martes, 8 de diciembre de 2009

Zafa casas y otras zafaduras


Por: Freddy A. Contreras Oré

Allá en tiempos idos, cuando yo era aún niño, era común oír de boca de nuestros abuelos y abuelas, al referirse a un integrante de la familia recogido o adoptado, que “lo están haciendo zafar” por decir que han asumido con ellos la responsabilidad de mantenerlos, educarlos y principalmente capacitarlos para valerse por sí mismos llegado el momento de asumir su propio destino.

En mi memoria guardo todavía fresco el recuerdo de un grato amigo de infancia a quien su madrastra le dio crianza y le brindó su desinteresada ayuda hasta que él, a los doce años de edad, decidió irse a la capital en busca de trabajo y con el deseo de alimentar nuevas perspectivas para su entonces limitada vida campesina. Su buena madrastra, entre una mezcla de orgullo y duelo por aquella partida, decía que lo dejó irse “ya zafadito”, dotado de lo necesario para actuar como dueño de sí mismo y poseedor de capacidades para enfrentar las exigencias de la vida. Tan cierto llegó a ser lo dicho por la venerable mujer que actualmente mi amigo radica en la capital, es fundador de una familia amorosamente unida y ejemplar, tiene casa propia, es dueño de un negocio que le permite amasar una solvente fortuna para asegurarse una vejez tranquila y educa a dos hijos en el extranjero.

Esta acepción regional de la palabra zafar se ha ido desvirtuando con el paso de los años, tanto que hoy es motivo de sorna e interpretación ambigua. Hoy sólo los viejos verdes y las tías reprimidas “hacen zafar” a púberes del sexo opuesto para aprovecharse de ellos y ellas. Hoy, en cantinas y corrillos de cotillas, es la risa maliciosa y estentórea la que trasluce el doble sentido de lo que fue una edificante expresión en los tiempos de nuestros abuelos. Pero el cambio no ha afectado sólo el sentido, sino también que al escribirla hoy sustituyen con el grafema “s” lo que en su escritura original es “z”.

Aclaremos. Ningún diccionario de la lengua española registra la palabra “safar” ni ninguna otra que se le asemeja o puede servir de base para su posible derivación. Mientras tanto, la palabra zafar tiene varias acepciones dentro de las que pasamos a mencionar: (1) adornar, guarnecer, hermosear o cubrir; (2) desembarazar, quitar los estorbos de algo, desentenderse, librarse de un compromiso.

Las acepciones del bloque (2) son las que se utilizan con más frecuencia: Zafarse de una deuda, Záfate de esa flaca, Zafémonos del baile, etc. Etimológicamente proviene del árabe zha que significa fugarse, irse. Consecuentemente, una persona que se zafa se desentiende de obligaciones, de normas, modelos y resulta zafada, atrevida, descarada, perturbada. Tanta zafadura concluye en una desaparición física y en un fugarse mental del entorno. De este sentido proviene también la palabra zafarrancho: retirarse de la cubierta de un buque para esperar un combate.

Las acepciones del bloque (1) son las que menos se utilizan y poseen significación reservada exclusivamente a los trabajos de albañilería, de modo fundamental para la etapa de los acabados y el enlucido de la casa. De modo que cuando en nuestros pueblos andinos se hace una fiesta de zafa casa, no es en realidad una celebración por la culminación de los trabajos, sino una manifestación de gratitud hacia los amigos y la comunidad en general que favoreció la construcción; y porque con el techado, la colocación de la cruz, los otros símbolos y con la realización de los demás ritos, la casa ha quedado presta para una nueva etapa que consiste en hermosearla y convertirla en habitable al gusto de sus dueños.

Es este significante relacionado a la construcción la que, posiblemente, tomaron nuestros antepasados, por analogía, para asumir la formación de sus hijos y de otros menores que llegaron a depender de ellos. Hacer zafar a un niño no consistía solamente en dejarlos crecer con la seguridad del techo, el abrigo y el buen alimento; sino también fortalecer su espíritu con la presencia del amor bien compartido, la disciplina rigurosa y el ejemplo en el trabajo.

Una casa zafada es vistosa, agradablemente hermoseada. Un joven bien zafado ha de tener rasgos físicos y morales visiblemente apreciables que evidencian el digno sello del hogar que le dio factura. En el otro extremo están los padres zafados que nunca lograron zafar ni casa ni buenos hijos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Simil-gentilicios institucionales


Por: Freddy A. Contreras Oré


Como componente importante de la identidad institucional, la mayoría de escuelas y colegios de nuestro medio utilizan nominaciones símil-gentilicias para identificarse entre sus maestros, estudiantes y exalumnos. En nuestro Concepción cercado, sin embargo, de las cuatro instituciones educativas más importantes, merecen destacarse a las devotas toledanas y a las corazonistas emprendedoras como que utilizan las nominaciones más adecuadas, dentro de los términos de propiedad lingüística.


