miércoles, 9 de noviembre de 2011

Los autores de la Biblia

Por: Freddy A. Contreras Oré
(Resumen de "La Biblia y sus secretos" de Juan Arias)



Es muy probable que, antes de su composición escrita definitiva, de todos los textos bíblicos existieran varias tradiciones orales y que esos autores anónimos fueran quienes, con todo ese material en la mano, ejecutaran la redacción final. Ésa es la forma más frecuente de composición en culturas con una fuerte implantación de la tradición oral.


Los autores de los libros bíblicos se preocuparon poco de la originalidad de los escritos y, siguiendo los usos de la época, aplicaban los géneros literarios ya existentes, tradicionales, para expresar lo que pretendían. No eran autores personales en el sentido moderno del término. Eran más redactores o transcriptores que creadores. Lo que de personal hubiera en el texto queda absorbido por la importancia de la tesis que querían probar y transmitir.


Los géneros literarios.


Los autores de la Biblia usaron los géneros literarios que se empleaban en aquel tiempo. Algunos de dichos escritos se utilizaban ya en las ceremonias del Templo, como plegarias o invitaciones a su dios para que escuchara al pueblo. Por eso, probablemente, los autores de los Salmos o de los Proverbios o del Cantar de los Cantares o de los libros proféticos, más que autores literarios, debían de sentirse como medios usados por su dios para narrar las gestas de su pueblo. Fueron escritas no por mero gusto literario, sino para probar una tesis teológica, para explicar el rostro de su dios revelado al pueblo escogido.


La historia de un pueblo no siempre transcurre en terreno llano, tiene pendientes y recovecos escabrosos. La Biblia relata también historias poco edificantes de debilidades humanas y apetitos escandalosos. Y es ese aspecto lo que mejor revela que, aun con esa mezcla de realidad y de ficción, de exageraciones o eufemismos destinados a probar ciertas tesis que se desean poner de relieve, las narraciones de la Biblia nacen de una historia real y no mítica, de personajes que quizá no fueron en la realidad como se describen, pero que responden a una historia real de un pueblo de carne y hueso.


De haber sabido que los autores de la Biblia eran tan amigos del uso de la hipérbole no se hubiese la Iglesia roto tanto la cabeza para intentar explicar las exageraciones de la Biblia buscando hipótesis ridículas o posibles errores de los amanuenses. Los diferentes autores de la Biblia utilizaron magistralmente hipérboles, metáforas, simbolismos, alegorías y juegos de palabras, a pesar de haber vivido en diferentes épocas a lo largo de mil años y a pesar de no haber tenido ningún contacto entre ellos.


La Biblia en verso.


Una de las sorpresas para muchos lectores de la Biblia es que, quizás, el género más abundante es el de la poesía. Incluso libros que aparecen como escritos en prosa son en realidad escritos poéticos.


Los investigadores han descubierto que existe un secreto en la poesía judía y es que, antes de ser una forma literaria exterior, es una “estructura del pensamiento”. El descubrimiento de que algunos de los libros de la Biblia que aparecen escritos en prosa tienen estructura original en verso ha permitido que algunas traducciones modernas presenten esos libros en forma de poesía, aunque eso pueda, de alguna manera, falsear la trascripción original tal y como aparece en los códices antiguos.

La Biblia es, sobre todo, un corpus literario que, aun refiriéndose a la historia concreta de un pueblo, puede leerse en la actualidad, ya que posee todos los ingredientes de las mejores narraciones literarias. Pero, también debemos destacar que, todos los escritos de la Biblia esconden una finalidad que supera la literaria. Estas narraciones pretenden mostrar, de alguna forma, la historia de su dios y la historia de unas gentes que tuvieron con ese dios una relación especial.


Hay en la Biblia un no sé qué de antiguo, de arcano y, al mismo tiempo, de universal, de cercano a las vibraciones existenciales del hombre, que hace su lectura a la vez interesante e intrigante. Alguien ha dicho que es como si el lector advirtiera que detrás de esos escritos hay algo oculto, secreto, escondido deliberadamente, que nosotros deberíamos y podríamos descubrir. Es como si hubiesen sido escritos sin tiempo, a pesar de la paradoja de ser historia concretísima de un pueblo con nombre y apellido.

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