miércoles, 17 de diciembre de 2008

Rabonas, cantineras y soldaderas


Por: Freddy A. Contreras Oré

Durante la guerra de triste recordación que libramos contra Chile, era conocido que las tropas de ambos bandos en pugna se movilizaban con una cohorte de mujeres y que la presencia de las susodichas era permitida por el alto mando ya que ellas colaboraban en diferentes actividades a su vez que eran cocineras, lavanderas y enfermeras.

Al repasar la historia de nuestros pueblos, hallamos indicio de esta costumbre desde tiempos de la lucha independentista, cuando las masas americanas se agitaron desde México hasta la Patagonia en arras de romper con el yugo de España.

En la acepción militar una cantina no es una taberna; sino un lugar donde se puede encontrar bebida, alimento y hasta menaje de enfermería. De México al resto de América, las "cantineras" eran las mujeres de los soldados de tropa, la mayoría indígenas, que acompañaban a los ejércitos para servir la bebida y el rancho. Pronto los servicios de aquéllas se hicieron urgentes porque asumieron la preparación y el aprovisionamiento de comida, el agenciarse del forraje para los caballos y mulas, el traslado del bagaje de la guerra; así como, la atención de los heridos y enfermos. Los oficiales pudieron percibir que la presencia de estas legendarias y bravas mujeres garantizaba también la disminución de la deserción y les permitió su presencia, en casos, con el acompañamiento de sus hijos menores. Cuando sus hombres morían en combate, podían tomar otro compañero y a veces coger las armas del caído para participar de la guerra. En ocasiones, no fueron sólo las esposas, sino también concubinas, hermanas y madres que marchaban tras la tropa al cuidado de sus seres queridos.

Las cantineras participaron de la lucha por la independencia en todos los países de América hispana; otros apodos que les endosaron fueron "soldaderas", "vivanderas", "adelitas". Tuvieron también sus jefas a las que llamaban "coronelas". En el Perú eran conocidas como "rabonas"; motejo que el poeta de la independencia, Mariano Melgar, registra en sus crónicas haciendo referencia a que los caballos sin cola eran conocidos como rabones y como, en un inicio, estas mujeres no eran aceptadas junto a la tropa y las castigaban cortándoles las trenzas, por analogía, ellas también eran rabonas; así las bautizaron y así fueron inmortalizadas.

La historia reserva un sitio único a algunas de ellas, como la rabona Nicolasa Huacacolqui, paucartambina que se convirtió en la fervorosa servidora del taita Cáceres, participó en todos los avatares del traslado de los remanentes del Primer Ejército del sur para la defensa de Lima y apoyó con ánimo guerrero la Resistencia de la Sierra. Otra de ellas, aguerrida y valerosa, fue doña Úrsula Vargas, chalaca que desde 1865 se integró en las filas del batallón Zepita y actuaba en cuanta revuelta política le diera ocasión de tomar las armas siempre que las vicisitudes de la bronca lo apremiase. Nuestro recordado batallón Concepción Nº 1 partió para conformar el Ejército de Reserva un 20 de noviembre de 1879 registrando en sus filas a 86 esforzadas herederas de las Heroínas Toledo.

En el caso chileno, las cantineras que participaron en la Guerra del 79 adquirieron una nueva condición en el Ejército de Línea; fueron patriotas que se enrolaron como asistentas y enfermeras. Con el tiempo y ante la experiencia ganada y la calidad de sus servicios fueron adquiriendo grados y derechos militares; usaban el uniforme del ejército chileno. Éstas ganaron prestigio con el sobrenombre "Las bombachas coloradas" porque, siendo rojo el pantalón del soldado chileno, para el uniforme de ellas se diseñó unos calzones rojos muy holgados que embutían en sus botas a media pierna. Su vestimenta se completaba con el dormán azul.

Frente a estas damas de rango, las compañeras del soldado chileno que cumplía el rol equivalente a nuestras rabonas tuvieron que adoptar una denominación diferente. Eran las "camaradas" o "soldaderas", como consta en los escritos históricos de investigadores chilenos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Tren macho huancavelicano


Por: Freddy A. Contreras Oré

En un reportaje sobre el "tren macho" publicado en el diario La República de agosto de 2005, se comenta que este conocidísimo medio de transporte masivo entre Huancayo y Huancavelica se denomina así porque "sale cuando quiere y llega cuando puede"; la misma explicación encontramos en la página web que tiene la Municipalidad Provincial de Huancavelica. Pero, las explicaciones fáciles y anecdóticas terminan por hacernos perder el verdadero contenido histórico que todo pueblo debe guardar porque es el sustento de una herencia cultural y tradición que, finalmente, ha de nutrir su espíritu localista y su identidad.

Don Guillermo Thorndike, en un libro publicado en 1988 sobre el primer gobierno de Alan García, titulado "La revolución imposible", revela los procedimientos proselitistas y la conducta autoritaria de un gamonal huancavelicano que fue ministro y parlamentario en la época de don Augusto B. Leguía. Personaje que logró alcanzar singular consideración por parte de los pobladores de la "Tierra del mercurio" porque fue un terrateniente con rasgos feudales, propietario de la hacienda "Sinto", más extensa que la Bélgica europea: don Celestino Manchego Muñoz; jefe de montoneras, perpetuo ministro y representante al Congreso por Huancavelica.