Doy paso a una digresión terminológica muy breve: los gentilicios son adjetivos derivados que hacen referencia al lugar de procedencia de un ser; este lugar de origen es un topónimo y éstos son los nombres de espacios geográficos. Los adjetivos derivados que se refieren a la procedencia de instituciones siguen las mismas pautas, pero no son auténticos gentilicios; por los que, en éste artículo, los llamo símil-gentilicios.


Si bien, sobre gentilicios y similares, no hay norma establecida con sentido estricto; sí debemos asumir principios generales como base para formularlos. Tenemos, en primer lugar, aquéllos que no guardan relación directa con las frases sustantivas originales, pero que derivan de un referente importante vinculado con la institución, tal como el nombrar Lorentinos a los miembros del Colegio “Santa Isabel” de Huancayo en mérito a don Sebastián Lorente, gestor de la mencionada casa de estudios.


Lo propio y usual es que estos derivados destacan el núcleo de la frase nominal o el apellido, si se refiere a personas. En el caso de la I.E. “Lorenzo Alcalá Pomalaza”, atribuirse la voz símil-gentilicia “Lorencinos” es destacar el nombre de un Lorenzo cualquiera entre tantos que puedan existir; esta expresión es más apropiada para los lugares que llevan el nombre de “San Lorenzo” o, si fuera el caso, nombres de personas con el apellido Lorenzo. Para la institución educativa en cuestión, su símil-gentilicio correcto debe ser alcalaínos, que destaca el apellido Alcalá de su epónimo tutor; más aún, teniendo en cuenta que este gentilicio existe registrado en el diccionario de la Real Academia para los originarios de varias poblaciones españolas que llevan el onoma Alcalá.


Nuestras inquietas damitas del “Sagrado Corazón de Jesús” se nombraban a sí mismas “sagradinas”, destacando el modificador de la frase nominal y no el núcleo, que es corazón. Gracias a la difusión de un artículo que publiqué hace tres años atrás adoptaron un símil-gentilicio más adecuado: corazonistas, el mismo que también registra el diccionario de la Real Academia para todo lo relativo al Sagrado Corazón de Jesús y de María.


El emblemático “9 de Julio” constituye un tema aparte; ya que sus integrantes emplean el adjetivo nono, que es un ordinal y un partitivo, en reemplazo del nueve que es un cardinal; es el equivalente de decir tercio en lugar de tres o sexto en lugar de seis. Ninguna inteligencia lúcida puede aceptar que una ubicación secuencial o una unidad dividida es lo mismo que varias unidades juntas. Por tanto, en referencia a la heroica fecha que conmemoramos los concepcioninos, su gentilicio debe ser nuevejulinos. O, si se trata de hacer notar el núcleo de la frase sustantiva, simplemente julinos o julianos como lo registra el diccionario oficial de nuestra lengua para todo lo concerniente al mes en referencia y la onomástica de Julio, el sustantivo propio.

lunes, 13 de julio de 2009

Otros gentilicios de Concepción


Por: Freddy A. Contreras Oré

Toda búsqueda nos lleva por caminos inusitados y prometedores. Todo ahínco por andar de la mano con la curiosidad y las artes de auscultar libros nos conduce a los espaciosos desbordes de nuevos saberes que encadenan a otros y otros que animan al crecimiento gozoso del intelecto. Muchos aires han corrido desde que publiqué hace dos años un comentario sobre el gentilicio de nuestra heroica patria chica y ahora me siento impelido a ampliarla con las nuevas anotaciones que desde entonces he venido recopilando.

Procedimiento regular en la formación de gentilicios es partir del topónimo enterizo (nombre completo del lugar) y agregar el sufijo gentilicio (es, ense, ino, ano, itano, aco, eño, etc); siempre en cuando éste termine en consonante: Oyón – oyonista, Tumbes – tumbesino, Comas – comasino, Huaral – huaralino, Concepción – concepcionino. Pero cuando el topónimo termina en vocal, se sustrae la última para agregarle el sufijo gentilicio: Arequipa – arequipeño, Aco – aquense, Lima – limeño, Cajamarca – cajamarquino.

Sin embargo, por acomodos de carácter fónico, algunos gentilicios se forman sustrayendo una vocal y una consonante finales, son el caso de La Libertad – liberteño, Apurímac – apurimeño, La Oroya – oroíno, Huancayo – huancaíno; casos donde la regularidad lingüística nos llevaría a conformar nombres de pronunciación forzada.

Otros gentilicios que se desvían de la norma son aquellos que hacen referencia al nombre antiguo del lugar y no al topónimo actual. Es el caso de pampino para los habitantes de Santo Domingo del Prado que deriva de Pampa, el nombre ancestral del paraje. En base a ese criterio, don Aquilino Castro Vásquez, en su libro Hanan Huanca, utiliza el gentilicio achino para referirse a los habitantes de Concepción; vindicando del nombre prehispánico de nuestra tierra.

