Por: Cronwell Jara Jiménez
Era
una hormiga muy pequeña, insignificante si se la comparaba con los demás animales de la tierra. Pero
era muy voluntariosa.
Quería
ser escritora, pero sus demás amigos que habían tenido también sus mismos
deseos, arrepentidos ahora, mucho la habían tratado de desanimar. La hormiga
los escuchó con paciencia, pero no les hizo caso. Ella, obstinada, quería ser
escritora.
-
Pues, si quieres serlo,
mira esa pesada roca -le aconsejó una anciana hormiga de mucha experiencia,
señalándole una enorme peña en la orilla del camino.
-
¡Guau! -exclamó la
hormiga que quería ser escritora - ¡A mi lado es del tamaño de una montaña!
-
Si quieres ser escritora
tendrás que levantarla para que llegues a descubrir la cueva que ella oculta.
Si lo logras, se te abrirán ante los ojos las cosas más maravillosas que jamás
has imaginado. ¡Allí se guardan las experiencias, las sabidurías y los sueños
de los más grandes escritores! -explicó emocionada la vieja hormiga,
acariciándose la blanca barba.
-
¡Claro que sí moveré esa
montaña! -sin dudar, dijo la pequeña hormiga.
-
¿Estás segura? ¿Estás
muy segura que lo harás?
-
¡Espera y verás! -le
dijo impaciente la hormiga que quería ser escritora.
-
Calma, entonces -la
serenó la vieja hormiga-. Permíteme ayudarte. Toma, recibe estas cuatro
bolsitas.
-
¿Qué son? ¿Qué
contienen?
La
vieja hormiga le dijo:
-
Las utilizarás cuando
estés en apuros. La primera contiene rocíos de "Ingenio y Astucia";
la segunda, rocíos de "Fuerza y
Perseverancia"; la tercera, rocíos de "Autenticidad y Espejo de sí
mismo"; y la cuarta, rocíos de "Experiencia".
La
vieja hormiga se fue, y la hormiga que quería ser escritora quedó sola, muy
sola.
Y se
enfrentó ante la roca, ¡era grande y seguramente más pesada de lo que había
imaginado!; pero, sin embargo, no se desanimó.
Iba a intentar
levantarla y hacerla a un lado, cuando una enorme culebra se encaramó sobre la
roca y se enroscó ahí para solearse.
-
¡Sal de la roca,
culebra! -le gritó.
La
culebra alzó la cabeza para ver quién la molestaba y se rio burlona al ver que
era una pequeña criatura.
-
¿Y para qué quieres que
salga?
-
Para levantar y apartar
la roca sobre la que tú estás. Tu peso es un obstáculo sobre otro obstáculo,
pero, si tú sales, estoy segura de poder alzarla.
¡Vete ya!
La
culebra carcajeó y se enroscó más.
-
Pues, ¡no quiero salir!
Yo aquí estoy muy bien bajo este sol tan agradable -dijo y cerrando los ojos,
se preparó para dormir -; además, ¿por qué tú, una miserable hormiga, tienes
tanto interés en
apartar esta roca tan grande?
-
¡Porque quiero ser
escritora! -respondió la pequeña -. Y al apartar la roca me veré ante una
cueva. Mis ojos se llenarán de cosas maravillosas. Y tendré experiencia,
sabiduría…
La
culebra entonces abrió los ojos para ver a la hormiga con mucho respeto. Sin
duda estaba ante un insecto interesante. Pero dijo:
-
Bah, ¡vete y déjame
dormir! Además… ¿Qué podrías hacerme si no lo hago? -y se quedó dormida.
-
¿Ah,
sí? -exclamó molesta la hormiga-. Pues, te las verás conmigo.
Y se
dispuso a luchar. Pero, ¿Cómo podría luchar una pequeñísima hormiga contra una
enorme culebra, por lo demás: indiferente e ignorante?
Recordó
las bolsitas y abrió la primera, de la que bebió una gotita de rocío y, con
gran astucia, escaló sobre la cima de la montaña. Segura de que iba a ganar
porque se tenía mucha fe, con gran ingenio pícara picó en la cola de la
culebra. La enroscada gritó y saltó en el aire como
si la estuvieran comiendo viva:
-
¡Ay! -se dolió- ¿Quién
es el gigante invisible que me quiere tragar entera?
Y
escapó de la roca saltando como un rayo, alejándose para jamás volver. La
hormiga volvió a colocarse ante la roca, pero cuando intentó otra vez alzarla
apareció un gavilán y se posó sobre la cima.
-
¡Gavilán, sal de la
roca! -se molestó la hormiga.
