viernes, 19 de agosto de 2011

Reencuentro con la Alborada Toledana



Por: Freddy A. Contreras Oré


"PALO CUANDO NO BOGAS Y MÁS PALO CUANDO BOGAS"


Tomo para subtítulo de este comentario una expresión de doña Nidia Vidal, abuela de la protagonista de la última novela de Isabel Allende (El cuaderno de Maya, Ed. Sudamericana, mayo de 2011). Ella lo usa para hacerle notar a su nieta que es una costumbre muy latinoamericana juzgar mal a las personas que no hacen nada; pero se juzga peor a quienes hacen algo valioso. Yo no quiero caer en las trampas del juicio por antipatía. En la cincuentenaria Heroínas Toledo estudiaron mi esposa, todas mis hermanas, varias sobrinas y ahora mi hija; prestaron sus servicios mi hermano, otros apreciados parientes y gratas amistades; difícilmente podría hacer ejercicio de un rol negativo contra la institución. Lo que digo aquí va sólo con el deseo de intercambiar algunas ideas y crecer, si aprendemos juntos compartiendo.


APLAUSOS, SALVAS Y VÍTORES


Para la institución educativa en general por la publicación de "Reencuentro con la Alborada Toledana", a las hermanas Dominicas, a las maestras y maestros, a las alumnas y exalumnas que aportaron con sus artículos, a los artistas que diagramaron la revista. La selección de los artículos y el orden de presentación evidencian un exquisito gusto editorial; los temas son variados y reflejan gran riqueza intelectual. Si no fuera sólo un reencuentro con Alborada Toledana, sino un reinicio, estaría encantado de esperar cada cierto tiempo una nueva publicación.


PALMETAZOS


Para el equipo editorial que se dejó engatusar con las travesuras del geniecillo malo de las palabras y no corrigió oportunamente dos errores de principiantes:


1. Una persona, dice el diccionario, es un individuo de la especie humana; por tanto una persona humana es una redundancia. Si sobrentendemos que la intención de la autora ha sido referirse a la búsqueda del bien del género humano, entonces debería decirse persona humanitaria o, de modo más sencillo, utilizar el epíteto: humana persona y el sentido de la expresión es más apropiado. Error que dejaron pasar en el artículo de Lucero Meza.

2. En la página nueve de la revista se dice algo que jamás de los jamases vuestra querida institución pudo haber obtenido: "el 25avo. Puesto de 1060 proyectos..." Aquí se dio fácil acceso al mal hábito en contra de la propiedad idiomática. Si bien así se mal habla en nuestro medio; en el nivel formal, el ordinal es vigésimo quinto.


JALÓN DE CRENCHAS


Para el equipo editorial que introdujo una corrección donde no hacía falta, en el artículo de Fabiola Contreras. Resulta irónico que la hija de quien asume la defensa del gentilicio concepcionino(a) aparece utilizando en su artículo el exótico neologismo "concepcinas". Les invito gentilmente a revisar el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, donde se consigna nuestro gentilicio de la provincia de Concepción, región Junín, Perú. Y porque, además, sobran criterios morfológicos y de acepción derivativa para descartar la aberración que promueve el autor de la revista Montacanasta.


Y otro jalón doble para el profesor Víctor Vargas de la Cruz quien, en su excelente trabajo sobre el cuento folclórico, hace mención, sin menoscabo de la calidad de todo el resto, a unas inexistentes "sociedades triviales", es decir, sociedades vulgares, ordinarias, anodinas; cuando, muy por el contrario, todos los estudios sociológicos sostienen que la naturaleza de las sociedades humanas son su complejidad, su mulplicidad de procesos y símbolos. Otra vez el geniecillo de las palabras le juega una mala pasada a nuestro amigo; con certeza quiso decir sociedades tribales. Pero en este caso, como docentes del área de comunicación, no debemos olvidar que nuestro conjuro contra las maldades del duende travieso es el diccionario y la calma paciencia de revisar nuestros escritos hasta que la buena levadura haga florecer el bollo apto para el horno.


AZOTES CON PENITENCIA


A la profesora Consuelo Oré Velásquez que, quitándole cuerpo a sus antecedentes intelectuales y a su condición de maestra concepcionina, presenta una nota inconsistente y escrita a plumazos apresurados.


En tal consigna datos que la investigación histórica ha demostrado que son falsos y, pese a que la tradición y la incomprensión de muchos sectores aún no lo aceptan, son nuestro deber esclarecerlos.