Tampoco es de descartar el gentilicio que hace medio siglo se usaba en nuestro entorno: concebido. Si bien éste deriva del verbo concebir y no del sustantivo concepción, ambos forman una misma familia léxica y el criterio derivativo establece que es un gentilicio cognado, es decir que tiene una raíz común con el topónimo y ejemplos de esta clase son frecuentes en la formación de gentilicios: Rinconada – rinconense (de rincón y no de rinconada), Platería – platinense (de platino y no de platería).

El neologismo concepcino que dio motivo a mi anterior artículo es el único que no tiene los pies puestos en la regularidad ni en la excepción, es simplemente caprichoso. Sustrae una porción del topónimo para combinarlo con el sufijo gentilicio sin sustento en ningún procedimiento morfológico al alcance del análisis gramatical. Los topónimos son nombres propios que cuando se derivan se mantienen enterizos pese a que en su conformación original pueden contar con desinencias y afijos. En el procedimiento derivativo de los gentilicios se presentan casos en los que algunas terminaciones que se asemejan a desinencias y sufijos se toman como tales y se les sustrae del tema; pero en el caso de Concepción está claro que on no es sufijo y, aunque tiene similitud con el aumentativo, definitivamente no lo es. Por tanto, esperamos una sincera corrección de su promotor y nos allegamos a los hijos de nuestra localidad: orgullosos de ser concepcioninos, achinos, concebidos, en medio de los aromas del pan de anís y las acogedoras sombras del eucalipto.

miércoles, 22 de abril de 2009

Sirenas o nereidas


Por: Freddy A. Contreras Oré

Hace algún tiempo atrás, el rumor de una extraordinaria aparición se difundió por diferentes medios de comunicación en un par de días, y demostró mayor efectividad que cualquier otra noticia del frustrante anecdotario político o de las morbosas tragedias de carreteras: una criatura fabulosa, propia de la mitología clásica occidental, había sido encontrada en una laguna cercana al Huaytapallana, nuestra sagrada cordillera, y se anunciaba una secuela de presagios ingratos para el valle.

Para bien, la noticia quedó desvirtuada en breve tiempo y no es mi preocupación analizarla como un hecho sociológico, eso queda en manos de los especialistas. Sólo debo acotar que las mismas fotografías que se difundieron en los espacios noticiosos y en la red digital aquellos días, carecían de resolución y eran visiblemente trucadas. Mi interés sobre el tema se dirige a la relación equivocada entre el concepto, la idea, el contenido y; la voz, el término, la expresión que usamos para referirlo.

En la mitología clásica se considera que las sirenas son ninfas marinas, hijas de Aqueloo, el dios río, y su madre era una musa identificada como Calíope. Tenían busto de mujer y cuerpo de ave; extraviaban a los navegantes atrayéndolos con la dulzura de su canto, relataban bellas historias, tenían poderes de adivinación y fama de ser crueles. Su musicalidad, la seducción de su canto, deriva precisamente de su condición de hijas de una musa. En su condición de mujeres cantaban, festejaban y acompañaban a Perséfone, y cuando ésta fue raptada por Plutón se convirtieron en mujeres-pájaro por propia decisión para permanecer siempre vírgenes; o sostienen otros, por castigo de Démeter, la madre de aquélla, por no haberla protegido. Ulises, el héroe homérico, pudo evitar el caer víctima del encantamiento de las sirenas gracias a que obstruyó con cera el conducto auditivo de los tripulantes y, atado al mástil de su embarcación, las escuchó hasta el delirio, pero no se rindió al embrujo que lo llevaría a terminar en la isla devorado por ellas, como le había advertido la maga Circe.

La versión de la imagen de estas sirenas como mujeres-pez se inicia en la edad media cuando la visión religiosa de aquella época los lleva a establecer en ellas una relación de contubernio con la seducción pecaminosa y la tentación de la carne; las presentan, entonces, con tez blanca, cabello rubio, siluetas exuberantes, encantadoramente atractivas y hasta capaces de corresponder a los sentimientos de sus captores, en contraposición a las devoradoras y carniceras de su condición anterior. En cuanto a su difusión gráfica, los artistas plásticos pueden, además, hacer una adaptación más cómoda y estética del cuerpo femenino, en las partes de la cintura y caderas, a un remate con cola de pez.

La hipótesis más aceptable para explicar el cambio puede estar en el aspecto lingüístico: en el griego antiguo la voz pteguin significa alas y aletas a la vez; en latín sólo se diferencia por una letra pinnis-pennis; por lo que en la edad media la imagen de las sirenas fue reelaborada partiendo de una mala interpretación de sentido.

