Por: Antonio Ureta Espinoza
Un viejito se había hecho
tarde para llegar a su casa. Estaba en medio del monte y no había dónde
alojarse. Así, entonces camina y camina y encuentra una cueva. Se mete en la
cueva y bonito tendiendo su poncho se pone a chakchar sacando las hojas de coca
de su wallki, mordisqueando la llipta
para endulzar las hojas de coca que estaban algo amargas. Afuera estaba
lloviendo. Entonces a media noche se apareció un gato negro con abrigo, entró
en la cueva grande y sacó una mesa. Con sus lentes, con su sombrero, el gato
parecía gente. Otros gatos de distintos colores también empezaron a llegar
donde el tipo de abrigo. Entonces este, de pronto, golpeó la mesa.
-¿Ya están completos?
–dijo.
-No –dijeron los otros-,
falta de tal parte, de tal comunidad.
(¿Para qué habrá llamado a
sesión?) –comentaba la mayoría.
Después:
-Ya estamos completos.
-Bien. Ahora todos me van
a dar su informe, qué trabajo ha tenido cada uno. Qué cosas ha hecho –dice el
jefe y, señalando a uno, le ordena:
-¡A ver, tú, confiésate!
-Yo -dice ese gato con
algo de miedo-, vivo bien estimado dentro de la casa de mis amos. Hago la limpieza, esa profesión hago, no
tengo otro trabajo -dice.
Otros gatos informan casi
lo mismo. Entonces el jefe, molesto se levanta:
-¡Esta gente no ha hecho
ni una obra! Estaban sirviendo a su amo ¿no? Ya: ¡Bofetazos a todos! Tenía unos
gatos que daban lapos, golpes, a los demás.
-¡Que pasen los otros!
Usted ¿qué obra tiene?
-Señor, mi ama cocinaba un
día patachi y en el momento que salió a comprar sal destapando su olla yo le he
echado sapo, lagartija. Ella siguió cocinando y a la hora de comer, en el plato
de su esposo salió el sapo y se pusieron a pelear: “¡Qué cosa has cocinado!
¡Qué es esto!”. No comieron, se aventaron los platos, se trenzaron a golpes
hasta ensangrentar. Siempre le echo pelo, charamuska, a veces araña, guano,
cualquier inmundicia le echo. Para que peleen.
-¡Eso se llama obra! ¡Este
hombre ha trabajado muy, pero muy bien: aplausos! -todos los gatos aplaudieron-.
Te felicito. ¡Denle el
asiento de oro!
A otro:
-¿Cómo es, usted cómo vive
en la casa de su amo?
-Señor, yo vivo bien en mi
casa, al hombre lo hice acercar con una mujer casada, a la mujer también lo
hice juntar con otro hombre; se han peleado. Ahora todos les critican y les
votan del pueblo. No viven bien porque el hombre casado con otra casada vive,
perdió su hogar, no viven juntos.
-¡Viva! ¡Aplausos!
Otro más:
-Señor, yo en mi casa vivo
tranquilo -dice-, me da que comer bien mi amo, no puedo quejarme. Ayudo, cojo
las ratas, colaboro cazando los pericotes; yo me encargo de eso, no permito
ningún bicho ni animal en la casa de mi amo -dice.
-¡Diablo! ¡Córtenle el
rabo, denle chicotazos! –le cortan el rabo, le llueve chicotazos.
Así, todo esto pasaba en
la sesión.
El hombre que estaba
descansando en la cueva dice:
-Cómo es esto. Me asusto o
no me asusto. Es un espanto esto. -Con tanta voluntad se sobrepone.
“¡Valiente! ¡Valiente!”
–dice. Y como llevaba un barreno de la mina, lo avienta a la mesa. ¡Shan lan!
Entonces todo se perdió. Recién pudo dormir tranquilo.
2 comentarios:
ESE CUENTO ES DE JOSE MARIA ARGUEDAS
SOLO LE CAMBIASTE ALGUNA COSAS
Porfavor publique el original ya que esto esta confuso , el final esta pobre y sin sentido.
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