Adaptación
El
puku-puku es un ave pequeña, del tamaño de una paloma mensajera. Grita: ¡Pukuy,
pukuy, pukuy! Y dicen que, antiguamente, daba las horas y despertaba a la
gente; y, además, vivía cerca de las casas.
Una
mañana se escuchó el canto de un ave de esta manera: - ¡Cocorocóoo! El
puku-puku y los hombres de los Andes escucharon nomás, hasta que nuevamente: -
¡Cocorocóoo! - se volvió a escuchar.
El
canto de este recién llegado se escuchó repetidas veces, día y noche. El
puku-puku como único heredero y como único despertador de la gente, fue en
busca de este intruso. Era el gallo.
Puku-puku
le dijo: - ¡Oiga señor! ¿Quién es usted? Y ¿de dónde ha venido? Aquí yo soy el
único llamado a cantar, a dar las horas y hacer despertar a la gente. Este
derecho lo he adquirido desde los abuelos de mis abuelos. Así que haga usted el
favor de irse y cante en sus tierras, cante en su casa.
El
Gallo, al oír esto, se puso muy furioso e inmediatamente empezó a golpear al
puku-puku. Respondió: - ¡Carajo!, ¡qué atrevido eres! Has de saber que en estas
tierras mi amo es el que se ha impuesto y como tal, yo también tengo pleno
derecho a cantar.
A
la razón se impuso la brutalidad. Puku-puku se ve obligado a huir y a buscar la
justicia ante la "autoridad" respectiva. Así es como se fue en busca
del Señor Juez a un pueblo lejano.
Entonces,
el Juez de ese pueblo, quien por desgracia también era un español, le dijo así:
- Está bien señor puku-puku. Usted reclama bien sus derechos. Usted debe
merecer justicia. Y para esto, notifique usted mismo a ese gallo intruso para
que comparezca ante mi despacho.
Llegaron
los dos ante el señor Juez. Él los escuchó a ambos. Después dio la respuesta
siguiente: - ¡Señores, aquí no se puede hacer justicia de cualquier manera! Los
dos piden lo mismo; entonces, para que la justicia sea equitativa y verdadera,
deben presentar un escrito. Tienen que presentar un recurso y se les hará
justicia.
En
ese pueblo solamente había dos personas que sabían redactar recursos. Eran,
justamente, el ratón y el zorro. Puku-puku recurrió ante el ratón y este le
redactó su escrito. Luego, se fue al despacho del señor Juez a presentar su
demanda.
El
ratón se fue inmediatamente donde el gallo. Este estaba en su alojamiento un
tanto preocupado comiendo su tostado de maíz con queso. Este le dijo al gallo:
- Caballero, ¿cómo está usted? ¡Qué rico fiambre! Hay algo que debe saber. En
este mismo instante el miserable de puku-puku está presentando una queja en
contra de usted. Pide que su señoría se retire de estas tierras. Dice que solo
él tiene derecho a cantar en estos lares y que usted es un intruso. Yo mismo he
redactado el recurso y por eso lo sé. Pero, como la demanda es en contra de su
digna persona, es para ayudarle que he venido a avisarle. A cambio le pidió
maíz tostado y queso.
El
ratón se ofreció también a redactarle el recurso al gallo y, una vez redactado,
se fueron al despacho del señor Juez a entregarlo. Allá encontraron también a
puku-puku.
El
señor Juez, luego de recibirles los respectivos recursos, les dijo así: -
¡Bien, señores! Este caso es un tanto difícil de resolver. Voy a estudiar
vuestros recursos durante toda la noche y ustedes no dejen de rezar y pedir a
Dios para que me ilumine y puedan alcanzar una justicia cabal. No peleen, no
hagan bulla durante la noche. Tendrá mayor opción a alcanzar justicia quien
mañana me despierte bien temprano. Les ordenó a que se retiren.
Tanto
el puku-puku como el gallo se retiraron a sus respectivos alojamientos; pero el
ratón se fue por otro camino en busca del gallo. - Hermano! No te preocupes
tanto, pues vamos a ganar este juicio; yo sé por qué te lo digo. Conmigo no vas
a perder, lo único que tienes que hacer es darme bastante tostado y darme
quesito. ¡De lo demás me encargo yo!
- ¡Fíjate hermano! Ya sé
cómo vamos a hacer. Primero consíguete un carnero muerto. De noche se lo
llevaremos al señor Juez, y él de hecho resolverá el caso a nuestro favor.