Sólo por hacer referencia: un historiador de prestigio nacional como Rubén Vargas Ugarte y otro más cercano como Eduardo Mendoza Meléndez, han demostrado sin lugar a dudas que la acción heroica de nuestras Toledo ocurrió en fecha diferente al tres de marzo de 1821. Si bien es un tema que exige mayor difusión; como formadores de nuevas generaciones debemos avanzar abriendo trochas hacia los nuevos saberes y no adormilarnos junto a las seductoras espumas de las fuentes estancadas.

viernes, 10 de junio de 2011

Reflexiones sobre las elecciones presidenciales



Por: Freddy A. Contreras Oré

El resultado de las elecciones presidenciales del 5 de junio, en lugar de dar pie a irritadas lamentaciones o desaforadas celebraciones, debería sernos útil para reflexionar y aprender más acerca de las imbricadas callejuelas de la política peruana, e aquí algunas de mis conclusiones personales:

No hay que ser arrogantes ante el adversario chico, menos todavía si ese adversario ya viene con el antecedente de haber llegado a una segunda vuelta en elecciones anteriores. El error de todos los neoliberales peruanos estuvo en creer que el crecimiento económico, la estabilidad monetaria y el chorreo bastan para que las mayorías nacionales permanezcan contentas, o por lo menos adormecidas ante la gigantesca desigualdad y marginación que el sistema promueve. Por eso, mientras el nacionalismo y las izquierdas consideraban que la única manera de derrotar a la hegemonía ideológica y política de la derecha era construyendo un único y gran frente electoral; las candidaturas de la derecha, soberbias se multiplicaban, se atacaban entre ellas y se mostraban dueñas de los resultados de la contienda: total era su juego, eran sus reglas, eran sus electores y eran sus árbitros. Con Ollanta en la cola de las encuestas, la disputa era entre los capos y nadie más. Pagaron caro su falta de realismo.

La primera y la segunda vuelta electoral no son dos tiempos de la misma competencia, sino dos competencias diferentes. Cuando el triunfo de Ollanta en primera vuelta estuvo cantado, todos los candidatos de la derecha se conformaron en competir entre ellos para llegar segundos, aferrándose a la suposición de ser ganadores en segunda vuelta tal como aparecía en las encuestas. Aquel fue el momento oportuno para mostrar su nivel de pensamiento estratégico y actuar con desprendimiento y visión política; no lo hicieron y permitieron que llegara a segunda vuelta la candidata que generaba mayores dudas y arrastraba mayor falta de credibilidad. Pese a que en las encuestas de la primera vuelta Keiko le ganaba a Ollanta en la segunda; las estrategias tuvieron que replantearse y las movidas oportunas de Ollanta, su nueva red de alianzas, el rol de los colectivos contrarios a Keiko y los propios errores de la candidata permitieron el triunfo del comandante.

En política los gestos de los candidatos son más importantes que los anuncios de los profetas. Si bien Keiko es una identidad distinta a Alberto Fujimori y podemos aceptarle sus disculpas y quejas acerca de que no tiene por qué cargar con la pesada cruz que le heredó su padre, no pudo convencer a la mayoría de peruanos de una real ruptura política con don Alberto: cuenta con la colaboración militante de los otrora colaboradores de su padre, hace campaña cobijándose con la sombra protectora de su padre, lo proclama el mejor Presidente de la historia del Perú, utiliza las mismas tácticas políticas que usó su padre y recurre a los clásicos psicosociales de origen montesinista como aquel de apelar al pensamiento mágico del pueblo a través de supuestas profecías que le favorecen. Perdió su oportunidad y creo que no habrá otra, porque con objetividad Keiko no tiene un espacio político propio y a no ser que la derecha en versión más potable repita los mismos errores de ahora, la hija del dictador no volverá a pasar del 20 % de voto duro del fujimorismo en nuevas elecciones.

La derecha peruana no es consecuente con los principios de la democracia, la honestidad y defensa de las libertades humanas; sólo es consecuente con la defensa de sus intereses económicos. Los políticos de derecha y muchos medios de prensa escrita y audiovisual realizaron una dura campaña de demolición del candidato que no les agradaba y apoyaron a la candidata que les garantizaba la continuidad del modelo y sus gollerías. No les importó la ausencia de un serio plan de gobierno ni la situación ética de muchos oscuros personajes del fujimorismo. La derecha en el Perú es una derecha que no se moderniza. Repite de paporreta como verdades incuestionables los mismos argumentos ideológicos, políticos y económicos que la realidad se ha encargado en demostrar como ineficaces para generar el verdadero desarrollo con equidad e inclusión social. Cuando intenta refutar las ideas del adversario ideológico recurre a las manoseadas acusaciones en contra del estalinismo de hace más de medio siglo; pero que no tienen sentido ahora que los propios Partidos Comunistas del mundo sostienen planteamientos renovados sobre el desarrollo de las sociedades. Ollanta, por otra parte, si bien tiene en su equipo a varios otrora dirigentes de la izquierda marxista, él dista mucho de ser uno de ellos, ni siquiera un tibio socialista. La derecha no acepta, pese a que la realidad se lo advierte, lo que no le conviene; prefiere manipular la verdad porque quiere seguir manteniendo a ultranza sus privilegios.