-
¿Y
para qué quieres que salga? -le respondió.
-
Porque quiero ser
escritora -contestó orgullosa la hormiga.
-
Ah, yo también quise ser
escritor, ¡siendo un señor gavilán! Pero nunca lo he sido, aunque ves mi
prestancia, la belleza de mis plumas y mi vuelo maravilloso, no sé por qué.
Pero tú, insecto despreciable, qué lo vas a ser.
-
Eres el peso que está
demás en la roca que estoy por levantar -le indicó la hormiga-. Si sales, estoy
segura de alzarla.
-
¿Y para qué quieres
moverla?
-
La roca cubre la entrada
a una cueva. Si logro ingresar, mis ojos se llenarán de cosas maravillosas. Y
obtendré experiencia, sabiduría.
El
gavilán le tuvo odio y, soberbio, acrecentó su envidia:
-
Pues, si es así, ¡no
saldré! Si yo que gozo de la libertad y
de los cielos del universo y
además de ser ave de plumaje espléndido, no he podido ser escritor, ¡tú tampoco
lo serás!... Y vete, que te podría aplastar, si yo quisiera, bajo mis garras.
Además ¿qué guerra podrías
darme si no salgo? -dijo y, en un gesto de amenazante poder, batió airoso las
alas.
El
duelo ya estaba pactado. Pero no bien aceptó el reto la hormiga, el poderoso
viento surgido de las alas del gavilán, con gran menosprecio la arrojó lejos,
por los aires.
"Por
lo visto, este gavilán es soberbio y envidioso", meditó la hormiga. Y
sacando la segunda bolsita, bebió su rocío.
Al
verla volver, "qué terca", dijo el gavilán y agitando sus alas
nuevamente hizo gran viento. Y hecho esto, quedó dormido, creyendo que aquel
ridículo insecto ya no molestaría.
El
gran viento, para la hormiga, fue como una tempestad; pero perseverando sacó
fuerzas y se agarró bien con sus patitas para seguir avanzando.
Con
mucha paciencia subió sobre un arbusto que había al lado de la roca, encaramó
sus ramas y descolgó de una hoja sobre la cabeza del gavilán. Era color tierra y
no tan bello como el mismo gavilán decía. Con sigilo ingresó a uno de sus
oídos. Y ya dentro, gritó:
-
¡Te dije que te fueras,
feo gavilán! ¡Y bien te lo advertí! -y testaruda, picándole ahí, en el pequeño
agujero-: ¡Vete! ¡Lárgate ya!
El
gavilán saltó en el aire creyendo que acaso le había picado una gran avispa,
pero no viendo a nadie:
-
¡Ay! -gritó acobardada y
quejándose - ¿Cuál será esa fiera tan grande e invisible que habrá querido devorarme,
empezando por mi cabeza?
Y
elevó el vuelo para jamás volver.
La
hormiga saltó a la roca, descendió de ella y se enfrentó luego bajo su
enormidad, disponiéndose nuevamente a levantarla.
Pero,
antes de realizar el esfuerzo, un alacrán con mucha parsimonia escaló sus
paredes y se posó en la cima.
Sin
desalentarse y, por el contrario, volviendo a mostrar paciencia, la hormiga
otra vez insistió:
-
¡Alacrán, por favor,
aléjate de la roca!
El
alacrán, que era brillante como el sol, alzó
el aguijón amenazante y ponzoñoso, y mirando con el mayor desdén a la hormiga:
-
¿Y para qué demonios
quieres tú que yo salga?
-
Porque quiero ser
escritora -contestó esta vez con humildad la hormiga. Y si tú sales, yo podré
levantar la roca. Y entonces ingresaré a la cueva. Mis ojos verán cosas
maravillosas. Y adquiriré experiencias y sabiduría para mi oficio.
El
alacrán, extrañamente, se interesó en verdad por lo que oyó. Miró y remiró
desde lo alto a la hormiga y le dijo:
-
Qué curioso. Sin
embargo, a mí me gustan tanto las lecturas. ¡Y gozo con criticar! Pero, es más:
sin haberte leído, ¡ya no me gusta tu obra! Eres fea, hormiga, y no me caes
bien. ¡Nunca saldré! Y considérame desde hoy tu peor obstáculo. ¿Y quieres
saberlo por qué? Muy bien, pues: ¡mira, mira este aguijón donde guardo mi
ponzoña!
-
No te temo -le amenazó
la hormiga-. Tendré entonces que enfrentarte.
-
Ni lo intentes. Si me
muevo será sólo para devorarte, despreciable criatura. Además, ¿qué podrías
hacerme? ¡Me dan risa tus amenazas! Vete y déjame dormir.
