jueves, 20 de marzo de 2014

La Semana Santa de Antaño



Por: Nísida Villasante Torres

El pueblo católico de Concepción celebraba la Cuaresma con profundo fervor religioso, aprehendido desde cuando los franciscanos asentaron aquí su convento al inicio de la colonia. Los martes y viernes eran de ayuno, abstinencia y viacrucis rigurosos.


La Semana Santa comenzaba en Viernes Dolores, día dedicado a la triste María de la Dolorosa con el rezo de la setena por las siete espadas que atravesaron su sagrado corazón. En el Domingo de Ramos acudían los campesinos en multitud a la iglesia portando los más hermosos tallos de choclos adornados con flores silvestres, con los que participaban de la misa y acompañaban una larga procesión. El Señor de Ramos recorría la ciudad desde la iglesia hasta la alameda de guindos, por la calle Real hasta Alapa y por el Jr. Grau a la iglesia, montado en una burra con cría que por estar dedicado al Señor no cargaba y, pastaba todo el año en la Isla (1) a orillas del río Mantaro, animal de propiedad de don Octavio Tapia (en la actualidad su hijo Fausto continúa esa costumbre con empeño y puntualidad). La gente de la ciudad adornaba las calles con ramas, colgaban alfombras de Persia en sus ventanas y agitaban al paso del Señor manojos de olivo o arrayán que cogían de sus huertos.

La semana proseguía con las procesiones de las imágenes que se veneran cada día, lunes Señor del Huerto, martes Jesús de la Columna, miércoles Jesús Nazareno al que el pueblo conocía como Taita Nashaco. En esos días se realizaba el rito de las tinieblas en el que después de 14 oraciones se apagaba uno a uno catorce cirios colocados en el altar mayor, quedando la iglesia en tinieblas por unos instantes.

En Jueves Santo se realizaba por la mañana los actos litúrgicos de la Última Cena del Señor, el lavatorio de los pies y la adoración al Santísimo Sacramento que se prolongaba hasta el amanecer del viernes, en ningún momento el Santísimo (2) permanecía solo. La eucaristía había pasado del tabernáculo al monumento eucarístico (3) bajo palio, portado por las autoridades. Los altares se cubrían totalmente de luto, las campanas dejaban de tañer y en vez de ellas el sonido de las matracas indicaba profundo duelo. Grupos de personas escalaban los cerros Piedra Parada, Leonío, Calvario y Matinchara para el recojo de las yerbas santas hasta antes del amanecer, yerbas que entonces eran curativas y las usaban durante el año.

En Viernes Santo las matracas anunciaban por las calles la celebración de los actos litúrgicos, todo el pueblo vestía de riguroso luto y se vivía completo duelo. Acudía masivamente al templo a escuchar el sermón de las 3 horas y las 7 palabras, dichas con ardiente piedad desde el púlpito por destacados oradores franciscanos, que arrancaban conmovidas lágrimas. Después de la adoración de la Santa Cruz, la procesión del Cristo yacente se acompañaba con marchas fúnebres y toque de matracas: al anda del Santo Sepulcro le seguía el de la Santa Cruz, luego María Dolorosa, María Magdalena y finalmente San Juanito.

El recuerdo de la pasión infundía un verdadero dolor y auténtico recogimiento. Los padres de familia azotaban a sus hijos pidiéndoles ayudar a llevar el sufrimiento de Jesús, los sacerdotes se flagelaban igual que algunas personas piadosas; el ayuno y abstinencia eran severos.

En casa de los mayordomos (4) se servía a todo cristiano que se acercaba los 7 chupes y 7 dulces. El adorno de las andas se hacía de una forma muy peculiar con un tejido cuidadoso de ramillas de arbustos aromáticos como el arrayán, el romero y el cedrón que iban de fondo, encima flores de torona (5), concluían el arreglo farolitos y banderitas de papel cometa. Eran los muchachos quienes se encargaban del anda de San Juan y lo llevaban y traían con movimiento y cierto desaliño, reflejando su espíritu innovador y travieso. Solo el anda del Señor del Sepulcro se arreglaba en la iglesia.

El sábado se celebraba las ceremonias del fuego, de la luz y del agua, como vigilia pascual. El domingo antes del alba, se realizaba la Eucaristía de Pascua de Resurrección con mucho júbilo y la procesión en la que Jesús Resucitado, la Santa Cruz y María Magdalena recorrían las calles del norte de la ciudad y María la Dolorosa con San Juan, las del sur, el reencuentro se realizaba, como hasta hoy en la parte media de la plaza, en la calle Real; Jesús hace el saludo a su madre tres veces, María le contesta, se reúnen, a la Virgen le cambian el manto negro por otro de color y continuaban hacia el templo cuando el sol hizo ya su luminosa aparición.

Para todas las procesiones las familias preparaban alfombras de flores con ramillas y semillas naturales como la de romaza  (6), los acompañamientos se hacían con velas encendidas y las señoras se cubrían con mantones de gasa. Las campesinas traían flores de sumaychuncho (7), y de los balcones caían pétalos multicolores de rosas y demás flores de jardín.

Finalizada la última procesión, como cosa del pueblo se realizaba “la quema de Judas” en un árbol de layán y leían un largo y gracioso testamento de cosas ficticias que aludían a los parroquianos.

El domingo de Pascua es día de fiesta y todos en casa preparan pachamancas para celebrar el triunfo de la vida sobre la muerte.

(1)   La Isla. Pampa siempre verde que a veces quedaba aislada con la crecida del río Mantaro.
(2)   Santísimo. El mismo Dios; cuerpo, sangre, alma y divinidad.
(3)   Monumento Eucarístico. Altar especialmente preparado para el Santísimo.
(4)   Mayordomos. Personas encargadas del adorno de las andas de tal o cual imagen.
(5)   Torona. Gramínea silvestre que crece a orillas de los riachuelos, cuya inflorescencia es como un penacho de plumaje.
(6)   Romaza. Hierba silvestre de semillas abundantes, muy reunidas que cuando maduran son de color marrón rojizo.

(7)   Sumaychuncho. Florecilla silvestre que crece en las inmediaciones del nevado Huaytapallana por esas temporadas.

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