Las celebraciones que se realizaron en todo el Perú una vez conocido el triunfo de Ollanta dicen mucho de la gran expectativa que su candidatura ha despertado. Yo no creo que ahora nuestro nuevo gobernante vaya a tener la varita mágica que nos lleve de la noche a la mañana a alcanzar el país justo que todos queremos; creo más bien que el compromiso adquirido es enorme y se debe comenzar por superar la polarización, conformar un gabinete de ancha base y, sobre todo, comenzar por demostrar en la práctica que los miedos de los derrotados no tenían asidero real. Estaremos vigilantes.

sábado, 26 de febrero de 2011

La Biblia, historia o mito


Por: Freddy A. Contreras Oré
(Resumen de "La Biblia y sus secretos" de Juan Arias)

Los estudios contemporáneos sobre la Biblia han llegado a la conclusión que el conjunto de escritos que lo conforman no pueden tratarse de libros históricos según los criterios de la historiografía moderna, por la simple razón de que los más de cuarenta autores que escribieron la Biblia no tenían la intención de hacer un trabajo estrictamente histórico, sino, más bien, trataban de difundir un mensaje espiritual. Abiertas las puertas a la crítica, liberada ya la Biblia del peso de la revelación divina que la había circundado hasta hace poco, los expertos fueron capaces de formular diversas hipótesis, y en ocasiones, hasta disparatadas. Para ciertos críticos radicales la Biblia es sólo un libro de bonitos cuentos nacidos de la imaginación del folclore popular de las antiguas tribus nómadas semitas.

Las pruebas arqueológicas

Uno de los problemas que judíos y cristianos hallan en la interpretación de la Biblia como libro histórico es que no se consigue encontrar pruebas arqueológicas que puedan probar los hechos narrados. La mayor parte de lo que se cuenta como histórico en la Biblia no aparece en ninguna otra fuente no religiosa. De ahí que en el siglo XIX se levantase una especie de fiebre arqueológica a la búsqueda de pruebas testimoniales tangibles sobre los hechos narrados en la Biblia. En la Biblia aparecían nombres de ciudades y personajes de los que ni los griegos ni los romanos tenían noticia.

A primeros del año 2003 apareció en todos los periódicos del mundo una noticia sobre el presunto descubrimiento de un bloque de piedra calcárea con inscripciones en fenicio antiguo que detallaban planos de la reparación del primer Templo, el del rey Salomón. El fragmento, al parecer, pertenecía a la época del rey bíblico Joás, que reinó hace 2 800 años. Los medios de comunicación de todo el mundo subrayaron que si dicho bloque de piedra resultase auténtico, como afirman algunos especialistas del Instituto de Investigaciones Geológicas de Israel, “se trataría de la primera prueba física de apoyo de un texto bíblico”, lo que revela la poca consistencia que la opinión de buena parte de los especialistas en la materia atribuye a las pruebas arqueológicas presentadas hasta ahora en defensa de la historicidad de la Biblia.

Werner Keller, autor del libro Y la Biblia tenía razón, veinte años después de su primera edición, llega a opinar: “existen hoy historiadores, teólogos, científicos y arqueólogos que tras un examen concienzudo de la tradición bíblica, llegan a opinar que, en último análisis, la cuestión de si los hechos relatados en la Biblia son ciertos o errados tiene poca importancia”, ya que para ellos, dice, lo importante de la Biblia es que encierra un mensaje religiosos. Y añade el arqueólogo alemán: “Por mucho que sepamos ya de la Biblia en los días de hoy, aún estamos muy lejos de saber todo de ella. Las preguntas aún no han terminado. Al contrario, cada nuevo descubrimiento suscita nuevas preguntas”.

Finkelstein y Asher, autores de La Biblia desenterrada, sostienen sobre el éxodo de Egipto: “La epopeya de la salida de Israel de Egipto no es ni verdad histórica ni ficción literaria (…). Fijar esta imagen bíblica en una fecha concreta es traicionar el significado más profundo del relato”.

La simbólica historia de un pueblo

La Biblia, en realidad, es más que un libro de historia, por muy importante que sea la historia que en ella se narra. Es historia y no sólo mito, porque, de lo contrario, no tendría sentido toda la compleja y simbólica epopeya del pueblo de Israel y de su fe, que constituye una de las religiones más antiguas e importantes del mundo y que acabó dando vida al cristianismo. Si se tratara sólo de un libro de mitos o cuentos, por interesante que fueran, la Biblia no hubiese tenido tal repercusión en estos últimos tres mil años de historia, ni se hubiesen escrito sobre ella montañas de tratados ni hubiese inspirado tanto y a tantos millones de personas.