-
¡Ah, sí! -aceptó el reto
la hormiga - ¡Pues, te las verás conmigo!
Pero,
reflexionó: "¿cómo podría vencerlo?"
Con
paciencia y segura de sus habilidades, la hormiga volvió a escalar el arbusto,
encaramó la alta rama justo sobre el gran tórax donde estaban los ojos del
alacrán y, soltando el rocío de la tercera bolsita, ¡chas!, le mojó la visión.
El
alacrán que dormitaba, despertó empapado. Y viéndose por primera vez así mismo,
como ante un espejo:
-
¡Ay! -gritó - ¡Qué
ridículo y detestable ser! ¡cómo leo la más profunda envidia y frustración de
artista, en sus ojos! Morirás por asustarme, ¡toma! ¡y toma! ¡prueba de mi
aguijonazo maligno!
Saltó
el alacrán de la roca y se hundió por la maleza, quejándose:
-
¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! -y así,
sin dejar de picarse, desapareció.
Y
cuando por fin sola la hormiga que quería ser escritora se vio ante la enorme
roca, antes de intentar alzarla, se dijo:
-
¡Pero, caray! Tanto
esfuerzo para llegar a este final, para de nuevo encontrarme con este, el más
grande obstáculo, puesto que la piedra no podría oírme si yo le hablara que
salga por ella sola… Pero, no me acobardo. ¡La levantaré y llegaré a la cueva!
Sin
embargo apareciendo un grillo, nada agresivo, se impresionó al ver a la hormiga
en actitud de
querer alzar la roca.
-
Te he estado observando
desde un inicio -le dijo el grillo-; y sé que quieres ser escritora. Es
admirable, pero ¿puedo verte en este tu último esfuerzo?
-
Sí -le respondió la
hormiga -: con tal que no intentes desalentarme. Tendría que luchar también
contra ti, y no quisiera.
-
Oh no, yo admiro a los
escritores -dijo el grillo-, y no te interrumpiré en tu destino. Sigue… aunque,
no olvides. Te queda aún una bolsita.
-
¡La de la experiencia!
¡Cierto! -se alegró la hormiga y tomó su contenido.
La
hormiga, entonces, sujetó la enorme piedra, alta y pesada como podría ser un
edificio de cinco pisos; pero pujó y hábilmente experta, poniendo duras y
tensas las patitas, apretó las uñas firmemente en la roca; y luego,
¡increíble!, ¡el edificio de roca se movió y fue levantado en peso!
Con
fácil naturalidad la hormiga que quería ser escritora, hizo a un lado la roca.
¡Y apareció la cueva! Era una enorme biblioteca.
¡Eran los libros más
hermosos! ¡Los títulos más bellos!
La hormiga que quería
ser escritora no cabía en ella de tanta alegría.
El
grillo, no obstante, quedó perplejo:
-
No puede ser -le dijo a
la hormiga-; yo creí que habías llegado al final, ¡y tienes que leer todos
estos libros!
-
Pues me alegro que sea
así. Que todo fin sea también el principio de un camino. Todos ellos me
llevarán a mi destino, lo sé: ¡y seré escritora!
-
Sin duda que ya lo eres
-le dijo llegando a la cueva aquella vieja hormiga de la barba blanca-: porque
has sabido vencer todos los obstáculos que se te presentaron.
-
Las cuatro bolsitas
mágicas me ayudaron, ¡gracias a usted! -le dijo la hormiga joven.
La
hormiga anciana le contestó:
-
¿Qué cuatro bolsitas
mágicas? ¡No tenían nada, sólo rocío, agua y
aire! ¡Y nada más! ¡Todo salió de ti: fue el poder de tu hermosa imaginación!
5 comentarios:
Bueno yo pienso que la hormiga que a pesar de los obstáculos que se le presentaron , ella lucho y con mucha imaginación , decisión , perseverancia y sabiduría las gano ...y consigio su objetivo que era mover la enorme roca..ya que detrás de ella había una enorme cueva que era una biblioteca.la perseverancia de la hormiga la llevo a cumplir sus sueños de ser una escritora...Y lo que mas me gusto de la lectura fue esta frase: "Al final de un camino....empieza otro nuevo" .
ALUMNA: SHAYLA Y. FERNANDEZ SANCHEZ
SECCIÓN: 4° "C"
Cuales son los personajes principales
Yo creo que la ortiga no se rindió y siguio su destino
La hormiga
Signos de putuación que aparece en la lectura coma,punto y coma ,punto seguido ,punto aparte y punto final
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