miércoles, 4 de septiembre de 2013

Cómo se escribe



Cómo se escribe, de María Teresa Serafini es una obra que se muestra como un excelente ejercicio didáctico de recopilación, clasificación, análisis y puesta en práctica de los principales mecanismos de elaboración de cualquier producción escrita en sus más diferentes realizaciones y necesidades.

Desde el punto de vista estructural, Cómo se escribe se enhebra en tres grandes bloques: la preescritura, la escritura y la postescritura.

En la primera de ellas, la preescritura, la autora nos muestra los diferentes mecanismos metodológicos que contribuyen a combatir el horror vacui del folio en blanco o la carencia o exceso de ideas que resultan inconexas en nuestra mente. Para ello, sistematiza la producción escrita desde dos ejes, el del formato externo (en referencia al título, la extensión, la presentación, el tiempo a dedicar, el tono, el destinatario…) y el de las ideas propias. Este último apartado es el que resulta más prolífico, puesto que podemos obtener ideas iniciales a partir del uso de mecanismos como la elaboración de listas de ideas, el racimo asociativo y el flujo de la escritura, donde la necesidad imperiosa no radica en la exclusivamente lingüística, sino en la cuantitativa en ideas. Sobre las anteriores lograremos la generación de ideas relacionadas mediante una serie de parámetros que nos ayuden a obtener el elenco de ideas derivativas de nuestras primeras ideas. Es a partir de este momento en el que se poseen un buen grueso de ideas cuando podemos comenzar el tercer estadio de la disposición ideológica, el de la clasificación y estructuración organizativa de éstas.

Desde el punto de vista textual, Serafini comienza su análisis del texto a partir del párrafo como cuerpo principal de todo hecho escrito. Así, en una primera constitución de la tipología textual del párrafo, la autora nos presenta los diferentes mecanismos que nos van a permitir comenzar un párrafo entendido este como manifestación enhebrada y organizada de todas las ideas y esquemas que hemos elaborado en la fase de preescritura. De igual forma, a la hora de finalizar nuestro párrafo, también podemos recurrir a los mismos mecanismos que nos han permitido iniciar el párrafo como ente constitutivo del texto. Para ello, tanto para el inicio como para la conclusión del mismo, Serafín nos propone la síntesis, la anécdota, las breves afirmaciones, las citas, las preguntas o interrogantes y la analogía como mecanismos base a partir de los cuales podamos iniciar o concluir el párrafo.

A la hora del análisis de la coherencia fraseológica, los mecanismos de economía lingüística apuntan hacia usos del que favorece el uso de:
- Proposiciones subordinadas explícitas mediante conjunciones causales (porque), conjunciones concesivas (aunque) o locuciones conjuntivas causales (en la medida que).
- Simplificaciones de las proposiciones relativas.
- Proposiciones subordinadas implícitas a través de dos mecanismos: el uso del participio pasado y del gerundio.
- Uso de sustantivaciones verbales y adjetivales.
- Mecanismos complementarios como la utilización de complementos y la coordinación de elementos.

Tras el estudio fraseológico, la autora italiana nos adentra en el repaso de diversos factores lingüísticos, ortográficos y léxicos de este proceso, aplicándolo tanto al párrafo en general como a la palabra en particular. En este gran repaso, Serafini resuelve -gracias a un minucioso repaso- los aspectos susceptibles de entrar a la duda lingüística. Asimismo, es muy útil la visión del apartado dedicado a la acentuación, que parte desde las normas básicas hasta la acentuación diacrítica y sus usos habituales como diferenciador significativo. Otros aspectos que se analizan en este apartado lingüístico son los usos incorrectos del gerundio, como también los efectos del dequeísmo y el queísmo. Por lo que respecta a la puntuación, el análisis general sobre los estilos puntuales se concreta en una visión clara de la utilización del punto, la coma, el punto y coma, los dos puntos y todo el conjunto de signos (puntuación, interrogación, etc.) que conforman las marcas de tonalidad y velocidad del texto.

Un último punto de este proceso de escritura es el que se dedica a la selección de aquellos términos y palabras adecuados a cada tipo y momento de escritura. Así, la relación de la producción escrita en relación al uso del diccionario no pasa inadvertida para nuestra autora, puesto que nos ofrece una serie de mecanismos para mejorar nuestro escrito, como también para mejorar nuestro propio léxico. Estos objetivos pasa, por ejemplo, por una abundancia -controlada- de palabras en nuestro propio vocabulario, de forma que se intentará no incurrir en un excesivo uso de anacronismos (del tipo de frases hechas y aforismos caídos en desuso), así como en el número de repeticiones de nuestras palabras gracias a la utilización de paráfrasis, sinónimos y circunloquios.

Para finalizar, el último estadio correspondería al proceso de revisión y corrección después del hecho escritor. En él, se ha de prestar especial atención al control de los elementos plasmados sobre el papel. Serafini apunta al orden de los elementos y al del control de la coordinación de verbos de régimen distinto así como los elementos correlativos desde un punto de vista lógico. Esta revisión a posteriori se inserta dentro del proceso selectivo donde además se procede a la eliminación de términos superfluos como los pronombres relativos, dobles negaciones como también las expresiones burocráticas. Un último apartado es el destinado a los convencionalismos establecidos a la hora de las notas a pie de página, citaciones, bibliografía y presentación formal del texto.



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