Además, nos prestaremos su reloj para saber la hora y poder despertarlo
temprano, como él quiere. ¡Yo sé lo que te digo! Confía en mí, hagamos esto y
ganaremos el juicio. Pero...tienes que darme tostadito y quesito. Además, yo
puedo y he entrado muchas veces al despacho del señor Juez y he hecho desaparecer
muchos recursos. Así es que no te preocupes.
Como
resultado, efectivamente, recibió más queso y más tostado. El gallo consiguió
el carnero y junto con el ratón fue a la casa del señor Juez. Le entregaron el
carnero rogándole que fallara a su favor; además, le pidieron su reloj
prestado.
Luego,
conforme a los acuerdos, el ratón entró al despacho del señor Juez por uno de
los tantos agujeros que había allí, se subió a la mesa y sustrajo el recurso
presentado por puku-puku y lo hizo desaparecer. Luego celebraron su acción,
tomándose unos tragos.
Por
otro lado, puku-puku se encontraba solitario en su alojamiento, mascando su
coquita, sumamente preocupado. Y, por este mismo hecho, cantaba de rato en rato
sin qué ni por qué. Él se dijo: - Estaré despierto toda la noche. Esta
preocupación no me deja dormir. Efectivamente, no se durmió hasta pasada la
media noche cuando agarró el sueño y se quedó profundamente dormido hasta el
día siguiente.
Mientras,
en el otro alojamiento, el ratón se despertaba a cada instante y miraba la
hora. El reloj marcaba las 4 de la mañana; entonces, muy apresurado, le dijo al
gallo: - ¡Señor! ¡Señor! ¡Despierta! ¡Es hora de que cantes! ¡Hagamos despertar
al señor Juez! El Gallo sacudió las alas y empezó a cantar a todo pulmón.
Al
canto del gallo, el señor Juez se despertó; pero también despertó a puku-puku y
a toda la población. Puku-puku notoriamente sobresaltado y todavía con los ojos
medio cerrados, empezó a cantar: - ¡Pukuy pukuy! ¡Pukuy pukuy! ¡Pukuy pukuy!
Pero,
era el Gallo el que había cantado primero y había despertado al señor Juez. Los
dos litigantes se encontraban en presencia del ratón y de otros vecinos. El
señor Juez, muy serio y notoriamente enfadado, se dirigió a puku-puku y lo
increpó, diciéndole: - ¡So indio, carajo! ¡Seguro que te emborrachaste toda la
noche, por eso no me dejaste ni dormir! Hiciste bulla, has peleado, perturbaste
toda la noche la tranquilidad del vecindario. ¡Ustedes siempre son así! ¡No
saben comportarse! Hizo agachar la cabeza a puku-puku; no lo dejaba ni hablar.
Luego agregó: - ¡A ver, indio! ¿Dónde está tu escrito? Ante el maltrato,
puku-puku un tanto humillado contestó: - ¡Papá! Mi recurso te lo presenté ayer
y lo pusiste en la mesa.
El
señor Juez lo buscó sobre su mesa en vano. Luego de desempolvar sus papeles por
un buen rato, el señor Juez le preguntó al gallo: - ¡A ver usted, caballero, su
recurso!
-
¡Señor Juez! Ayer yo le presenté mi recurso y usted, luego de leerlo, lo puso
sobre la mesa. El juez encontró rápidamente el escrito presentado por el gallo.
Le dio lectura muy rápidamente y luego de una pausa concluyó el juicio, dando
su sentencia:
-
¡Bien, señores! El fallo es el siguiente: El señor gallo tiene toda la razón.
El pide lo justo, efectivamente su amo tiene el poder en estas tierras: es el
vencedor, el conquistador. Por tanto, el señor Gallo también tiene todo el
derecho a cantar y a despertar a la población bien temprano. Por otro lado, la
población tiene el deber de mantener, de alimentar al gallo. El gallo además vivirá
en la casa de la gente. Ha dicho toda la verdad y nada más que la verdad y, por
tanto, su petición es justa.
Luego
dirigiéndose a puku-puku, dijo: - En cambio, este indio puku-puku es un
mentiroso, un farsante, ha dicho cosas falaces y ha calumniado. En castigo,
vivirá muy alejado de la población y en los parajes más solitarios; allí
gritará desordenadamente. Y, gracias a mi benevolencia, tiene derecho a comer y
alimentarse de algunos frutos silvestres.
Con esto terminó el sonado
juicio entre el gallo y el puku-puku. Y dicen, pues, que desde aquel día el
puku-puku canta desordenadamente y no como antes lo hacía para despertar
temprano a la gente. Desde aquella vez, dicen, que puku-puku vive alejado de la
gente, escondido y
camuflado entre las rocas.