Lo más importante, hoy, en el estudio sobre la Biblia no es la discusión sobre su carácter histórico o si se trata de una revelación divina. Lo importante es el significado de estos textos para aquel pueblo semita y este aspecto es, precisamente, el objeto de los últimos estudios bíblicos: ¿qué entendían ellos por historia y cómo supieron entrelazar en una maravillosa obra literaria lo real y lo simbólico? ¿Cómo supieron unir la historia de un pueblo que si existió y que luchó durante años junto a su Dios en busca de su identidad, con las utopías y los arquetipos universales del ser humano?

Si algo de original y de importante existe en la historia del pueblo judío y de su religión –que fue la de Jesús de Nazaret- es que se trató de algo fuertemente enraizado con la vida, con la responsabilidad del hombre con la tierra, con el destino de los perseguidos, con la libertad y con la esperanza en el futuro. Todo eso, con relatos históricos o no, está en el corazón de la Biblia como el mensaje ético, religioso y social más fuerte de la historia. El resto está en manos de los expertos en historia y arqueología.

Las cinco Biblias

Millones de personas tienen en su casa un ejemplar de la Biblia, pero desconoce su historia, sus autores, la lengua en que fue redactada. Y, sobre todo, ignoran que no existe una sola Biblia, sino varias: la judía, la hebrea, la católica, la protestante y la ortodoxa.

Es curioso que la palabra “biblia” no aparezca en la Biblia. Es una palabra creada por los primeros cristianos de cultura y lengua griegas. Significa en griego “libros”, en plural, aunque el uso ha convertido a la palabra en singular. Ese nombre es el que los griegos daban a un rollo de papiro que fue la materia prima con la que se elaboraron los pliegos para escribir algunos de los libros de la Biblia, llamados también rollos, porque cada libro se escribía en un solo rollo de papiro. Pero aún antes de redactarse en papiros o pergaminos, buena parte de los textos de la Biblia existía sólo en la tradición oral y es posible que las primeras aproximaciones de algunas de aquellas tradiciones orales fueran escritas en tablas de arcilla sobre las que se escribía con punzón.

Fue san Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla, en el siglo IV d.C., el primero que usó la palabra “biblia” para designar los libros sagrados, considerados por él como “el libro” por excelencia. Entre los cristianos, la Biblia se llama también “Escrituras”, o “Sagradas Escrituras”, o “Palabra de Dios”, entre otras denominaciones, aunque la forma “Biblia” es la más usada.

El libro sin nombre


Por: Freddy A. Contreras Oré
(Resumen de "La Biblia y sus secretos" de Juan Arias)

Aunque parezca raro, no existía un nombre, entre los judíos, para designar ese conjunto de libros que nosotros llamamos Biblia y que fueron escritos a lo largo de más de mil años. Esa colección de escritos se fue uniendo en un mismo cuerpo de escritura a lo largo de los siglos.

En primer lugar existió la Torá o Torah, o Libro de la Ley de Moisés, llamado también Pentateuco, que significa “cinco libros”, y que son los escritos con los que empiezan todas las Biblias: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Ésa fue la primera Biblia, cuya escritura se atribuye –al parecer erróneamente- a Moisés.

A esa primera Biblia se le añadió, dos siglos más tarde, otro bloque de escritos llamados Profetas, constituidos por cuatro libros de profecías considerados como libros históricos. Y, por fin, el tercer bloque de la Biblia judía, cien años más tarde, lo constituyen los Escritos, una miscelánea que contiene poesía, cuentos, dramas, crónicas históricas y hasta Apocalipsis.

La Biblia judía fue escrita en hebreo y, algunas partes, en arameo, lengua hermana del hebreo que los judíos adquirieron de los persas entre los siglos VI y IV a.C. y que se hablaba aún en los tiempos de Jesús. Existían también algunos dialectos del arameo, por ejemplo en Nazaret, la aldea donde probablemente nació Jesús. De ello quedó constancia en los Evangelios, en la escena en que Pedro fue apuntado como uno de los discípulos del Maestro que acababa de ser apresado. El apóstol Pedro niega conocer al Maestro y los judíos le dicen que es inútil que lo esconda pues habla su mismo dialecto: “Realmente, tú también eres de ellos; pues tu manera de hablar te delata” (Mt. 26,73). Hablaba, en efecto, en el dialecto de Nazaret, el mismo que hablaban Jesús, sus padres y sus hermanos.