Las ninfas que si corresponden a las características que arriba se describen son las nereidas, también habitantes del mar, hijas de Nereo y extraordinariamente bellas, jóvenes mujeres de la cintura para arriba y cola de pez hacia abajo que seducían y raptaban a los navegantes llevándolos al mundo submarino para ser sus amantes. En ambos casos, las sirenas y nereidas, eran ninfas marinas, nunca de ríos o lagos. Provienen de la mitología clásica. En nuestra mitología andina no se registran seres con semejantes dotes; aunque en la nuestra encontramos una riqueza muy singular, pero se orientan a una visión del mundo y de sus dioses muy distintos.

La fuente originaria de toda mitología es aquello que nos asombra y que la experiencia directa no puede explicar; así también, todo orden social y cultural que se tambalean crea sus mitos para justificar su propia crisis.

miércoles, 15 de abril de 2009

El canónigo del taco


Por: Freddy A. Contreras Oré

En sus “Tradiciones Peruanas”, don Ricardo Palma publicó en total 453 tradiciones que recogen de la historia sus argumentos y el ambiente para ser retocados con las telarañas del ingenio de nuestro tradicionista dando origen a un género inconfundible que no es historia ni leyenda sino poesía aderezada con datos de la verdad o fantasía hechizada con fogonazos de historia.

Durante mis vacaciones escolares de cuarto de secundaria, allá a mediados de los años setenta, me dejé ganar por la magia de tan voluminosa obra del abuelo Palma y, desde entonces, guardo especial cariño por esta tradición que ahora quiero compartir con los y las jóvenes estudiantes de mi provincia:

Cura de Concepción, en la provincia de Jauja, era por aquellos años el señor Pasquel, dignísimo sacerdote que andando los tiempos ocupó alta jerarquía eclesiástica. Cierto que no tuvo en el cerebro mucho de lo de Salomón; pero era un celoso pastor de almas, fiel cumplidor de sus deberes y de moralidad tan acrisolada que jamás pecó contra el sexto mandamiento.

Al pasar Orbegoso por Concepción alojóse en casa del cura, que había sido su amigo de la infancia y con quien se trataba tú por tú. El señor Pasquel echó el resto, como se dice, para agasajar a su condiscípulo el presidente y comitiva.

Entre los acompañantes de su excelencia había algunos militares del cuño antiguo que sazonaban la palabra con abundancia de ajos y cebollas, lo que traía alarmado al pulcro cura de Concepción, temeroso de que se contagiasen sus feligreses y saliesen, a roso y belloso, escupiendo interjecciones crudas.

Una noche en que platicaba íntimamente con Orbegoso, agotado ya el tema de las reminiscencias infantiles, habló el señor Pasquel de lo conveniente que sería dictar ordenanzas penando severamente a los militares que echasen un terno. Rióse su excelencia de las pudibundas alarmas del buen párroco, y díjole:
-Mira curita, así como a ustedes no se les puede prohibir que digan la misa en latín, lengua que ni el sacristán les entiende, tampoco se les puede negar al soldado el privilegio de hablar gordo. Muchas batallas se ganan por un taco redondo echado a tiempo, y para quitarte escrúpulos te empeño palabra de hacerte canónigo del coro de Lima el día que te oiga echar en público un…culebrón retumbante.

Como hasta en el pecho de los santos suele morder el demonio de la ambición, diose a cavilar el señor Pasquel, en que una canonjía metropolitana es bocado suculento, y de canónigo a obispo no hay más que una pulgada de camino, como diz que dice el abate Cucaracha de la Granja, a quien mis choznos verán mitrado.

Al siguiente día, con el pie ya en el estribo y rodeado de edecanes y demás muchitanga que forma el obligado cortejo de un presidente republicano, despedíase Orbegoso de su condiscípulo el cura. Este, que había meditado largo y resuéltose a ser canónigo, le dijo:
-Conque, José Luis, ¿eso de la canonjía es verdad o bufonada?
-Lo dicho, dicho, curita; pero no hay canonjía sin un taco enérgico. Conque decídete, que el tiempo vuela y hay muchos niños para un trompo.

El señor cura se puso carnesí hasta el blanco de las uñas, cerró los ojos y exclamó:
-¡Qué cara…coles! ¡Hazlo, si quieres, y si no, déjalo!

Y después de lanzada la tremenda exclamación, el señor Pasquel, escandalizado, asustado del taco redondo que sus sacerdotales labios acababan de proferir, corrió a encerrarse en su cuarto y cayó de rodillas dándose golpes de pecho.

Quince días más tarde llegaba a Concepción un posta y apeóse a la puerta de la casa parroquial.

Orbegoso había cumplido su palabra, y el señor Pasquel era canónigo.

