
La vieja hormiga le dijo:
-      Las utilizarás cuando estés en apuros. La primera contiene rocíos de "Ingenio y Astucia"; la segunda, rocíos de "Fuerza y Perseverancia"; la tercera, rocíos de "Autenticidad y Espejo de sí mismo"; y la cuarta, rocíos de "Experiencia".
La vieja hormiga se fue, y la hormiga que quería ser escritora quedó sola, muy sola.
Y se enfrentó ante la roca, ¡era grande y seguramente más pesada de lo que había imaginado!; pero, sin embargo, no se desanimó.
Iba a intentar levantarla y hacerla a un lado, cuando una enorme culebra se encaramó sobre la roca y se enroscó ahí para solearse.
-      ¡Sal de la roca, culebra! -le gritó.
La culebra alzó la cabeza para ver quién la molestaba y se rio burlona al ver que era una pequeña criatura.
-      ¿Y para qué quieres que salga?
-      Para levantar y apartar la roca sobre la que tú estás. Tu peso es un obstáculo sobre otro obstáculo, pero, si tú sales, estoy segura de poder alzarla. ¡Vete ya!
La culebra carcajeó y se enroscó más.
-      Pues, ¡no quiero salir! Yo aquí estoy muy bien bajo este sol tan agradable -dijo y cerrando los ojos, se preparó para dormir -; además, ¿por qué tú, una miserable hormiga, tienes tanto interés en apartar esta roca tan grande?
-      ¡Porque quiero ser escritora! -respondió la pequeña -. Y al apartar la roca me veré ante una cueva. Mis ojos se llenarán de cosas maravillosas. Y tendré experiencia, sabiduría…
La culebra entonces abrió los ojos para ver a la hormiga con mucho respeto. Sin duda estaba ante un insecto interesante. Pero dijo:
-      Bah, ¡vete y déjame dormir! Además… ¿Qué podrías hacerme si no lo hago? -y se quedó dormida.
-      ¿Ah, sí? -exclamó molesta la hormiga-. Pues, te las verás conmigo.
Y se dispuso a luchar. Pero, ¿Cómo podría luchar una pequeñísima hormiga contra una enorme culebra, por lo demás: indiferente e ignorante?
Recordó las bolsitas y abrió la primera, de la que bebió una gotita de rocío y, con gran astucia, escaló sobre la cima de la montaña. Segura de que iba a ganar porque se tenía mucha fe, con gran ingenio pícara picó en la cola de la culebra. La enroscada gritó y saltó en el aire como si la estuvieran comiendo viva:
-      ¡Ay! -se dolió- ¿Quién es el gigante invisible que me quiere tragar entera?
Y escapó de la roca saltando como un rayo, alejándose para jamás volver. La hormiga volvió a colocarse ante la roca, pero cuando intentó otra vez alzarla apareció un gavilán y se posó sobre la cima.
-      ¡Gavilán, sal de la roca! -se molestó la hormiga.
Era un gavilán de pico filoso y garras grandes y duras como el acero.
-      ¿Y para qué quieres que salga? -le respondió.
-      Porque quiero ser escritora -contestó orgullosa la hormiga.
El gavilán la miró con atención y con mucha envidia, le dijo:
-      Ah, yo también quise ser escritor, ¡siendo un señor gavilán! Pero nunca lo he sido, aunque ves mi prestancia, la belleza de mis plumas y mi vuelo maravilloso, no sé por qué. Pero tú, insecto despreciable, qué lo vas a ser.
-      Eres el peso que está demás en la roca que estoy por levantar -le indicó la hormiga-. Si sales, estoy segura de alzarla.
-      ¿Y para qué quieres moverla?
-      La roca cubre la entrada a una cueva. Si logro ingresar, mis ojos se llenarán de cosas maravillosas. Y obtendré experiencia, sabiduría.
El gavilán le tuvo odio y, soberbio, acrecentó su envidia:
-      Pues, si es así, ¡no saldré! Si yo que gozo de la libertad y de los cielos del universo y además de ser ave de plumaje espléndido, no he podido ser escritor, ¡tú tampoco lo serás!... Y vete, que te podría aplastar, si yo quisiera, bajo mis garras. Además ¿qué guerra podrías darme si no salgo? -dijo y, en un gesto de amenazante poder, batió airoso las alas.