Sin capítulos ni versículos

Fue en París, en 1231, cuando apareció la primera Biblia dividida en capítulos, gracias a la labor de Stephen Langton, quien acabó siendo obispo de Cantuaria. La Biblia, originariamente, tampoco contaba con versículos. Dicha innovación –tan práctica en las citas- se debe al impresor francés Robert Estiénne, que, en 1951, viviendo en Ginebra, como protestante exiliado, publicó un Nuevo Testamento en francés con versículos numerados.

En la Biblia original hebrea, el texto aparece corrido, todo seguido sin ninguna separación. Más aún: en el alfabeto hebreo antiguo, en el que fue escrita la Biblia, no existían vocales, sólo consonantes. De ahí la dificultad para traducirla primero al griego y, después, al latín. Como curiosidad: la Biblia judía o Antiguo Testamento tiene 929 capítulos y 23 214 versículos. La Biblia católica tiene 1 189 capítulos y 7 959 versículos.
Las primeras reuniones de cristianos, tras la muerte de Jesús, se celebraban en las sinagogas, pues aún no existían iglesias. Y los libros que leían eran los que pertenecen a la Biblia. Quien en la actualidad lea la Biblia judía –la que se usa todos los días en todas las misas del mundo- tiene que saber que es la misma que leía Jesús, la que usaba para discutir con los fariseos y con los doctores de la Ley. La añadidura del llamado Nuevo Testamento a la Biblia judía fue muy posterior.

La cristianización de la Biblia judía

Los católicos aceptaron en su Biblia una serie de libros que aparecen en la parte llamada Antiguo Testamento y que los judíos nunca aceptaron en su Biblia, ya que los consideraban apócrifos, es decir, que no fueron aceptados en el “canon” o lista oficial de los libros que los judíos entendían como revelados por Dios. (Estos libros no aparecen, sin embargo, en la Biblia protestante). Por otro lado, la Iglesia católica no acepta los Evangelios apócrifos por la misma razón: entiende que no fueron fruto de la revelación divina. Los expertos opinan que, en la lucha contra los protestantes, esos libros de la Biblia resultaron muy útiles a la tesis católicas, ya que reflejaban los temas más controvertidos entre católicos y protestantes, como la existencia del infierno o las oraciones por los difuntos, circunstancias que probarían la existencia del purgatorio, la existencia de ángeles y demonios, etcétera.

El orden de los libros de la Biblia se modificó y quedó establecido cuando se tradujeron de los originales al griego. Es la famosa traducción Septuaginta, realizada entre el siglo IV y el siglo II a.C. por setenta estudiosos judíos de Alejandría. Es curioso, por ejemplo, que Marcos, Mateo, Lucas y Juan, cuando escriben sus respectivos evangelios, citan los textos bíblicos en su traducción griega e ignoran el texto original hebreo.

Quienes utilicen la traducción de la Septuaginta del hebreo al griego tienen que saber que no se trata siempre de una traducción literal, ya que, en muchos casos, no se trata de una traducción fiel sino de una verdadera interpretación. Del mismo modo, también hay que tener en cuenta que los textos originales hebreos con los que trabajaron los traductores diferían en algunos casos de las transcripciones que de dichos textos han llegado hasta nosotros.

Desafortunadamente, no poseemos ni uno solo de los textos originales de la Biblia escritos en hebreo o en arameo. Los más antiguos –pero tampoco originales- son algunos de los encontrados en las recientes excavaciones del Mar Muerto, en Qumram. Estos textos – el libro de Isaías, por ejemplo- fueron utilizados por la secta judía de los esenios y, por cierto, ofrecen muy pocas variantes respecto a las versiones que conocíamos hasta ahora.

Sin embargo, lo destacable de la Biblia es que a pesar de su enorme diversidad, los libros que lo componen forman un todo único reconocido por cualquier crítico o especialista en la materia.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La huaconada miteña



Por: Freddy A. Contreras Oré

La danza de la huaconada ha sido incluida en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en la UNESCO considerándolo como “una danza ritual que se representa en el pueblo de Mito, perteneciente a la provincia de Concepción, situada en la cordillera andina central del Perú. Los huacones representan el antiguo consejo de ancianos y se convierten en la máxima autoridad del pueblo mientras dura la huaconada. Ponen de relieve esta función tanto sus látigos, llamados ‘tronadores’, como sus máscaras de narices prominentes que evocan el pico del cóndor, criatura que representa el espíritu de las montañas sagradas”.

La huaconada de Mito es una danza ancestral de origen precolombino que perdura hasta la actualidad donde el Huacón ritual desempeña un rol moral y de control social muy importante para los habitantes de la localidad aunque, a lo largo de su historia, nuestro personaje ha experimentado transformaciones que son materia de una investigación etnohistórica aún pendiente de ser culminada.

