martes, 2 de abril de 2013

Edelmira del Pando, promotora de la educación física femenina












Del libro "Mujeres ilustres para la educación del Perú" de Jorge Camacho. Ed. Carpena, 1969

La provincia de Concepción, del histórico Departamento de Junín, fue la cuna de esta admirable mujer peruana, hábil maestra de innata y profunda vocación pedagógica, de férrea voluntad y de clara visión renovadora.


Nació el 22 de mayo (1886*) mes en que los verdes campos de su tierra natal se cubren de flores; ella fue una flor más en los jardines de la Patria.

Fueron sus padres el señor don Juan del Pando y la señora R. Edelmira Mendizábal, quienes cuidaron de la educación de su hija predilecta que, desde muy  niña manifestó una decidida vocación para el magisterio; hasta el punto que, contando apenas con quince años, fundó un colegio en Concepción que funcionó por espacio de un lustro. Antes había obtenido su diploma de maestra de Primer grado y posteriormente el de Segundo grado.

En 1912 se trasladó a la ciudad de Tarma donde fundó y dirigió un nuevo plantel en el que se educaron, durante tres años, las hijas de las mejores familias de esa bella y pintoresca ciudad.

En el año 1915 dejó la ciudad de Tarma y se instaló en la capital de la República. Su vocación pedagógica y su experiencia de maestra plenamente formada las ofrendó nuevamente a su patria, educando a varias generaciones de la juventud femenina limeña durante veintitrés años. Su espíritu abierto a todas las innovaciones pedagógicas acrecentó su prestigio de gran maestra formada en la lectura de libros y revistas especializadas que alentaron las iniciativas de su infatigable labor docente.

En Lima fundó el “Colegio Peruano de los Sagrados Corazones”. Ya este colegio había funcionado en la ciudad de Tarma desde 1898; trasladado a Huancayo en 1910, reapareció en 1915 en la propia capital de la República.

En Tarma su matrícula anual había ascendido a 150 alumnas; en Huancayo a 180; en la Capital, desde sus primeros años de funcionamiento, superó el millar; contribuyendo a la Educación Nacional con la formación de maestras diplomadas para el magisterio de enseñanza primaria que salieron a desempeñar sus puestos en las escuelas oficiales. Sus métodos pedagógicos se fueron perfeccionando cada año, colocándose a la altura de las nuevas conquistas y adelantos de la técnica de la Pedagogía. Se distinguió este plantel por su material de enseñanza, específicamente su colección de mapas de alto relieve, especialmente los referentes a nuestros departamentos y provincias.

Fue este colegio uno de los primeros planteles femeninos de la Capital que propugnaron el método objetivo efectuando excursiones frecuentes a fábricas y lugares históricos.

Su Biblioteca Escolar para uso de profesoras y alumnas; las conferencias y charlas semanales que propugnó siempre; su periódico en el que colaboraban las maestras y se entrenaban las alumnas en las faenas del periodismo; sentaron las firmes bases del gran colegio que subsiste ahora con el ilustre nombre de su fundadora y en la las nuevas maestras, que hoy la dirigen y enrumban,  se inspiran en el mensaje elocuente que dejó la maestra insigne con su vida y con su obra.

Y, algo digno de subrayar al recordar a la gran educadora Edelmira del Pando, es la preferencia que otorga a la vida deportiva para procurar la cultura integral de sus alumnas; haciendo brillar su Colegio en campeonatos escolares en el Estadio Nacional y creando un curso vocacional para la especialización en las artes manuales.

Las alumnas del colegio, que dirigiera esta ilustre educadora, ganaron en 1923 el Primer Campeonato Femenino de Vóley. Y la insigne maestra auguraba: “Día vendrá en que el Estadio Nacional se verá repleto de muchachas en traje de deporte”. En 1938, quince años después, de cumplieron estas hermosas palabras; en el mes de setiembre del referido año tenía lugar la Primera Presentación Gimnástica Escolar Colectiva. Dice una de sus biógrafas: “Sus ojos mortales no pudieron contemplar tan fausto acontecimiento; la insigne maestra se había ausentado para siempre”.

El 17 de mayo de 1938 en la Clínica del Hospital Arzobispo Loayza, rodeada de fieles exalumnas que lo veneraban, se durmió para siempre. Entre esas exalumnas estaban las ahora distinguidas maestras Aurora Tejada Barba y Violeta Merck Gonzalez.

 * Único dato agregado por el autor del blog.


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