Pero por lo mismo que en el agraciado había mérito y virtudes que lo hacían digno hasta de la mitra, encontró émulos en sus compañeros de coro, que lo bautizaron con el apodo de el canónigo del taco.

martes, 14 de abril de 2009

Huaynalaya, la farsa al desnudo


Por: Freddy A. Contreras Oré

El vínculo del líder con sus seguidores tiene un origen atávico. En la sociedad primitiva el jefe era reconocido por la comunidad en razón de sus aptitudes físicas para la lucha y el aprecio que despertaba su prudencia para afrontar satisfactoriamente las dificultades del grupo. En el mundo actual el líder es aceptado por una masa informe y extensa gracias a la imagen que vende a fuerza de propaganda, figuración mediática y una red de seguidores intermedios que se encargan de difundir las ideas y conductas del líder jugando el papel de clones de su conductor. Por eso los seguidores, en todas las escalas de una organización, sacrifican su identidad y someten su autonomía a la voluntad del líder: repiten lo que el conductor hace, repiten lo que el conductor dice, difícilmente piensan por sí mismos.

Cada vez que las circunstancias apuntan en su contra, los adeptos del CONARE retoman la cantaleta para revivificar a su líder, machacando acerca de la condición privatizadora de la Ley General de Educación Nº 28044, pese a que durante la huelga de 2003 los legisladores de todas las bancadas partidarias declararon que no lo era. El argumento recurrente de quienes objetan aquel documento legal es que en su artículo 4º se dice que la educación es un servicio público; (allí está la trampa porque dicho concepto implica retribución económica igual que el agua, el teléfono, la energía eléctrica y el transporte). Yo sostengo que en esa afirmación existe mucha maldad e intencionada manipulación para crear un instrumento funcional a los intereses de la cúpula dirigente. Sólo un monstruo que representa una terrible amenaza al magisterio y a los pobres del país puede mantener vivo los miedos de la masa y despertar sus ímpetus de lucha. Así el líder puede mantenerse consumiendo las energías de los seguidores; sin una amenaza patente el conductor pierde vitalidad a tal punto que puede no ser necesario. Esa posibilidad es un grave riesgo que el conductor no quiere correr.

Reflexionemos al respecto. Las palabras son polisémicas. Por tanto, dotarlo de un significado absoluto e irrebatible es un absurdo que sólo los desinformados y los engaña muchachos pueden hacer. Cualquier diccionario jurídico nos alcanza sobre la frase en cuestión dos significados que nos interesan ahora: servicio público es la actividad destinada a servir a la colectividad (es público porque se dirige a la colectividad). Este significado no refiere en ninguna parte su carácter privado o la necesidad de retribución económica porque también hay servicio público gratuito como la que se brinda en algunas oficinas del Estado. La otra acepción es que servicio público es la actividad que se lleva a cabo para beneficio de la comunidad bajo responsabilidad del Estado. Así tenemos que son servicios públicos la salud, la educación, la asistencia jurídica al desposeído y otras que el Estado asume para bien de las mayorías. Si el sentido de una expresión no está enteramente precisado debemos recurrir al análisis textual interno y externo con el fin de especificarlo; pero, la Ley General de Educación, para nuestro bien, refuerza en varios artículos la idea de que la educación básica es responsabilidad del Estado y financiado por él.

Nuestra Constitución Política emplea en varios artículos las expresiones servidor público, presupuesto público, gestión pública, educación pública y los dirigentes sindicales declaran ser comprometidos defensores de la escuela pública, todos éstos se refieren a las actividades del Estado y llama la atención que sólo el servicio público tenga un significado frontalmente opuesto gracias a una tergiversada interpretación.

Cuando mis colegas maestros repiten sin mayor análisis los conceptos amañados de las cúpulas dirigentes, refrendan lo manifestado por el diagnóstico educativo de los últimos años: no hay desarrollo de capacidades, pero si mucho facilismo y aprendizaje de paporreta; no hay pensamiento autónomo, sino heterénomo. Con seguidores así el líder tiene asegurado larga vida. ¡Felicidades, Huaynalaya!

martes, 24 de marzo de 2009

Antonio Ureta, escritor concepcionino


Por: Freddy A. Contreras Oré

La primera referencia que tuve de Antonio Ureta Espinoza fue a través de un comentario que doña Isabel Córdova Rosas hiciera allá por el año 2000 en su libro “Literatura de Junín” donde menciona de nuestro escritor dos cosas que me interesaron sobremanera: que era natural de Concepción y que su libro “Cuentos del viento”, constituía una prometedora revelación dentro del contexto de la literatura regional.

Una indagación inicial me llevó a ubicar su casa en Puente Negro, pero lastimosamente para entonces toda su familia ya no radicaba en nuestra localidad. Entonces busqué conocerlo a través de su obra y lo único que pude conseguir después de mucho hurgar y tanto insistir fue “Cuentos del viento” en su edición inicial, con ilustraciones de Josué Sánchez. Una colección de cuentos breves con alta dosis de poesía y gusto por los paisajes, los personajes y las anécdotas de la tierra amada.