Con el goce compartido por tan importante logro de nuestros vecinos y hermanos miteños, ahora que su danza representativa está considerado en el pináculo de la cultura por sus sobresalientes méritos artísticos, sociales, étnicos e históricos, debemos asumir la responsabilidad de cultivarla con fervor y conocimiento, sin permitir que la síntesis de tradición y modernidad por la que todo fenómeno socio-cultural atraviesa termine por hacerle perder su autenticidad para convertirla en objeto comercial.

La proliferación de la huaconada en algunas localidades fuera de Mito, ha sido motivo de cuestionamiento por parte de quienes se consideran sus herederos naturales; razón no les falta, porque las imitaciones sin sustento histórico son burdas, pero tampoco se libran quienes se arrogan ser depositarios de un legado que luego les resulta muy pesado para cargarlo sin trastabilleos.

La nueva jerarquía obtenida por la huaconada nos obliga a actualizar nuestros saberes sobre la danza e investigar aquello que aún queda en el tintero:

Sabemos que, aproximadamente hasta los años setentas, antes de danzar la huaconada, los huacones descendían de una quebrada llamada Ayan Grande y se cambiaban en unas cavernas durante la noche. Salir de las cavernas es un simbolismo que les daba a los huacones un cierto origen divino, eran Apus cuya autoridad provenía de la Madre Tierra. Sus máscaras eran, anteriormente, transmitidas de una generación a otra. Ahora estos ritos han pasando al olvido.

La historia oral miteña recuerda que los huacones eran unos ancianos que formaban parte de un consejo de sabios que se encargaban de velar por la moral, higiene y el orden social de la comunidad. Tenían la potestad de entrar a las casas para limpiar las cocinas sucias y castigar a las personas que hubieran cometido adulterio, incesto o algún acto socialmente sancionable. Aunque se les sigue llamando “Alcaldes” su autoridad actual ha sido mermada al solo contexto de la comparsa.

Antes danzaban los huacones tradicionales o antiguos. Actualmente, son una minoría y bailan junto con huacones modernos, Los huacones modernos bailan con sus espaldas erguidas y dan pequeños saltos. Doblan sus brazos ligeramente para apoyar en la cintura sus manos cubiertas por unas mangas multicolores, mientras sujetan el látigo. Usan un delantal de distintos colores y una frazada con la figura de un tigre. Cuando bailan muestran el pecho y doblan sus rodillas con cada paso que dan. Su postura denota la elegancia y la vitalidad propia de una autoridad.

A diferencia de los huacones modernos, los “tradicionales” danzan con la espalda gacha. Su traje es de color crema y está hecho con lana de carnero. Al igual que los danzantes modernos, llevan un sombrero llamado macora, del cual se desprenden largas cintas de colores. Sus acompasados pasos coinciden con cada uno de los toques de la tinya pero no levantan las rodillas ni saltan. Por el contrario, arrastran los pies y llevan sus brazos en la espalda.

Durante los tres días de la presentación de la huaconada en Mito se practican ritos, ceremoniales y protocolos que convierten a la danza en un acontecimiento peculiar que se vincula estrechamente con los valores e identidad de esa apacible localidad.

Felicitaciones al distrito de Mito y a toda la provincia de Concepción que danza con los compases de la tinya de los huacones.

sábado, 7 de agosto de 2010

Piedra Parada, origen del topónimo


Por: Freddy A. Contreras Oré

A finales del año 2006 se inauguró en el cerro Piedra Parada una estatua gigantesca de María, la madre de Jesús, aquel profeta judío cuyo predicamento y sacrificio fueron el sustento teológico de la iglesia católica y las numerosas ramificaciones del cristianismo. Aunque desde siempre los habitantes de Concepción hemos tratado de hurgar, curiosidad mediante, en el origen de aquel topónimo, terminamos por asumir como valedera la leyenda que doña Nísida Villasante Torres popularizó en su libro Tradiciones, cuentos y leyendas de Concepción; donde relata que vivió en días lejanos por los alrededores del cerro un tal Benjamín Parado quien misteriosamente desapareció y casi al mismo tiempo se pudo vislumbrar allí la presencia de una piedra de forma humana y con rasgos semejantes a los del señor Parado; de allí se le conoció como Piedra Parado y con el paso del tiempo la frase derivó en Piedra Parada. Me propongo iniciar un camino distinto en el afán de hallar la ansiada explicación.

