miércoles, 6 de mayo de 2020

El congreso de los reinos




Por: Consuelo Arriola Jorge 


Nuestra madre es hermosa. Sus largas trenzas son los ríos cristalinos; sus pies firmes las profundas raíces de los árboles; su talle sin igual los caminos llanos o escabrosos; su frente amplia las playas dadivosas; sus ojos magníficos el azul de los océanos; coronada de nubes que la bañan toda según la estación o el esplendor del sol en cada amanecer. Sus entrañas guardan el oro, la plata y minerales preciosos, de sus manos generosas emanan las flores para dar alegría o los frutos magnánimos para todo ser viviente.

Sin embargo, en los últimos tiempos algunos de sus hijos olvidaron cuidarla y su linda figura se fue desdibujando, cual Virgen Dolorosa de un Viernes Santo nefasto. No tenía más llanto y su corazón sangrante, su rostro ennegrecido y sus trenzas de barro maloliente eran la fiel imagen de la muerte inminente.

Entonces, como la mayoría de sus hijos no querían ser indiferentes, convocaron a un Congreso de los cinco reinos:  Animal, Vegetal, Fungi, Protista y Monera.

Por el reino Animal se presentó el león y con un soberbio rugido, expresó: “Como todos saben soy el Rey de la Selva. Sin embargo, el hombre, una simple criatura que pertenece a nuestro reino, nos ha traicionado y se ha arrogado muchos poderes y nos ha perdido el respeto, cazando a muchos de nuestros congéneres para colocarlos en cautiverio, sometiéndolos a la extinción. Es por eso que estoy aquí para poner freno a esta destrucción que está poniendo en serio peligro la vida la nuestra madre Tierra”.

Después intervino el Ginkgo. “Yo como único sobreviviente de los Ginkgoales les digo que el hombre es peligroso; casi ha extinguido a los robles, los pinos, los eucaliptos, los alisos, etc. Por ello estamos muy asustados. No mide la extracción de nuestra madera, solo le interesa las monedas y no valora lo que el reino vegetal hace por ellos”.

También solicitó la palabra la rosa, como parte del reino Vegetal, en   representación de las Rosáceas. “Como la flor más antigua de la tierra y extendida por todos los confines, manifiesto mi desagrado con la mano del hombre, quien al vernos florecer nos corta inmediatamente, a veces en frágil botón y trunca nuestra plenitud abriendo desgarradoramente nuestros pétalos para satisfacer sus caprichos y vida superficial.

A continuación, invitaron a que haga uso de la palabra algún representante de los hongos. “En mi reino Fungi, dijo gravemente nosotros entre otros beneficios, hacemos fértil los terrenos. Sin embargo, el hombre insensato cada día recurre a productos químicos que no solamente contaminan la tierra de manera vertiginosa, sino que la falta de producción natural daña hasta la salud de ellos mismos y parece que son insensibles a ello”.

Acto seguido, le correspondió hablar al representante de los Protistas, tenía la voz muy bajita y dijo que siempre era mal visto por los hombres, ya que es el causante de la malaria o paludismo, entre otras enfermedades. Sin embargo, anotó que la culpa no era suya, ya que los mismos humanos dejaban depósitos de agua sin tapa y ahí se multiplicaba el mosquito transmisor. Dejó en claro su desacuerdo con la actitud perversa del hombre al destruir a la madre Tierra.

Todos levantaron sus voces para confrontar ideas y poner un alto a esta situación. Cuando alguien alzó la voz más fuerte ¿Es que se olvidaron de escuchar a alguien? Sí, era el representante del reino Monera. Lo escucharon con atención.

“Si bien nuestro reino es considerado el más primitivo, dijo en tono grave, no se olviden que nosotros fuimos los primeros hijos de nuestra Madre. Tenemos diversos grupos como las bacterias, cianofitas y virus. Yo soy un virus, aunque algunos ya no me consideran dentro del reino Monera y me clasifican dentro de los Euviria, dicen que soy muy particular; pero eso no me importa, estoy aquí para demostrar mi poder contra el hombre, soy el único capaz de hacerlo volver en razón y que aprenda a respetar toda forma de vida”.
Se escucharon murmullos, dudaban de sus palabras y hasta calificaron de presumidas sus afirmaciones. ¿Cómo un ser tan primitivo podría desafiar de esa manera? Sin inmutarse continuó: “Haré que el hombre sienta lo que es estar encerrado, sin gozar de sus comodidades y lujos. Su altanería de hacer ciencia sin conciencia lo humillará. Y cada día los iré evaluando hasta que se convenzan que son los reyes de nada. Por ejemplo, les preguntaré si en sus hogares durante los días de permanencia lograron vivir en armonía, sin maltratarse entre familia; o tal vez si su  gobernante o autoridad distribuyó honestamente los recursos del Estado; quizá si tienen los profesionales de primera línea por vocación; si la policía no ha dejado circular a quien no debía; si los transportistas se han limitado a garantizar solo el abastecimiento; probaré si con  sus redes sociales pueden hacer educación a distancia y hasta los religiosos tendrán que demostrar si tienen como dicen a Dios en su corazón. Cada uno mostrará su grandeza o su vileza. Después de mi expansión exponencial: ¡La vida jamás volverá a ser igual!”.

¡Tanto así! Exclamaron los asistentes muy sorprendidos.

Respondió con una venia. “Si la asamblea lo aprueba, con ustedes su servidor SARS-CoV-2. Comúnmente llamada COVID-19”.

Los asambleístas le dieron luz verde. Ahora solo están aguardando que la vida jamás vuelva a ser igual. Habrá un nuevo orden y anhelan que los hombres sean mejores después de la desolación.

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