-      ¿Ah, sí? -reclamó con gran valor la hormiga -¡Pues, te las verás conmigo!
El duelo ya estaba pactado. Pero no bien aceptó el reto la hormiga, el poderoso viento surgido de las alas del gavilán, con gran menosprecio la arrojó lejos, por los aires.
"Por lo visto, este gavilán es soberbio y envidioso", meditó la hormiga. Y sacando la segunda bolsita, bebió su rocío.
Al verla volver, "qué terca", dijo el gavilán y agitando sus alas nuevamente hizo gran viento. Y hecho esto, quedó dormido, creyendo que aquel ridículo insecto ya no molestaría.
El gran viento, para la hormiga, fue como una tempestad; pero perseverando sacó fuerzas y se agarró bien con sus patitas para seguir avanzando.
Con mucha paciencia subió sobre un arbusto que había al lado de la roca, encaramó sus ramas y descolgó de una hoja sobre la cabeza del gavilán. Era color tierra y no tan bello como el mismo gavilán decía. Con sigilo ingresó a uno de sus oídos. Y ya dentro, gritó:
-      ¡Te dije que te fueras, feo gavilán! ¡Y bien te lo advertí! -y testaruda, picándole ahí, en el pequeño agujero-: ¡Vete! ¡Lárgate ya!
El gavilán saltó en el aire creyendo que acaso le había picado una gran avispa, pero no viendo a nadie:
-      ¡Ay! -gritó acobardada y quejándose - ¿Cuál será esa fiera tan grande e invisible que habrá querido devorarme, empezando por mi cabeza?
Y elevó el vuelo para jamás volver.
La hormiga saltó a la roca, descendió de ella y se enfrentó luego bajo su enormidad, disponiéndose nuevamente a levantarla.
Pero, antes de realizar el esfuerzo, un alacrán con mucha parsimonia escaló sus paredes y se posó en la cima.
Sin desalentarse y, por el contrario, volviendo a mostrar paciencia, la hormiga otra vez insistió:
-      ¡Alacrán, por favor, aléjate de la roca!
El alacrán, que era brillante como el sol, alzó el aguijón amenazante y ponzoñoso, y mirando con el mayor desdén a la hormiga:
-      ¿Y para qué demonios quieres tú que yo salga?
-      Porque quiero ser escritora -contestó esta vez con humildad la hormiga. Y si tú sales, yo podré levantar la roca. Y entonces ingresaré a la cueva. Mis ojos verán cosas maravillosas. Y adquiriré experiencias y sabiduría para mi oficio.
El alacrán, extrañamente, se interesó en verdad por lo que oyó. Miró y remiró desde lo alto a la hormiga y le dijo:
-      Qué curioso. Sin embargo, a mí me gustan tanto las lecturas. ¡Y gozo con criticar! Pero, es más: sin haberte leído, ¡ya no me gusta tu obra! Eres fea, hormiga, y no me caes bien. ¡Nunca saldré! Y considérame desde hoy tu peor obstáculo. ¿Y quieres saberlo por qué? Muy bien, pues: ¡mira, mira este aguijón donde guardo mi ponzoña!
-      No te temo -le amenazó la hormiga-. Tendré entonces que enfrentarte.
-      Ni lo intentes. Si me muevo será sólo para devorarte, despreciable criatura. Además, ¿qué podrías hacerme? ¡Me dan risa tus amenazas! Vete y déjame dormir.
-      ¡Ah, sí! -aceptó el reto la hormiga - ¡Pues, te las verás conmigo!
Pero, reflexionó: "¿cómo podría vencerlo?"
Con paciencia y segura de sus habilidades, la hormiga volvió a escalar el arbusto, encaramó la alta rama justo sobre el gran tórax donde estaban los ojos del alacrán y, soltando el rocío de la tercera bolsita, ¡chas!, le mojó la visión.
El alacrán que dormitaba, despertó empapado. Y viéndose por primera vez así mismo, como ante un espejo:
-      ¡Ay! -gritó - ¡Qué ridículo y detestable ser! ¡cómo leo la más profunda envidia y frustración de artista, en sus ojos! Morirás por asustarme, ¡toma! ¡y toma! ¡prueba de mi aguijonazo maligno!
Saltó el alacrán de la roca y se hundió por la maleza, quejándose:
-      ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! -y así, sin dejar de picarse, desapareció.
Y cuando por fin sola la hormiga que quería ser escritora se vio ante la enorme roca, antes de intentar alzarla, se dijo:
-      ¡Pero, caray! Tanto esfuerzo para llegar a este final, para de nuevo encontrarme con este, el más grande obstáculo, puesto que la piedra no podría oírme si yo le hablara que salga por ella sola… Pero, no me acobardo. ¡La levantaré y llegaré a la cueva!
Sin embargo apareciendo un grillo, nada agresivo, se impresionó al ver a la hormiga en actitud de querer alzar la roca.
-      Te he estado observando desde un inicio -le dijo el grillo-; y sé que quieres ser escritora. Es admirable, pero ¿puedo verte en este tu último esfuerzo?
-      Sí -le respondió la hormiga -: con tal que no intentes desalentarme. Tendría que luchar también contra ti, y no quisiera.
-      Oh no, yo admiro a los escritores -dijo el grillo-, y no te interrumpiré en tu destino. Sigue… aunque, no olvides. Te queda aún una bolsita.
-      ¡La de la experiencia! ¡Cierto! -se alegró la hormiga y tomó su contenido.
La hormiga, entonces, sujetó la enorme piedra, alta y pesada como podría ser un edificio de cinco pisos; pero pujó y hábilmente experta, poniendo duras y tensas las patitas, apretó las uñas firmemente en la roca; y luego, ¡increíble!, ¡el edificio de roca se movió y fue levantado en peso!
Con fácil naturalidad la hormiga que quería ser escritora, hizo a un lado la roca. ¡Y apareció la cueva! Era una enorme biblioteca. ¡Eran los libros más hermosos! ¡Los títulos más bellos!
La hormiga que quería ser escritora no cabía en ella de tanta alegría.
El grillo, no obstante, quedó perplejo:
-      No puede ser -le dijo a la hormiga-; yo creí que habías llegado al final, ¡y tienes que leer todos estos libros!
Feliz la hormiga, ya diestra en resolver tantos problemas, le respondió:
-      Pues me alegro que sea así. Que todo fin sea también el principio de un camino. Todos ellos me llevarán a mi destino, lo sé: ¡y seré escritora!
-      Sin duda que ya lo eres -le dijo llegando a la cueva aquella vieja hormiga de la barba blanca-: porque has sabido vencer todos los obstáculos que se te presentaron.
-      Las cuatro bolsitas mágicas me ayudaron, ¡gracias a usted! -le dijo la hormiga joven.
La hormiga anciana le contestó:

-      ¿Qué cuatro bolsitas mágicas? ¡No tenían nada, sólo rocío, agua y aire! ¡Y nada más! ¡Todo salió de ti: fue el poder de tu hermosa imaginación!



5 comentarios:

Unknown dijo...

Bueno yo pienso que la hormiga que a pesar de los obstáculos que se le presentaron , ella lucho y con mucha imaginación , decisión , perseverancia y sabiduría las gano ...y consigio su objetivo que era mover la enorme roca..ya que detrás de ella había una enorme cueva que era una biblioteca.la perseverancia de la hormiga la llevo a cumplir sus sueños de ser una escritora...Y lo que mas me gusto de la lectura fue esta frase: "Al final de un camino....empieza otro nuevo" .

ALUMNA: SHAYLA Y. FERNANDEZ SANCHEZ
SECCIÓN: 4° "C"

Unknown dijo...

Cuales son los personajes principales



Unknown dijo...

Yo creo que la ortiga no se rindió y siguio su destino

Unknown dijo...

La hormiga

Unknown dijo...

Signos de putuación que aparece en la lectura coma,punto y coma ,punto seguido ,punto aparte y punto final