Durante el periodo prehispánico de nuestra historia los topónimos nativos siempre hacían mención a alguna cualidad o característica del espacio geográfico. Dicho en otras palabras, los nombres de los lugares tenían base en algo singular que el sitio en mención presentaba: llamaban Paccha a un lugar que tenía una caída de agua; Urin, si el lugar se ubicaba en una parte baja; Koto, donde hay piedras amontonadas, etc. Mediante el llamado proceso de metátesis, con el paso de los años y la influencia de otras lenguas, los fonemas se van trastocando y dan pie a otras voces en las que, a veces, ya no es fácil notar su origen ancestral: Andamarca, Andamayo, Andahuasi provienen del adjetivo anta por el color rojo cobrizo de la tierra en aquellos lugares. Hoy día los pobladores de los localidades mencionados creen que la voz anda proviene del verbo andar, caminar.

Son los conquistadores hispánicos quienes establecen el hábito de bautizar a los pueblos y parajes con nombres de origen religioso y de modo arbitrario sin que el nombre guarde alguna relación con las características del paisaje. Sin embargo, hasta la actualidad, los usos del pueblo, persisten en arrogarse el derecho a nominar ciertos lugares por sus rasgos visibles, tal es el caso de Casa Partida, La Alameda, Puente Negro, Palo Seco.

El cerro que motiva este artículo fue bautizado por los españoles como “San Cristóbal”; pero se deduce fácilmente que no fue el nombre con que el pueblo conocía a dicho paraje; es así que cuando ocurrieron en nuestra localidad las acciones armadas del 9 y 10 de julio de 1882 contra las huestes araucanas, ningún jefe peruano o chileno menciona el cerro con nombre propio; pese a que los datos históricos establecen que por la falda de aquél y la quebrada de Matinchara se movilizaron gran número de combatientes.

Un documento que confirma esta aseveración es una hijuela fechada en 1904, que tuve oportunidad de leer de entre un envoltorio de papeles amarillentos de una venerable abuela que tenía bienes por la falda de nuestro cerro, donde se menciona el paraje “Parapa” que en versión un tanto más antigua y fidedigna de la lengua Wanka debe haber sido “Palapa” que significa desnivel, barranco, hendidura de la tierra y esta característica geológica es propia del lado sureste del cerro por donde se configura la quebrada que desemboca en Matinchara, otro topónimo Wanka que significa “lugar húmedo donde hay un cuenco” y que es una descripción exacta del sitio conocido ahora como Batea de la Virgen.

Piedra Parada es el topónimo con que conocemos hoy al cerro y Parapa era el paraje al sureste; pero es sabido por todos los antiguos pobladores de Concepción que para escalar hacia la cima del cerro había que trashumar por los bordes del paraje Parapa y el camino de aquel entonces estaba forjado en roca viva, en piedra. En algún momento habrían de unirse las voces piedra y parapa y por metátesis originar el nombre de Piedra Parada.

lunes, 1 de marzo de 2010

Memorias


Por: Freddy A. Contreras Oré

El abuelo de mi padre llegó al valle muchos años antes de que emigraran de nuestras arboledas soledosas las criaturas del espanto y quince años después que, las montoneras de Andamarca, Comas, Quichuay, Apata y Concepción arrasaran con un contingente de soldados chilenos en cruento combate durante la incursión enemiga a la sierra central. Vino para compartir testimonio de un siglo que iba agonizando y de otro que nacía trayendo grandes cambios, incluyendo los nombres antiguos de estas tierras. Fue un viaje empecinado y a contravención con los llamamientos de la sangre y la tierra de sus ancestros. Sólo los apresuramientos de un corazón herido por el desprecio de un padre acomodado que le negó su nombre y su cariño fueron capaces de arrancarlo para siempre de su lejana Cajabamba para traerlo al abrazo de nuestro límpido cielo y al goce de la dicha refrescante de nuestras aguas.

No le fue ingrato el amor. La bisabuela Juana más bien lo estuvo esperando después de que el fogonazo de sus primeras miradas les alborotara el sentido común. Lima, aquellos años, era bastante grande; pero no lo suficiente como para borrar la posibilidad de un nuevo encuentro entre el soldadito cajamarquino en servicio militar y la muchacha del valle de visita en la capital. El día en que mi bisabuela, junto a su padre, sudorosa y agobiada por la trama engorrosa de sus polleras, retornaba con una partida de arrieros hacia el valle, la casualidad le permitió un segundo encuentro con el tiempo indispensable para decirle al soldadito: Me regreso para Concepción, en el valle del Mantaro.

Transcurrieron dos años para que el soldadito, una mañana diáfana de heladas penetrantes, apareciera en el portón de la casa, con su alforja repleta de recuerdos peregrinos y la bisabuela, habiéndolo divisado en el instante mismo en que él se detuvo para tomar aliento e intentar el pactado silbido anunciador de su presencia, sin decir palabra alguna, corrió a la misma velocidad de sus latidos, se colgó del cuello del viajero, de un salto quedó a horcajadas derribando al sorprendido visitante y sin concederle la oportunidad para reponerse del susto, le cobró todo sus dolores de ausencia con un beso hambriento de urgencias contenidas. Eso bastó para que el matrimonio se realizara a trámites acelerados.