Fueron muchos años de intentos frustrados por entrar en contacto personal con Antonio Ureta, hasta que en enero de 2007 nos hizo una grata visita después de casi veinte años de ausencia en los que dijo que las imágenes vivas de su tierra siempre lo acompañaron.

Antonio formó parte de las patotas juveniles de inicios de los años setenta. Nacido en 1954 en nuestra localidad, colmaron sus andanzas infantiles los caminos y parajes de la Isla y los barrios de Lulín y la Estación.

Integró la Promoción nuevejulina de 1972 y emprendió viaje hacia Lima para seguir estudios de Literatura en los claustros de la Universidad de “San Marcos”. En 1986 publicó, con el Taller de Testimonio de la UNMSM, “Habla la ciudad”, editado por la Municipalidad de Lima. Un año después realizó la recopilación de textos orales en las comunidades campesinas de la sierra central: “Los árboles son mi familia”, por encargo de La FAO. Animó la editorial Grano de arena y la serie de cuadernillos de “Cuento y Poesía Breve”. En 1992 publicó “Cuentos del viento” y en 2001, la novela “Después del amor y de la lluvia”. Una última comunicación directa con el autor nos anunciaba la pronta publicación de una colección de cuentos titulada “Pastoras de las alturas de Unku Cruz” y una nueva edición ampliada de “Cuentos del viento”.

Por exigencias del trabajo, radica actualmente en Cuenca, Ecuador. La caricatura que acompaña este artículo me fue remitida por Antonio mediante correo electrónico y es obra de un artista del sur del Perú cuyo nombre desconozco, pero doy fe de ser fruto de cosecha prestada.

domingo, 22 de marzo de 2009

¿Opinión o manipulación?



Por: Freddy A. Contreras Oré


Se dice que en todas partes se cuecen habas. En todas partes podemos encontrar de lo positivo y negativo, de lo bueno y lo malo, de la apreciable y despreciable. Muchas personas con grandes capacidades y habilidades para el ejercicio de una actividad intelectual, pueden carecer de capacidades y habilidades en el aspecto físico motor. Otros que pueden ser excelentes profesionales, pueden tener grandes dificultades para establecer interrelaciones humanas y sociales, etc. Es básico comprender esta verdad para no caer en el absurdo de hacer generalizaciones.


Nadie cuestiona las sobresalientes cualidades que algunos conductores radiales pueden tener para expresarse en público; pero eso no les da autoridad para arrogarse calidad sobre el contenido de sus comentarios. Si se pretende hacer actividad periodística seria y responsable el primer requisito es la objetividad, es decir que entre realidad y comentario periodístico debe haber un nexo de verdad demostrable. Lo contrario es simple subjetivismo, afirmar como cierto lo que se supone, lo que se cree, lo que dicta su escala de antipatías o preferencias, pero no se puede probar. Lo más grave de esa actuación es cuando el divorcio entre la realidad de lo hechos y las supuestas verdades que el comentador difunde es tan gigantesca que su propia conciencia los percibe como mentiras; entonces la frustración los conduce al agravio contra las personas objeto de su resentimiento y el lenguaje se convierte en instrumento de catarsis para vomitar su bilis y mala leche. Por ese infeliz camino transitan muchos de nuestros comentaristas radiales.


Cuestionar es válido y es propio de seres racionales, valientes y dignos. Insultar no es nada edificante y más bien es propio de seres irracionales, cobardes e indignos. Lo más preocupante es encontrarnos con que dichos personajes tengan su corte de receptores que adecuan sus opiniones y sus conductas a la misma tónica de los emisores. Es decir: piensan como piensa el emisor, hablan como habla el emisor, actúan como actúa el emisor y son absolutamente incapaces de asumir responsabilidad crítica de que están siendo víctimas de engaño e instrumentos funcionales de los intereses subalternos de los manipuladores.


Los estudiosos de la psicología social seguramente explicarán la situación a partir de la tendencia natural que todos los seres humanos tenemos a seguir a un líder, alguien que el grupo humano siente que representa sus intereses, necesidades y aspiraciones. Qué ingrato comprobar que hoy día esas aspiraciones estén representados por manipuladores y falsarios.


Es urgente proyectar ante la opinión pública una nueva visión de lo que queremos para lograr una sociedad más justa, democrática y solidaria donde la dignidad humana sea prioritaria en todos los aspectos. Esforcémonos por educar con sano ejemplo a auténticos comentaristas (no a comentadores radiales) que tomen el camino de despertar conciencia constructiva y comprometida ante los problemas. Es tiempo de condenar a los que fungen de intolerantes con los errores ajenos, pero se regodean y viven felices con sus propios errores.

miércoles, 18 de marzo de 2009

El himno a Concepción



Por: Freddy A. Contreras Oré


Debo reconocer el meritorio esfuerzo del INC, filial Concepción, que a inicios de los años 90 del pasado siglo rescatara y difundiera las letras de nuestro Himno local. Hoy día el Himno a Concepción es cantado en todas las ceremonias oficiales y los concepcioninos lo sentimos como el canto cívico que enaltece nuestra identidad y nos enorgullecen las glorias de esta amada patria chica. Sin embargo, a partir de 2003 se viene difundiendo una versión diferente de la primigenia y es menester recuperarlo en el fondo y la forma original.