En propias palabras del cronista se dice que aquél "Una vez al año dejaba la capital para controlar personalmente sus intereses en la cordillera. Viajaba por el trasandino hasta Huancayo. Ahí lo esperaba el célebre tren macho, una vetusta locomotora y dos vagones comprados a un archiduque en desgracia, cuyo transplante de los Balcanes a los Andes fue un prodigio que demoró varios años, y que había recibido ese nombre porque se detenía a lo valiente, en cualquier parte de la línea, simplemente donde mandara don Celestino. El otro, el humilde tren de itinerario, quedaba inmovilizado a veces toda una tarde, mientra el dueño de los Andes terminaba de almorzar con un compadre a mitad de camino".

El auténtico Tren Macho, era el de don Celestino, el otro era la víctima, el que tenía que esperar y seguir rumbo a su destino sólo cuando se lo permitía el humor caprichoso del señor Manchego.

Es preciso recordar que los antiguos trenes de provincia han sido siempre los más destartalados, lentos y sobrecargados que los peruanos tuvimos oportunidad de conocer; por ejemplo, hacia las rutas de Huancavelica y el de La Oroya a Cerro de Pasco, que un viaje en dichos medios requería de una cuota exagerada de tiempo, así como de paciencia especial para sobreponerse a las incomodidades que provocaba el trajín de los pasajeros y sus peculiares equipajes en cada estación.

Los ferrocarriles con motor de vapor de antaño contaban en sus estaciones con gigantescos tanques para recambiar el agua y ese proceso demoraba regular tiempo que era usado por los ferrocarrileros para descargar bodegas y recargarlas con nuevos equipajes que se enviaban por encargo.

Todo aquello hacía que una excursión en tren formara parte de una experiencia llena de anécdotas y relatos extraordinarios que se compartía con los familiares y amigos hasta después de mucho tiempo de realizada la aventura. El tren huancavelicano fue construyendo así su propia leyenda y la tradición popular olvidó sus raíces históricas, tanto así que hoy día pocos lugareños recuerdan a don Celestino y su original tren macho.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La bandera de Concepción


Por: Freddy A. Contreras Oré

Como respuesta a un artículo que publiqué en 2007 acerca de nuestra discutida bandera, el profesor León se toma el lioso trabajo de escribir en su revista un ítem extenso en mi contra, supuestamente para refutar mi punto de vista.


Aparte de su consabida afectación y el manejo abusivo de la ironía mal sazonada, intenta jugar el papel de víctima y en lugar de replicar aspectos puntuales se va a los ataques personales que nada tienen que ver con este tema.


La única autoridad a la que recurre y a la que le otorga validez irrebatible es al buen funcionamiento de sus neuronas; pero deja pasar al vuelo datos erróneos que constan en sus propios escritos y que mi artículo hacía notar.


En su libro Concepción, pueblo heroico, página 51; dice textualmente: "Siendo Alcalde el ingeniero Raúl Berríos Moratillo, previo concenso(sic) de los Regidores, se opta por crear la Bandera de la ciudad. El uno de febrero de 1988 se plasma este anhelo". En mi artículo doy fe que le engaña su buena memoria al señor León; nuestra bandera fue creada por Acuerdo de Concejo de 22 de junio y refrendada por Resolución Municipal Nº 025-88-MPC de 24 de junio de 1988. A eso me refería al reclamar la evidencia documental.


En el mencionado libro nos alcanza una versión de las características de la bandera y sobre todo la "figura cuadrilonga" que, sin comentarios adicionales, resulta correcta; pero en el Montacanasta de julio de 2006 escribe: "La bandera es un cuadrilongo (no es un rectángulo, de color celeste...". Por lo que en mi artículo aclaro que un cuadrilongo sí es un rectángulo, incluso recurro a la especificación etimológica de las raíces cuatri-longus.


Por esos datos erróneos que el señor León viene difundiendo con aspavientos egolátricos es que sostengo que su bandera es otra distinta creada por los desbordes imaginativos, o la travesura de algún geniecillo malévolo. Y eso no tiene nada de animadversión ni mala voluntad personal.


¿Por qué el señor León no hizo ningún comentario sobre los puntos arriba expuestos? Yo me atrevo a suponer, porque le falta humildad para aceptar sus errores. Sin embargo, creo que el coraje para saber corregirnos nos hace más humanos, más reales y nos acarrea la satisfacción de estar creciendo. El fingido perfeccionismo es lo que nos condena a la frustración permanente porque, en definitiva, el mundo en que vivimos no es perfecto; pero sí, perfectible.


Finalmente, el único punto en que se aferra en cuestionarme basado en los datos de su memoria es sobre el orillo blanco que nuestra bandera debe tener. Al respecto, transcribo lo que está registrado en el libro Nº 16 de Sesiones Ordinarias del Concejo Provincial de Concepción, folio 153: "Se aprueba el modelo y características de la Bandera de Concepción observando que el color celeste debe ser en relación al manto de la virgen Inmaculada Concepción, llevará flecos blancos al contorno".

Sometida a una rigurosa auscultación semántica, jamás un borde de flecos va a ser lo mismo que un orillo. Pero asumo con sinceridad que éste es el rubro donde cometí un error por apresuramiento en mi artículo anterior. Si bien el orillo blanco nunca existió; debo reconocer que la bandera que actualmente venimos usando en nuestras ceremonias oficiales no cumple con las características que sus promotores le prodigaron.

El punto de partida para este mal uso y equivocada difusión de nuestra enseña local está en la Resolución Municipal Nº 025-88-MPC, donde se reconoce el acuerdo de creación, pero no se describe las características de la bandera; por tanto se hace indispensable regular mediante Ordenanza Municipal todos los aspectos concernientes al empleo y protocolo de nuestros símbolos locales.