Lo extraordinario del bisabuelo es que llegó apenas con su enorme cargamento de amor y sin dinero para iniciar los trámites de su propio destino. A fuerza de fe fundó una nueva familia y a fuerza de brazos comenzó a pircar los cimientos de su vida en el valle. Trabajó a diario desde el primer anunció del alba hasta la muerte del último rayo del sol y la tierra le fue fructífera; las lluvias, benignas; las cosechas, abundantes; y la fortuna, prometedora.

Los bisabuelos, a inicios del siglo, se dieron tiempo para explorar todas las vertientes de su amor sin reticencias ni falsos temores; fueron felices pero no les cayó a bien el arte de engendrar hijos. En una época en que las buenas familias campesinas sobrepasaban la decena de descendientes, mis bisabuelos apenas tuvieron dos: el abuelo Ramón, y la tía abuela Victoria. Al bisabuelo le faltó tiempo para ver a sus hijos realizados: le vino la muerte por correr en los campos, recién comido, tras un toro descontrolado, justo el año en que llegó el tren para cambiarnos la vida, los hábitos y las historias que para entonces eran reales y ahora sólo delirio de viejos.

Yo soy uno de los bisnietos de Eugenio y Juana. Nací a punto de iniciar la sexta década del siglo y Concepción, entonces, ya era capital de provincia, tenía el parque más bello de todo el valle y los fantasmas que se tomaban su tiempo para compartir con los abuelos se habían ido por los rumbos vacíos, que se abrieron con la llegada del tren, con la apertura de la nueva carretera, con la invasión de los vehículos de motor y las otras argucias técnicas del mundo moderno. A pesar de todo pude heredar todavía de la noche sus misterios y del sol la hipnótica luz que me hiciera guardar lo que otros ya no alcanzaron a ver.

Yo tuve la suerte de vivir un tiempo en Lima, en la grata compañía de la abuela Victoria, cuando me fui a estudiar en la universidad. Su esposo, el abuelo Basilio había muerto tres años antes, aunque en realidad ya no vivía en el mismo suelo que pisan nuestros pies desde otros cinco años más atrás. Pasaba sus noches en el auto destartalado de su hijo, afuera de la casa, en el Jirón Recuay, en Chacra Colorada, y no dormía dedicado a reconstruir su pasado con discursos confusos donde mezclaba hechos de distintas épocas de su vida, acontecimientos reales y soñados; pero, sobre todo, recordaba los tiempos felices en que compartió con Gallito Fino.

Se reunían en el barranco de Paccha, trajinaban los pastizales y pantanos de La Isla hasta dar con el lugar convenido. Gallito Fino y su cliente chacchaban la coca endulzada con llipta, se tomaban sus buenos tragos de aguardiente mientras el adivino le advertía a la víctima sobre los riesgos de conversar con los muertos y, mientras lo iba sugestionando; el abuelo, escondido, se preparaba para la sesión.

Durante el interrogatorio era cuando el abuelo tenía que demostrar lo mejor de su arte. Daba al cliente referencias difusas, hábilmente preparadas para que la víctima terminara por armar su propia historia y concluyera por enterarse de las cosas que en el fondo de sí mismo quería confirmar. Entonces la voz del abuelo era la voz del muerto amado. El pensamiento del abuelo, el pensamiento del muerto consultado y, otras veces, la voz y el pensamiento mismo del diablo. Lo que ocurriera después ya no era responsabilidad de Gallito Fino ni de su mediador; aunque sucedieron, muchas veces, desgracias por culpa de sus malos consejos. Aún así, el adivino era respetado.

Gallito Fino se fue del mundo sin tener anuncio de sus amigos, los muertos. Después de una borrachera abusiva, se quedó para siempre en la noche estancada dejando al abuelo en la orfandad laboral. Por eso llegó a la capital para vivir de las propinas de los hijos, después de haber intentado recorrer por su cuenta el camino de la magia negra y haber fracasado.

Me fui a Lima a los diecisiete años y no pude acostumbrarme a sus amaneceres apretujados de niebla, a sus sofocantes embotellamientos de carros ni a los riesgos de vivir al cuidado de quien te va a robar el sencillo de tus bolsillos o rasgarte el amor propio con un despectivo serrano de mierda. Así que me regresé para seguir acompañando los avatares de mis padres, como de niño lo hacía y, lo recuerdo con ternura ahora.

Hoy el mundo está cambiando más rápido que en cualquier otro tiempo, pero no puedo olvidar lo que viví al cariño de la familia, al brillo azul del cielo que me ilumina y al aire mágico que me inspira.