La composición poética de Fray Luis Ayala Aguirre, antes de ser adaptado al acompañamiento musical fue un texto lírico escrito en octavas; es decir, en agrupaciones de ocho versos. No se necesita ser erudito para concluir que si se varía las octavas a cuartetas, se resquebraja la unidad y coherencia del mismo. Estas octavas fueron escritas, el coro, en dodecasílabos (doce sílabas métricas cada una); y la estrofa, en eneasílabos (nueve sílabas métricas cada verso). Si sostuviéramos la versión del coro que actualmente se difunde en cuartetas nos encontramos con versos de cinco, seis, siete, ocho y nueve sílabas métricas, indistintamente, sin orden ni concierto; y aquello sería una afrenta a la condición de destacado compositor y poeta del autor.


En poética también se requiere de un ritmo que se establece periódicamente por medio de las sílabas tónicas de los versos. En la versión original es fácil de ubicar que las sílabas cuarta, sétima y décima primera de cada verso del coro forman el ritmo interno. Así no sucede en la versión en cuartetas.


Finalmente, cada verso de una composición poética siempre da pie a una leve pausa que es notoria y encaja perfectamente con el acompañamiento musical en la versión primigenia. Eso no ocurre con la versión modificada.


En cuanto al contenido del coro se ha introducido una variación atentatoria en el sexto verso en donde anteriormente decía “y sus laureles adornan tu frente” y hoy “y de laureles coronan tu frente”. Este cambio no es sólo de sentido; sino una rebaja del contenido lírico del texto, porque lo trastoca del nivel connotativo o figurado del lenguaje poético al nivel denotativo de simple lenguaje coloquial. En lenguaje figurado el laurel es un triunfo, una hazaña, una gloria y aquellas preces de nuestros héroes son los que adornan la majestad y superioridad histórica de Concepción, como debe de entenderse “tu frente”. En cambio en la versión modificada, nuestros héroes que están en el cielo en actitud contemplativa toman una postura activa y le colocan una corona de laureles reales a una frente real. El texto pierde consistencia, coherencia y unidad, disminuido al sentido común; y es huachafo, además, porque en la estrofa esos mismos héroes hacen un nimbo o aureola a nuestra ciudad invicta redundándola de distinciones.


Cuesta creer que las personas llamadas a interesarse por el tema y defender nuestro patrimonio histórico y cultural hayan obrado con ligereza y poca convicción hasta la fecha. Es más difícil aceptar todavía que la distorsión se haya iniciado a través de los responsables de las cartillas de difusión del Himno que propala la Municipalidad, tan sólo por acomodar los versos al espacio disponible o porque coronar parece más adecuado que adornar y así debe ir. Los símbolos de una localidad gozan de las mismas prerrogativas que nuestros símbolos nacionales y debemos respetarlos.

viernes, 16 de enero de 2009

Ciclo, sencillo y elegante

Por: Freddy A. Contreras Oré

Academias e instituciones educativas privadas, anuncian por diferentes medios de comunicación masiva la realización de "ciclados" vacacionales, "ciclados" escolares y "ciclados" preuniversitarios y; como los receptores entendemos a qué se refieren esos textos publicitarios muy a la moda y, en apariencia, concordantes con las tendencias de evolución de la lengua, todos lo usan sin darse cuenta del grave desmedro de las normas gramaticales.

Si tal palabreja tuviera motivo que justifique su existencia, sería un neologismo. Un significante nuevo en el bagaje del idioma que surge para transmitir un concepto diferente a los ya existentes y en uso cotidiano. Pero, si el significante y el significado ya existen, entonces la nueva expresión debe, en lo mínimo, precisar, aclarar, especificar una variante del concepto; sino es un invento bárbaro que atenta contra los buenos usos del idioma.

Los usuarios de dicha deformación lingüística, derivan el sustantivo "ciclado" del sustantivo base ciclo, complementándolo con el sufijo "ado" para significar lo mismo que si no usaran el sufijo de marras cuando, de acuerdo al Diccionario de dudas y dificultades de Manuel Seco, académico de la R.A.E. de la lengua, este sufijo se utiliza para indicar posesión (barbado), semejanza (azafranado), dignidad (doctorado), tiempo (reinado), lugar (noviciado), acción (afeitado) sólo derivado de verbos en este caso, colectividad (alumnado) y la palabra en ciernes no encaja con ninguno de los morfemas lexicales aludidos.

