Cómo se
escribe, de María Teresa Serafini es una obra que se muestra como un excelente
ejercicio didáctico de recopilación, clasificación, análisis y puesta en
práctica de los principales mecanismos de elaboración de cualquier producción
escrita en sus más diferentes realizaciones y necesidades.
Desde el punto de vista estructural, Cómo se escribe se
enhebra en tres grandes bloques: la preescritura,
la escritura y la postescritura.
En la primera de ellas, la preescritura,
la autora nos muestra los diferentes mecanismos metodológicos que contribuyen a
combatir el horror vacui del folio en blanco o la carencia o
exceso de ideas que resultan inconexas en nuestra mente. Para ello, sistematiza
la producción escrita desde dos ejes, el del formato externo (en
referencia al título, la extensión, la presentación, el tiempo a dedicar, el
tono, el destinatario…) y el de las ideas propias. Este último
apartado es el que resulta más prolífico, puesto que podemos obtener ideas
iniciales a partir del uso de mecanismos como la elaboración de listas
de ideas, el racimo asociativo y el flujo de la escritura, donde la
necesidad imperiosa no radica en la exclusivamente lingüística, sino en la
cuantitativa en ideas. Sobre las anteriores lograremos la generación de ideas
relacionadas mediante una serie de parámetros que nos ayuden a obtener el
elenco de ideas derivativas de nuestras primeras ideas. Es a partir de este
momento en el que se poseen un buen grueso de ideas cuando podemos comenzar el
tercer estadio de la disposición ideológica, el de la clasificación y
estructuración organizativa de éstas.
Desde el punto de vista textual, Serafini comienza su análisis del texto
a partir del párrafo como cuerpo principal de todo hecho escrito. Así, en una
primera constitución de la tipología textual del párrafo, la autora nos
presenta los diferentes mecanismos que nos van a permitir comenzar un párrafo
entendido este como manifestación enhebrada y organizada de todas las ideas y
esquemas que hemos elaborado en la fase de preescritura. De igual forma, a la
hora de finalizar nuestro párrafo, también podemos recurrir a los mismos
mecanismos que nos han permitido iniciar el párrafo como ente constitutivo del
texto. Para ello, tanto para el inicio como para la conclusión del mismo,
Serafín nos propone la síntesis, la anécdota, las breves afirmaciones, las
citas, las preguntas o interrogantes y la analogía como mecanismos base a
partir de los cuales podamos iniciar o concluir el párrafo.
A la hora del análisis de la coherencia fraseológica, los mecanismos de
economía lingüística apuntan hacia usos del que favorece el uso de:
- Proposiciones subordinadas explícitas mediante conjunciones causales
(porque), conjunciones concesivas (aunque) o locuciones conjuntivas causales
(en la medida que).
- Simplificaciones de las proposiciones relativas.
- Proposiciones subordinadas implícitas a través de dos mecanismos: el
uso del participio pasado y del gerundio.
- Uso de sustantivaciones verbales y adjetivales.
- Mecanismos complementarios como la utilización de complementos y la
coordinación de elementos.
Tras el estudio fraseológico, la autora italiana nos adentra en el
repaso de diversos factores lingüísticos, ortográficos y léxicos de este
proceso, aplicándolo tanto al párrafo en general como a la palabra en
particular. En este gran repaso, Serafini resuelve -gracias a un minucioso
repaso- los aspectos susceptibles de entrar a la duda lingüística. Asimismo, es
muy útil la visión del apartado dedicado a la acentuación, que parte desde las
normas básicas hasta la acentuación diacrítica y sus usos habituales como
diferenciador significativo. Otros aspectos que se analizan en este apartado
lingüístico son los usos incorrectos del gerundio, como también los efectos del
dequeísmo y el queísmo. Por lo que respecta a la puntuación, el análisis
general sobre los estilos puntuales se concreta en una visión clara de la
utilización del punto, la coma, el punto y coma, los dos puntos y todo el
conjunto de signos (puntuación, interrogación, etc.) que conforman las marcas
de tonalidad y velocidad del texto.
Un último punto de este proceso de escritura es el que se dedica a la
selección de aquellos términos y palabras adecuados a cada tipo y momento de escritura.
Así, la relación de la producción escrita en relación al uso del diccionario no
pasa inadvertida para nuestra autora, puesto que nos ofrece una serie de
mecanismos para mejorar nuestro escrito, como también para mejorar nuestro
propio léxico. Estos objetivos pasa, por ejemplo, por una abundancia
-controlada- de palabras en nuestro propio vocabulario, de forma que se
intentará no incurrir en un excesivo uso de anacronismos (del tipo de frases
hechas y aforismos caídos en desuso), así como en el número de repeticiones de
nuestras palabras gracias a la utilización de paráfrasis, sinónimos y
circunloquios.
Para finalizar, el último estadio correspondería al proceso de revisión
y corrección después del hecho escritor. En él, se ha de prestar especial
atención al control de los elementos plasmados sobre el papel. Serafini apunta
al orden de los elementos y al del control de la coordinación de verbos de
régimen distinto así como los elementos correlativos desde un punto de vista
lógico. Esta revisión a posteriori se inserta dentro del
proceso selectivo donde además se procede a la eliminación de términos superfluos
como los pronombres relativos, dobles negaciones como también las expresiones
burocráticas. Un último apartado es el destinado a los convencionalismos
establecidos a la hora de las notas a pie de página, citaciones, bibliografía y
presentación formal del texto.
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