viernes, 5 de enero de 2018

Lo fantástico y lo maravilloso


Es famosa la afirmación de Albert Einstein de que la imaginación es más importante que el conocimiento. La imaginación, la fantasía, nos ayudan a contemplar lo que nos rodea desde una perspectiva original y novedosa. Pero, curiosamente, en el ámbito de la literatura o de la ficción en general, lo fantástico ha sufrido a menudo el desprecio de los que defendían la superioridad de las narraciones realistas, más serias, más importantes.

Se pueden encontrar elementos fantásticos en la literatura de todos los tiempos, fenómenos sobrenaturales que distinguen ciertos relatos de otros que pretenden mostrarnos nuestro entorno tal como lo conocemos. Sin embargo, todas estas narraciones son también, como es obvio, muy diferentes entre sí. ¿Es, entonces, literatura fantástica cualquier obra que tenga un elemento sobrenatural? ¿Nos encontramos ante un mismo tipo de ficción cuando nos enfrentamos a una historia que se desarrolla entre elfos, enanos y otras criaturas feéricas en un contexto como la Tierra Media que cuando leemos un relato en el que un hombre comienza a vomitar conejitos?  David Roas nos dice que para que una obra pueda ser considerada como literatura fantástica no basta con que aparezca lo sobrenatural de forma anecdótica: tiene que encontrarse en la base de la historia. Este género literario no puede funcionar sin la presencia de lo sobrenatural entendido como lo que transgrede las leyes del mundo real. Esta transgresión que encontramos en los cuentos de terror de Allan Poe o en la narrativa corta de Jorge Luis Borges, por citar algunos ejemplos, no puede dejar impasible al lector, que se ve obligado a replantearse su concepto de lo que es real y lo que no lo es.

Luego, también nos podemos encontrar con otro tipo de literatura de fantasía que, sin embargo, es bastante diferente de la que acabamos de describir. Es lo que los críticos han dado en llamar literatura maravillosa. Esta forma de ficción se desarrolla en un mundo secundario, cuyas leyes no son las mismas que rigen nuestro universo, y tiene un final feliz en el que el bien se impone al mal.

En este género, lo sobrenatural no entra en conflicto con nuestro concepto de realidad. Los magos, los dragones y las hadas que aparecen en los cuentos populares no son fantásticos en la medida en que no cuestionan nuestro mundo. Los personajes que habitan estas historias aceptan los encantamientos y los sucesos extraordinarios de todo tipo como algo normal. Lo sobrenatural desde la perspectiva de nuestra realidad es, por tanto, plenamente natural en el nuevo mundo inventado.

Si, tal como afirmábamos antes, la ficción fantástica tiene, en algunos círculos, menos prestigio que la realista por ser considerada como una forma de evasión, lo maravilloso está aún un escalón por debajo de ella. Ya hemos dicho que la literatura fantástica pretende, de algún modo, hacer reflexionar sobre la naturaleza de lo que llamamos realidad, pero ¿qué nos aporta la literatura maravillosa? ¿No nos invita a refugiarnos en una burbuja absurda solo apta para los más jóvenes o los menos cultos?

Cada cual es libre de leer lo que le plazca y de sentirse atraído por un tipo de ficción u otro. Pero desprestigiar a la ligera ciertos géneros como escapistas o superficiales dice, a mi entender, más sobre el crítico que sobre el texto comentado.

Mundo fantástico: a diferencia de lo que se cree, es muy parecido al cotidiano. El único elemento que los diferencia, es un hecho que rompe con la normalidad y siembra la duda en los personajes y el lector. Hay un quiebre de la normalidad que le es extraño al mismo mundo. Lo raro o lo extraño no es normal.

Relatos de Andariego
Por: Freddy Contreras Oré

La Fernanda y sus acompañantes me trajeron aquí como si ya hubieran preparado minuto a minuto los pormenores de mi destino final. Ubicaron la parte más altita de la orilla en el extremo opuesto del camino y me empujaron. Mis súplicas, mis gritos se perdieron en la imperturbable quietud de los cerros; sólo una ráfaga de viento que cruzó en esos instantes llegó a los oídos de mi Cayito. Mi mamita está gritando, le dijo a su padre; pero el José, dolido por mi ausencia de dos días, germinaba tormentas y agitadas sombras en el corazón; la ausencia del cariño le impedía entender los presentimientos de mi hijito adorado.