En un intento por encontrar el sentido de aquellos avisos de pésima mercadotecnia que emplean las academias y centros educativos particulares, podríamos derivar "ciclado" del verbo ciclar que significa pulir, bruñir, abrillantar. Entonces un "ciclado" escolar sería un bruñido, pulido, abrillantamiento de escolares. De por sí, tampoco tiene sentido apropiado ya que la palabra ciclar es de uso restringido entre orfebres y artesanos para piedras preciosas.

El barbarismo que nos motiva a escribir este comentario surge en realidad de la vanidad de ciertos promotores por fingir prestancia de lo nuevo, apariencia de modernidad e innovación cuando; en sí, es sólo adornamiento que redunda en favor de su propio desprestigio por obrar bajo imitación de consignas improvisadas.

Dentro de las varias acepciones que tiene la palabra ciclo, dos nos interesan en el ámbito académico y cultural: Serie de conferencias u otros actos de carácter cultural relacionados entre sí, generalmente por el tema. Y también: Cada uno de los bloques de cursos en que se divide un plan de estudios. De tales acepciones debemos decir sin extravagancia, pero con propiedad idiomática: Ciclo del cine soviético, ciclo de la narrativa andina, ciclo de la poesía romántica. Y para la otra acepción: Ciclo preuniversitario, ciclo escolar, ciclo vacacional, ciclo de recuperación, etc.

Resulta irónico que instituciones interesadas en utilizar estrategias de persuasión sobre la calidad de su enseñanza para captar mayor población estudiantil, caigan en la tentación de violentar las normas del idioma demostrando poca preocupación por las capacidades comunicativas.

miércoles, 7 de enero de 2009

Consuelo Oré y el florilegio de la tierra


Por: Freddy A. Contreras Oré

Consuelo Oré, maestra y comprometida dama de letras, presentó el día 4 de diciembre del año que se nos fue, su libro "El mundo literario de mi tierra Concepción". Corrió a cargo de don Gerardo García Rosales una extensa disertación sobre la obra que él llamó antología, selección, florilegio y destacó el sobresaliente mérito de la autora por iniciar en nuestra provincia tan singular trabajo. De mi parte, le extiendo con fe y calor, las felicitaciones y los aplausos a doña Consuelo Oré Velásquez.

No debemos olvidar que toda obra del espíritu es una abstracción o imagen de la realidad reflejada en las intensas aguas de la inteligencia y nuestros escritores no viven ajenos a ese entorno, por tanto sus creaciones no existen en el vacío; evidencian no sólo una manera de escribir, sino también una manera de entender la complejidad de la vida, la sociedad y la cultura.

Este libro de la profesora Consuelo Oré se ubica en el contexto de una nueva actitud que desde fines de los noventa del siglo pasado se viene dando dentro del movimiento intelectual en nuestra localidad: integrar nuestros valores históricos culturales con perspectiva e identidad propias. Al respecto, son de merecido reconocimiento los trabajos de don Jesús León Gonzales.

En mi opinión, el gran valor de esta clase de hijos del intelecto que se inician con proyecciones de crecimiento no se encuentra precisamente en las verdades que alcanza o ayuda a definir; sino en las grandes interrogantes que plantea y obliga a esclarecer.

Creo que la autora debería haber planteado desde el inicio cuál es su visión ontológica de la literatura y ello le habría puesto a la mano y a la razón los criterios para incluir o ciertos escritores y a otros no; porque en función de esa definición los lectores también sabríamos si vamos a encontrarnos con autores que hacen literatura con valores estéticos o, en un concepto más genérico, a todos los que buscan perennizarse mediante la escritura, aunque sus trabajos tengan carencia de sentido artístico.

Pese a que Consuelo Oré no lo dice, la literatura que lo aboca es la que se viene haciendo en Concepción los últimos cincuenta años, que coincide además con el tiempo en que se ha creado la provincia. No ha hurgado lo suficiente aún en las profundidades de la literatura oral prehispánica ni la de control social; tampoco toma en cuenta las menciones de los cronistas sobre Concepción de Lurinhuanca y deja pasar de incógnito a don Ricardo Palma, quien refiere a Concepción siquiera en ocho de sus tradiciones; pero en una, "El canónigo del taco", nos permite percibir con nitidez no sólo los aspectos sociales de nuestro terruño, sino su idiosincracia a través del dilema moral del cura Pasquel.

Seguramente hay otros items pendientes que la perseverancia de nuestra autora irá subsanando y ampliando porque el trabajo que ha iniciado es un reto abierto y de duro trajín. Lo que importa destacar ahora es que Consuelo Oré hace conocer en su libro a muchos escritores inéditos y esa búsqueda a de haber sido esforzada y lleno de aventura como lo es el trabajo de la literatura en general.

Este libro, por su naturaleza fundadora, forma parte ya de la obligatoria bibliografía de consulta sobre la patria tierna y acogedora de Concepción y evidencia nuestra peculiar tradición cultural en el valle del Mantaro.