El agua inundó mi boca y mis pulmones. Toqué el barro rojo del fondo y me sentí torpe para seguir luchando. Me aplastaba el agua y la oscuridad por todas partes. La asfixia inicial iba convirtiéndose en una sensación de pesadez de la que yo quería librarme haciendo convulsionar mi cuerpo. De a poco a poco me fui quedando quieta. Entonces sentí que ya no estaba en mi cuerpo.

Como si fuera el agua misma estaba hinchándome y creciendo; envolviendo conmigo a las truchas, a las totoras y a las hierbitas de la laguna, de extremo a extremo. Me dio pena ver mi propio cuerpo, tranquilito al fondo, a no más de tres metros de la orilla, con la boca bien abierta y los ojos queriéndose salir, con las manos arañando el barro y la cabellera larga enredándose en el cuello. Mi rostro parecía el de una mujer enloquecida por la pérdida repentina de todas las señales de la esperanza.

Al amanecer me di cuenta que yo misma era la laguna. Había perdido la movilidad que tuve cuando estaba viva. Tampoco podía sentir el frío ni el calor, ni nada que antes podía percibir con los sentidos; pero mis pensamientos, mis emociones e intuiciones estaban más despiertos que nunca y fui acomodándome a esta nueva forma de seguir existiendo.

Mundo maravilloso: el mundo maravilloso se entiende como un lugar donde todo es posible, lo raro es normal. Es común encontrar criaturas como elfos, dragones, gnomos o brujas y hechiceros. Los personajes vuelan y tiene poderes sin que al lector le resulte enigmático.

Alicia en el país de las maravillas
Por: Lewis Carroll


Sobre la mesa del comedor encontró un apetitoso plato de guisado. En cuando lo probó, comenzó a crecer y crecer. Tanto creció, que su cabeza rompió el techo, asustando a un ave que anidaba en el tejado y que comenzó a gritar:
¡Auxilio! ¡Acabo de ver un monstruo!
- No soy un monstruo. Soy una niña -se defendió.
- ¡Mentira! -volvió a chillar el ave- No hay ninguna niña que tenga un cuello, brazos y piernas tan enormes.
¡Fuera de aquí, si no quieres que te picotee la nariz!
Luego la niña vio otro plato con exquisitas setas guisadas y pensó que quizá tuvieran la virtud de hacerla disminuir de estatura. Comió unas pocas y descubrió que, en efecto, se achicaba.
Entonces le fue posible atravesar una puertecilla y pasar a una coquetona salita de muebles diminutos. Pero, viéndose tan pequeña, eso no la consoló.
¿No iba a ser más lo que fue?
Encima de una de las mesas descubrió una apetitosa tortita y decidió comerla, para ver qué sucedía. Entonces, de nuevo empezó a crecer y crecer.
-Me estoy alargando otra vez como un telescopio -se dijo, sin saber ya qué iba a ser de ella.
Y tantas lágrimas derramó que la sala comenzó a inundarse. Hasta temió volverse loca.
De todas formas, como tenía que hacer algo para recobrar su verdadero tamaño, bebió de una botellita y al instante empezó a encoger. Pensó: -Me he convertido en un sube y baja. Tanto he disminuido que el resto de la tortita que conservo en la mano me parece una montaña. ¿Por qué se me ocurrió seguir al conejo?
¡Se había hecho del tamaño de una nuez!
De repente cayó y creyó que había caído al mar, pero no. ¡Se trataba de sus propias lágrimas! Para no ahogarse, saltó a la barquita de papel de la torta y, navegando siempre, fue a parar a un extraño lago poblado por una serie de seres pintorescos y también amenazadores. ¿Se estaban burlando de ella? 

Mirándola, se hacían gestos unos a otros, como si Alicia fuera un bicho raro. ¿Pero es que no se habían mirado a sí mismos? Había una coneja con una capota de lo más ridículo, una estrella de mar con cara de mico, un pulpo que se le antojó lleno de ranos y una especie de pato con un pico que parecía la bolsa del mercado. ¿De dónde habría salido?

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